(CNN) – No es ningún secreto con cuál de los dos presidentes estadounidenses con los que se reunirá este jueves la canciller alemana Angela Merkel tiene más afinidad.
En un día de coincidencias políticas singulares, Merkel participó en un acto con Barack Obama, al que llama amigo y con quien comparte muchas visiones políticas, y con el mandatario actual, Donald Trump, con quien ha tenido un comienzo helado.
Merkel, la líder más poderoso de Europa, se reunió en primer lugar con Obama en Berlín para hablar de democracia y fe en la Puerta de Brandenburgo, a unos metros del muro que dividió la ciudad durante la Guerra Fría, en un evento organizado por la Iglesia protestante alemana.
Luego viajará a Bruselas para participar en una sesión de fotos en la cumbre de la OTAN en la que estará con Trump, quien ni siquiera le dio la mano durante su visita a la Oficina Oval.
El hecho de que Merkel comparta escenario con Obama y Trump el mismo día es un capricho del calendario: el expresidente fue invitado al evento de Berlín hace un año, mucho antes de que su sucesor fuera elegido.
Pero la presencia en suelo europeo del actual y el anterior presidentes de Estados Unidos, inevitablemente, provoca comparaciones sobre sus estilos de liderazgo y políticas, especialmente porque Obama sigue siendo popular en Europa, mientras que Trump no lo es.
Contrastes políticos
Parece poco probable que la líder alemana vuelva a tener la camaradería que compartía con Obama con el impetuoso e impredecible Trump.
En una foto icónica que ejemplifica su amistad, Obama estaba sentado en un banco mientras Merkel estaba delante de él con los brazos extendidos en una conversación profunda, con los Alpes alemanes de fondo.
Obama dio Merkel el más alto honor civil de su nación, la Medalla Presidencial de la Libertad, y la alabó como el epítome de la libertad misma después de llegar a la cima del poder político en una Alemania unida tras crecer bajo la represión política del Este comunista.
“La noche que cayó el muro, ella lo cruzó, como tantos otros, y finalmente experimentó lo que ella llama el ‘increíble regalo de la libertad’”, dijo Obama en una cena de Estado en honor a Merkel en 2011.
Dos años más tarde, Merkel señaló la ruta del muro durante una visita de Obama a Berlín, y le dijo que, atrapada en el este, solía escuchar a los trenes en el otro lado y soñaba con ser libre.
Contrasta tal intimidad con el lenguaje corporal en la Casa Blanca cuando Merkel se reunió por primera vez con Trump.
El presidente declinó la invitación de Merkel para un apretón de manos en la sesión de fotos en la Oficina Oval, manteniendo las manos entrelazadas con una expresión sombría en su rostro.
El presidente dijo más tarde que no escuchó la petición y no pretendía ofenderla, pero el momento se convirtió en una metáfora del mal comienzo de su relación.
Más tarde, en una conferencia de prensa, Merkel estaba visiblemente incómoda cuando Trump dijo tenían que algo en común, señalando que ambos habían sido espiados por el gobierno de Obama. Merkel fue espiada por la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés). Las acusaciones de Trump de que fue espiado bajo órdenes de Obama fueron rechazadas por miembros de alto rango de los comités de inteligencia de la Cámara de Representantes y del Senado, así como funcionarios de inteligencia.
Merkel, que rara vez da muestras de sentimentalismo en su política pragmática, admitió el año pasado que era difícil ver irse a Obama.
“Despedirse de mi socio y amigo, bueno, sí, es difícil. Si has trabajado en conjunto con alguien muy bien, la despedida es muy difícil. Pero somos políticos. Todos sabemos que la democracia vive de cambio”, dijo Merkel en una conferencia de prensa conjunta durante la visita de despedida de Obama a Berlín aún como presidente.
Ahora, Merkel, que se espera que gane la reelección, tiene la tarea de empezar todo de nuevo, con un nuevo presidente de Estados Unidos con el que tiene poco en común.