(CNN) – Donald y Melania Trump ya viajan de vuelta a Washington tras su debut internacional en el que hubo la habitual bravata y fanfarronería del presidente de Estados Unidos.
Su apretón de manos con el nuevo presidente de Francia ocupó los titulares. El discurso en la OTAN fue memorable, así como su brusco empujón al líder de Montenegro para llegar a la primera fila del grupo de mandatarios. Fue el clásico e inalterado Trump, un hombre que su país ha llegado a conocer por todas las peculiaridades y machismos mencionados.
Pero este viaje fue especialmente revelador respecto a Melania Trump, una primera dama a la que el país apenas está conociendo, a cuatro meses del inicio del gobierno de su esposo.
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Desde el momento en que descendió del avión en Arabia Saudita, quedó claro que ella había pensado bien qué vestir, usando la táctica diplomática de la moda que le funcionó tan bien a su predecesora, Michelle Obama.
El moderno mono negro que utilizó, diseñado por Stella McCartney, era conscientemente similar a una abaya, la túnica tradicional que visten las mujeres en la región.
En Israel, ella vistió de blanco, un color considerado por algunos judíos como sagrado, un símbolo de pureza y paz. Para conocer al papa, prefirió el negro formal con mantilla.
Para Bruselas, eligió un traje café claro hecho por un diseñador belga, y en Italia, tanto en Roma como en Sicilia, Trump usó atuendos de la casa de modas italiana Dolce & Gabbana.
Claramente, su estrategia de empacar una maleta para cada uno de los eventos del viaje de nueve días, y el tiempo que pasó reuniendo información del Departamento de Estado respecto al protocolo, valieron la pena. Hubo poco que pudiera considerarse como un paso en falso, incluso el viernes, cuando usó una chaqueta de 51.500 dólares para recorrer Sicilia.
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Pero el viaje también fue revelador sobre el tipo de persona que es la primera dama y cómo interactúa con su marido. Para una mujer de, hasta ahora, pocas palabras, fueron las señales no verbales las que ofrecieron mayor conocimiento.
“La vi descender del Air Force One con gran interés cada vez”, dijo Anita McBride, quien fue secretaria de la primera dama Laura Bush en la Casa Blanca. “Salieron de ese avión como socios, ella como esposa del presidente, completamente preparada para su papel”.
Melania Trump mantuvo su propia agenda, anunciando anticipadamente en un comunicado de la Casa Blanca que ella tendría visitas y eventos independientes a los de su esposo.
“Por supuesto, como primera dama, en viajes como estos, ella hará cosas por su cuenta”, dijo McBride. “Pero fue más allá incluso al anunciarlo antes de partir”.
Las muchas aventuras en solitario de la primera dama –dos en hospitales infantiles, donde pasó el tiempo coloreando, leyendo libros e incluso sonriendo mientras se tomaba fotos con los niños, mostrando un lado compasivo– fueron una cruda yuxtaposición a la personalidad de su esposo, quien además de visitar Medio Oriente, acudió a sus primeras cumbres de la OTAN y del G-7.
“Ella ya ha demostrado que aunque hablar en público no es algo que la haga sentir tan cómoda todavía, las acciones que toma son genuinas, y son una ventana a la persona que en realidad es”, dijo McBride. “Ella claramente y cuidadosamente eligió lo que quería hacer y a dónde quería ir en este viaje, de forma consistente con los tipos de actividades que ha realizado en casa. Ella elige cosas en las que haya algo que le importe”.