(CNN) – Hace casi cinco meses, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se despedía de un sonriente Barack Obama, saludándolo mientras el helicóptero que trasladaba a su predecesor a su vida después de la Casa Blanca se hacía cada vez más pequeño.
Desde entonces, ellos no han hablado ni se han visto otra vez.
Para un presidente que busca consejos fuera de la Casa Blanca –en llamadas a viejos amigos, ejecutivos de negocios, e incluso líderes déspotas de otros países – Trump ha ignorado en gran medida la orientación o asesoría de cualquiera de los otros hombres que ocuparon su puesto previamente.
En los meses posteriores a la transición pacífica entre Trump y Obama, los dos han fallado en desarrollar cualquier tipo de relación funcional, de acuerdo con asesores de la Casa Blanca y exfuncionarios del gobierno.
Ellos no han hablado por teléfono, al menos que sea de conocimiento de sus asesores. Tampoco ha habido un verdadero intento de reconciliación luego de que Trump acusara a Obama de ordenar escuchas telefónicas en su rascacielos de Nueva York.
Tal vez se trate de un resultado predecible para dos hombres con una larga y amarga historia; con seguridad, el congelamiento es producto de una enemistad enraizada que se extiende más allá de las diferencias políticas y de estilo.
Pero en el ámbito de la historia reciente, que un presidente en funciones y su predecesor eviten incluso el más débil de los lazos, no tiene precedente.
“No creo que tengan una relación”, dijo David Axelrod, quien fue asesor principal de Obama durante sus primeros años en el gobierno. “El presidente Obama hizo lo que pudo para ayudar durante la transición, pero, obviamente, hemos tenido eventos que se han interpuesto”.
No siempre fue una relación fría
En los días posteriores a la victoria de Trump en noviembre, Obama hizo un esfuerzo concertado para ayudar a guiar a su sucesor, a pesar de la animosidad personal que se remontaba a la teoría de conspiración impulsada por Trump sobre que Obama no había no nacido en Estados Unidos.
Hablaron durante más de una hora en la Oficina Oval, y Trump declaró que habían desarrollado una “cálida” relación.
Pero las fracturas aparecieron pronto, con Trump interviniendo en una disputa sobre los asentamientos israelíes y luego arremetiendo contra el presidente en funciones en Twitter.
Aunque el día de la toma de posesión, todo parecía alegre cuando Obama y su esposa le dieron la bienvenida a la nueva primera familia a la Casa Blanca.
Una vez que Trump estuvo instalado, no obstante, las cosas se amargaron progresivamente, culminando con los tuits de marzo en los que Trump acusaba a Obama de haber ordenado una operación de espionaje en la Torre Trump.
La acusación sin bases, que ha sido negada por el equipo de Obama, se dice que fastidió y exasperó al expresidente. Hubo un esfuerzo para tranquilizar las cosas, con conversaciones entre el secretario de la Casa Blanca, Reince Priebus, y el hombre que tenía el mismo puesto con Obama, Dennis McDonough.
Pero las pláticas nunca terminaron con una llamada entre el actual presidente y su predecesor. Y Trump, quien no se ha retractado, continuó con sus ataques contra Obama.
“Bueno, él fue muy amable conmigo pero después de eso tuvimos algunas dificultades”, dijo Trump en entrevista con CBS News a principios de mayo. “Tuvo palabras muy amables conmigo cuando estuve con él. Pero después de eso no habido ninguna relación”.