(CNN) – Fue un extraño momento presidencial en un día poco presidencial: Donald Trump de pie en un podio lleno de banderas mientras la canción Stars and Stripes Forever sonaba, luego de dar un discurso sobre la energía.
Pero en todo Washington, una tormenta de críticas seguía estallando por su decisión de lanzar tuits ofensivos contra de la presentadora de MSNBC Mika Brzezinski.
Los tuits de Trump de este jueves a las 8 a.m. decían que “Morning Joe” está “mal clasificado en rating” (no lo está) y que los anfitriones “hablan mal de mí” (eso es cierto). Usó adjetivos despectivos para referirse a ellos.
Trump afirmó que Scarborough y Brzezinski lo cortejaron para una entrevista en Mar-a-Lago en las fiestas del Año Nuevo.
“Ella estaba sangrando mucho por un estiramiento facial. ¡Dije que no!”, escribió el presidente.
La controversia fue solo otro recordatorio, pocos días antes del cumpleaños de Estados Unidos, de que Trump es un líder como ningún otro en una nación de 241 años de historia, que planea ser fiel a sí mismo y está dispuesto a desobedecer las normas del decoro.
En cuanto más sigan pasando estas payasadas, más y más personas se cuestionarán si el líder del mundo libre no solo está dañando su propia presidencia, sino haciéndole daño a la propia oficina y potencialmente disminuyéndola para quien vaya a llegar después de él.
“Es indigno de la oficina del presidente de Estados Unidos”, dijo la senadora de Maine Susan Collins a Anderson Cooper de CNN. “Y me preocupa cómo nos vemos a los ojos del mundo y a los ojos de nuestros propios ciudadanos”.
Los tuits del jueves enfocaron la atención en la marca soez del discurso político de Trump y su acorazado principio de que cualquier persona que lo critique, como lo hizo Brzezinski en su programa de televisión el jueves, puede esperar un golpe bajo de regreso.
Su tuit indignó a los líderes políticos en Washington y reabrió el debate de la historia del presidente haciendo comentarios despectivos sobre las mujeres.
Pero en un nivel más profundo, el chocante tuit, levantó preguntas sobre si su comportamiento es apropiado para un jefe de Estado, sobre su respeto por el propio cargo y si esta presidencia podría erosionar irrevocablemente los estándares de dignidad que han estado desde que George Washington hizo el primer juramento como presidente de Estados Unidos en Nueva York en 1789.
A propósito de esto, el New York Daily News reveló su portada este viernes: una águila calva, con la cabeza agachada como si estuviera avergonzada, y la palabra “HUMILLACIÓN” en letras mayúsculas.
Por un sentido de la proporción, también debe decirse que sus tuits, que usualmente falsifican los hechos y lanzan ataques personales, palidecen en comparación a las acciones de algunos de sus predecesores.
Por ejemplo, Bill Clinton tuvo encuentros inapropiados con una practicante en la Oficina Oval y las acciones del presidente Richard Nixon que llevaron a su renuncia tras el escándalo del Watergate.
Y respecto a la presidencia, como muchas otras instituciones, ya estaba en declive mucho antes de que Trump llegara a la política. En 1991, el 93% de los estadounidenses encuestados por Gallup tenían algún nivel de respeto por la presidencia. Para junio de 2016 la cifra había bajado a 63%.
Aún así, el comportamiento de Trump obviamente no alcanza los elevados estándares establecidos por gente como George Washington, Abraham Lincoln o Ronald Reagan, y parece correr el riesgo de deshacerse aún más de esa fe en la Oficina Oval.
A diferencia de esos líderes, no está claro que Trump considere la presidencia como una institución de confianza pública para ser preservada y entregada a futuras generaciones. Usualmente parece más preocupado por su propia imagen que la reputación de la propia presidencia, como lo ha revelado su fijación con el tamaño de su victoria electoral y el tamaño de las multitudes el día de su juramento.