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The Washington Post: La CIA señaló a Putin como cerebro de la injerencia rusa en EE.UU.
02:54 - Fuente: CNN

 (CNN) – Se reúnen, al fin.

El presidente estadounidense, Donald Trump, y el presidente ruso, Vladimir Putin, se encontrarán cara a cara en una de las reuniones más esperadas entre dos jefes de Estado en años, una que está llena de historias políticas, geoestratégicas y personales.

En la cumbre del G-20 en Alemania, Trump saludará al hombre que según las agencias de inteligencia de Estados Unidos ha concebido una trama de inteligencia para perturbar las elecciones del año pasado y ayudarlo a llegar al poder.

En los últimos cuatro años, Trump ha elogiado profusamente a Putin, denostado por la mayor parte de Washington como un enemigo de Estados Unidos.

Putin, un exoficial de la KGB que está pujando por reafirmar la influencia rusa a costa de Occidente en política exterior, ha descrito a Trump como “brillante y talentoso”, pero advirtió que Estados Unidos está en las garras de la “esquizofrenia” política por las acusaciones de que Trump había compartido información secreta con autoridades rusas.

Las circunstancias extraordinarias e implicaciones políticas de sus conversaciones en Hamburgo garantizan que su reunión esta semana, y cualquier otro encuentro menos formal ante las cámaras, será altamente escrutada.

Pero hay una dimensión adicional al encuentro, simplemente porque se trata de Putin y Trump.

Ambos son bien conocidos por usar un machismo arrogante en sus apariciones públicas para intimidar a sus oponentes y proyectar una imagen de fuerza, conscientes del papel clave del lenguaje corporal en la creación de una narrativa política.

“(Espero) un nivel olímpico de postura machista entre estos dos líderes. Ambos entienden la importancia del simbolismo y la percepción de ser duro”, dijo Derek Chollet, exfuncionario de seguridad nacional de alto nivel en el gobierno de Barack Obama y ahora en el Fondo German Marshall.

Trump está bajo una presión política extrema planteada por la presunta injerencia de Rusia en las elecciones de 2016. Un fiscal especial está investigando si hubo colusión entre los miembros de su campaña y funcionarios rusos antes de la elección.

Pero además de la elección estadounidense, la reunión entre Putin y Trump es clave para el futuro de Europa y el Medio Oriente. La cuestión de las sanciones de Estados Unidos contra Rusia por su incursión en Crimea, el futuro de Siria después de la inminente caída de ISIS y la forma de evitar un choque entre las fuerzas estadounidenses y rusas activas en el país, y la voluntad de EE.UU. de permanecer junto a sus aliados de la OTAN están en juego.

¿Quién tiene la sartén por el mango?

En cierto modo, Trump llega a la reunión en desventaja. Está débil en casa, dirigiéndose de una tormenta política autoinfligida a otra, dejando escaso margen de maniobra en política exterior.

Putin, que no tiene que preocuparse sobre los equilibrios de poder que limitan a Trump, se ha establecido como una fuerza mundial importante, moviéndose hábilmente para reafirmar la influencia de Rusia en Europa y Medio Oriente mientras explota las fisuras en la relación transatlántica.

Cualquier tribuna pública entre los dos líderes se llevará los titulares.

Sin embargo, las conversaciones tienen un propósito estratégico fundamental, ya que ocurren con las relaciones entre Rusia y Estados Unidos en su estado más peligroso desde la Guerra Fría.

Ambos líderes tienen la obligación de tratar de poner fin a una trayectoria alarmante, reflejada en los desacuerdos entre ambas naciones en la guerra civil de Siria, en la que están situadas en lados opuestos de la contienda, y en la expansión de la OTAN.

“El momento de las relaciones entre las dos mayores potencias nucleares del mundo es ahora tan negativo, que en realidad es el momento de poner fin a cualquier cosa que parezca una mayor escalada o deterioro”, dijo Matthew Rojansky, director del Instituto Kennan en el Woodrow Wilson Centrar.

“Eso realmente sólo es posible a nivel presidencial”, agregó.