Nota del editor: Ryan Goodman es profesor de Derecho en la Universidad de Nueva York y codirector en jefe de Just Security, un foro en línea sobre legislación y política de seguridad nacional. Se desempeñó como fiscal especial del Departamento de Defensa del 2015 al 2016. Síguelo en Twitter @rgoodlaw. Rolf Mowatt-Larssen es el director del Proyecto de Inteligencia y Defensa del Centro Belfer de Harvard. Se desempeñó como director de Inteligencia y Contrainteligencia en el Departamento de Energía del 2005 al 2008 y como jefe de la División Europea de la CIA del 2004 al 2005 como parte de una carrera de 23 años en la institución. Las opiniones expresadas en este artículo son de su propia responsabilidad.
(CNN) – Muchos de los medios de comunicación se han enfocado muy estrechamente en lo mal que se ve una reunión, de junio del 2016 en la Torre Trump, entre Donald Trump Jr. y una cabildera y abogada rusa.
Pero en lo que los medios, el público y los investigadores deben centrarse en realidad ahora es en lo que sucedió después de la reunión. La clave es pensar más ampliamente, lo que implica hacerse dos preguntas. La primera es, suponiendo que esto fuera una apuesta de las agencias de inteligencia rusas, a pesar de las negativas del Kremlin, ¿qué habría hecho el Gobierno ruso después?
La segunda es ¿cómo deberíamos entonces interpretar las acciones posteriores del círculo Trump a la luz de las acciones que el Kremlin habría perseguido. Las respuestas a esas preguntas sugieren que la presunta complicidad entre el círculo de Trump y el equipo de Putin podría haber continuado mucho más allá del 9 de junio.
En cambio, la cobertura de los medios de comunicación parece dirigida a hacer la reunión explicable en términos de un encuentro poco aconsejable, corta, quizás olvidable, al que Donald Trump Jr. trata de quitarle hierro. Esa narrativa a menudo también incluye la idea de que esto puede haber sido un intento independiente y mal concebido por parte de un grupo de presión ruso de proporcionar lo que era en última instancia información bastante inútil sobre Hillary Clinton.
Nos hemos centrado en cómo la reunión tiene todas las características de una operación de inteligencia rusa y, en particular, una prueba para medir si la campaña de Trump estaría abierta a la ayuda del Gobierno ruso.
En ese caso, Moscú recibió una luz verde. El único problema con el intento ruso, según Trump Jr. y la abogada rusa, era que la calidad de la información sobre Clinton era pobre. Trump Jr. y su equipo aparentemente querían más.
Entonces, ¿por qué el Kremlin no le daría nada de valor a los allegados de Trump y los decepcionaría, especialmente cuando sabemos que en mayo, según el informe de inteligencia estadounidense, Putin tenía en su poder lo que necesitaba del servidor del Comité Nacional Demócrata?
La explicación lógica es porque su intención era establecer interés en que la campaña de Trump recibiera material comprometedor, no en satisfacer su apetito por él. La información que se reportó que fue pasada en esta reunión parece ser una especie de “material de alimentación” con el fin de establecer el interés en más información de mayor calidad para el futuro.
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Coincidentemente, tal vez, fue sólo después de la reunión que los correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata comenzaron a filtrarse como parte de una operación de influencia a gran escala para afectar las elecciones presidenciales.
Putin tendría que vigilar de cerca al propio Donald Trump para ver si sus volubles y contradictorias posiciones sobre diversos temas durante la campaña se reflejaban en su enfoque hacia Rusia. Presumiblemente, sería también del interés de Rusia buscar una señal directa del propio Trump de que estaba involucrado en la operación.
Las acciones del equipo de Trump en los días posteriores a esa fatídica reunión son incriminatorias y tienen una impresionante consistencia con lo que se reporta en el informe de Christopher Steele.
En lugar de notificarle a las autoridades acerca de esta insinuación rusa, esto se mantuvo en secreto y se negó cualquier contacto con Rusia cuando fue consultado. A principios de julio, según Politico, Carter Page fue enviado a Moscú. El equipo de Trump tendría que saber, al menos, que Page se acercaría a los agentes de inteligencia rusos. La campaña y Page se negaron a decir si estuvo autorizado a viajar a Moscú, hasta que los medios de comunicación descubrieron que la campaña realmente autorizó el viaje.
Durante el verano, la inteligencia estadounidense, en un hecho reportado por The New York Times, empezó a hablar sobre conversaciones en las que funcionarios rusos discutieron contactos con socios de Trump, y los aliados europeos comenzaron a transmitir información “que describía reuniones en ciudades europeas entre funcionarios rusos (y gente cercana al presidente ruso, Vladimir Putin) y asociados del por ese entonces presidente electo. Trump ha negado que su campaña tuviera algún contacto con funcionarios rusos”.
The Washington Post informa que las comunicaciones no reveladas de Michael Flynn con el embajador ruso, Sergey Kislyak, involucraron una “serie de contactos que comenzaron antes de las elecciones del 8 de noviembre”. A finales de julio, a pocos días de oficialmente asegurarse la nominación del Partido Republicano en la convención, el candidato Trump invitó abiertamente a la asistencia de Rusia y a la interferencia electoral.
Y en diciembre, Jared Kushner, en una breve reunión no revelada con Kislyak, propuso establecer un canal de comunicaciones con Moscú dentro de una embajada o consulado ruso.
¿Era esa otra idea desacertada por parte de un neófito? Flynn, exjefe de la Agencia de Inteligencia de Defensa y cercano a Rusia, fue el otro miembro del equipo de transición de Trump que participó activamente en la reunión.
Hay que destacar otros dos elementos: primero, Trump siempre ha negado la interferencia rusa en las elecciones, lo que es extraño dado el consenso de opinión entre las comunidades de inteligencia estadounidenses y extranjeras.
¿Por qué hace esto? He aquí una teoría: porque se necesitan dos para confabularse, y si una parte no sabe lo que está haciendo el otro, esa es una salida política y legal. En segundo lugar, no es raro que los gobiernos extranjeros y sus diplomáticos se comuniquen con una campaña presidencial y los principales candidatos del partido. ¿Por qué entonces niega completamente que alguna vez haya ocurrido?
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Basándonos en informes recientes, sabemos ahora que la reunión del 9 de junio estaban, por parte de Rusia, dos partidarios activos de una de las principales prioridades de Putin: deshacerse de la Ley Magnitsky. Lo que se ofreció en la sala ese día (notablemente de acuerdo con lo que Trump Jr. y Rinat Akhmetshin, uno de los cabilderos ruso-estadounidenses que estaban allí, han dicho ‘on the record’) se reduce a una compensación por información incriminatoria sobre Hillary Clinton a cambio del alivio de las sanciones.
Comprender el contexto de cada filtración de información asociada con la campaña de Trump y Rusia es crucial para interpretar correctamente la importancia de cada evento y cómo cada uno encaja en un todo mayor. A través de este proceso, Estados Unidos finalmente tendrá la verdad que se busca.