Es muy importante distinguir los diferentes tipos de quemadura. Las de primer grado se caracterizan por enrojecimiento de la piel y posterior descamación, y en ellas se ve afectada la parte superficial de la piel (epidermis). Los síntomas acompañantes pueden ser dolor y picor, pero no se afecta la sensibilidad.
Las quemaduras de segundo grado afectan a la dermis y por tanto son más profundas, según explica la dermatóloga de la Clínica Universidad de Navarra, Irene Palacios. Suelen incluir ampollas y, en los casos más profundos, pérdida de sensibilidad y disminución de la sudoración por afectación de las glándulas sudoríparas. Cuanto más profunda es la quemadura, mayor es el riesgo de cicatriz. Sin embargo, las quemaduras de tercer grado afectan a todo el espesor cutáneo.
Una quemadura, como cualquier herida, debe estar siempre lo más limpia posible. A no ser que su médico le indique lo contrario por las características de la lesión, se recomienda limpiar las heridas con agua y jabón una o dos veces al día, secar bien y después aplicar el tratamiento que le hayan indicado.
“Aunque las quemaduras superficiales de primer grado no suelen dejar cicatriz residual, es recomendable evitar la exposición solar, bien con apósitos mientras la herida esté abierta, como con protector 50 una vez la herida haya curado (se recomienda no aplicar crema protectora sobre la piel abierta)”, asegura la especialista de la Clínica Universidad de Navarra.
Si hay una ampolla y se abre, el suelo de esta queda expuesto y, por lo general, es recomendable añadir una crema antibiótica para prevenir la sobreinfección. “Sin embargo, la última decisión sobre este tratamiento la tendrá su médico, que prescribirá lo más adecuado en cada caso”, indica Palacios.
Otro caso es el de la temida agua hirviendo: en este caso, es recomendable inicialmente aplicar agua fría durante al menos 20 minutos para intentar disminuir el daño térmico local. “Si la ropa permanece pegada tras haber mojado la zona durante este tiempo, es aconsejable acudir al consultorio médico más cercano, ya que puede indicar que la quemadura es profunda y existe un mayor riesgo complicaciones”, añade.
Por otro lado, las quemaduras solares, si son leves, pueden tratarse con un corticoide tópico de mediana potencia, así como con aplicación de vendajes fríos y húmedos. Además, se recomiendan también cremas hidratantes, aunque es preferible emplear las de composición más sencilla, sin perfumes ni determinados conservantes. “En casos más graves puede ser necesaria atención médica para rehidratación o control de posibles infecciones”, asegura la dermatóloga consultada.