Nota del editor: Timothy Naftali, exdirector de la biblioteca Richard Nixon, es el historiador presidencial de CNN y enseña Historia y Política Pública en la Universidad de Nueva York. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
(CNN) – La elección había sido amarga y el saliente presidente estaba molesto por la arrogante promesa del vencedor de que él traería una revolución política a Washington. A él ya no le quedaba energía para la urbanidad.
De hecho, el segundo presidente de la nación, John Adams, ni siquiera asistió a la toma de posesión de Thomas Jefferson, en 1881, y le dejó sólo, en palabras del historiador Joyce Appleby, “una breve nota informándole que había siete caballos y dos carruajes en los establos de la Casa Blanca”.
El tono de la carta del día de la toma de posesión del saliente presidente Barack Obama al presidente electo Donald J. Trump, dada a conocer este domingo, pertenece a una tradición diferente; el ritual presidencial moderno de dejar notas privadas en el escritorio de la Oficina Oval es parte de un gesto de despedida del antiguo ocupante de la Casa Blanca a su sucesor.
La tradición empezó con una corta nota del presidente Ronald Reagan al presidente George H.W. Bush en 1989, un reaganesco “no dejes que los pavos te desanimen”. El gesto se volvió una tradición cuando George H.W. Bush, un entusiasta escritor de cartas, escribió su “Querido Bill” en una nota para Clinton, en 1993.
A pesar del dolor de su propia derrota, el presidente Bush padre terminó su carta con el gracioso “Estoy alentándote”. El tema de la carta del presidente Bush era que, como solo tenemos un presidente a la vez, queremos que esa persona tenga éxito.
El inicio de la carta de Obama a Trump (“Estimado señor presidente”) se aleja de las cartas de amor de sus predecesores, realmente inusual en la historia reciente. Y aún así no es sorprendente, pues fue escrita a alguien que se declaró orgullosamente fuera de la tradición presidencial moderna.
La nota es civilizada en vez de coloquial, aspiracional antes que inspiracional. Aunque más larga, y caracteriza los diferentes aspectos del hombre (presidente Obama, profesor Obama y el Obama privado), la carta es también es un producto de la agitada carrera presidencial de 2016.
Bajo el riesgo de decir mucho en una nota, parece no solo reflejar una escritura cuidadosa, sino también una importante preocupación sobre las posibles implicaciones de una presidencia de Trump.
Históricamente parece ser inconcebible que presidentes estadounidenses modernos pudieran haber sentido la necesidad, como lo hizo Obama, de recordarle a su sucesor su rol como cuidador de las instituciones democráticas y la importancia del reino de la ley.
Y aún así, después de haber visto la repetida agitación de las pasiones anticonstitucionales del candidato Trump —sus ataques contra el juez Gonzalo Curiel, su promesa de “encerrar” a su oponente, su declarado escepticismo de la Primera Enmienda— Obama debió haber tenido un ojo en la historia y el otro en Trump cuando implícitamente lo alertó de a dónde lo podían llevar esas fuerzas oscuras.