Por Peter Schechter
Nota del editor: Peter Schechter es co-presentador del podcast sobre relaciones exteriores Altamar, que recientemente analizó el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y México. Anteriormente fue director del Adrienne Arsht Latin America Center del Atlantic Council. Las opiniones expresadas en este artículo corresponden exclusivamente a su autor.
(CNN) – Algunas veces, el presidente Donald Trump parece empeñado en convertir a nuestro vecino del sur en enemigo y nuestra frontera de casi 2.000 millas con México se convierte en un dolor de cabeza para la seguridad. Al hacerlo, Trump se convierte en agente de la campaña del líder nacionalista izquierdista de México, Andrés Manuel López Obrador.
Ahora, después de una cuarta ronda tensa e improductiva de renegociaciones del TLCAN, la hostilidad de Washington se ha convertido en un importante factor político en México.
Las elecciones presidenciales mexicanas están a ocho meses. Hoy, las encuestas muestran a López Obrador, conocido como AMLO, con notable ventaja sobre todos los demás, con la ex líder del Partido Acción Nacional Margarita Zavala en segundo lugar. Aunque algunos analistas dicen que México nunca elegirá a un líder de izquierda, Donald Trump está cambiando eso él solito.
Si AMLO gana, quién sabe lo que ocurra. Es difícil exagerar lo dañino que sería tener presidentes antagónicos a ambos lados del Río Grande. Es una dinámica que no hemos visto en décadas y que sería rápidamente aprovechada por los rivales de Estados Unidos. También pondría en cuestión la jugada estratégicamente brillante que lleva 25 años en gestación: crear una potencia competitiva a nivel mundial mediante la integración de las economías de América del Norte.
Pero la importancia de una asociación sólida con México no se trata solo de la frontera o incluso de la salud de nuestras economías cada vez más integradas. También se trata de la impresionante cooperación de seguridad entre nuestras naciones.
Los altos niveles de intercambio de inteligencia han permitido una fuerte cooperación entre nuestras fuerzas antinarcóticos y antiterroristas. En la actualidad, México persigue activamente e intercepta amenazas a la seguridad de Estados Unidos antes de que lleguen a nuestras fronteras, y no suele dudar en extraditar criminales para enfrentar la justicia en nuestro sistema judicial. México también detiene a decenas de miles de migrantes centroamericanos en su propia frontera sur con Guatemala. Estas políticas dependen de la continua buena voluntad entre nuestros países.
Esa buena voluntad está ahora en grave peligro. En las últimas semanas, hemos visto a Trump amenazando con retirarse del TLCAN usando una retórica cada vez más dura. Lo hemos visto amenazar con cerrar el gobierno como palanca para obtener fondos para un muro fronterizo. Y, una vez que la desastrosa temporada de huracanes hizo insostenible esa amenaza, vimos que el presidente usaba el destino de unos 800.000 Dreamers -casi el 80% de los cuales son de México- como moneda de cambio para su querido muro y un nuevo endurecimiento de las restricciones a la inmigración
No se equivoque: aprobar fondos para un muro fronterizo catapultará a AMLO al primer lugar en las urnas y lo acercará a la victoria. El regreso a la hostilidad entre Estados Unidos y México pondrá en peligro el comercio, la cooperación en seguridad y el intercambio de inteligencia que hemos trabajado incansablemente en las últimas dos décadas.
Hasta el momento, la relación entre Estados Unidos y México se ha mantenido estable, ya que, desde enero, al menos podíamos contar con que el gobierno mexicano, si bien impopular, desempeñara el papel del adulto en la sala. Pero ahora, AMLO está haciendo campaña en dos temas: la corrupción y el antagonismo estadounidense hacia México. Con los mexicanos enojados con las cuidadosas y mesuradas respuestas del presidente Enrique Peña Nieto a Trump, el impulso nunca ha sido mayor para AMLO, quien ha prometido “hacer entrar en razón a Trump”.
Se pondría en riesgo una relación comercial anual de 500.000 millones de dólares entre nuestros dos países, que respalda millones de empleos en todos los estados del país. Con el TLCAN -el motor de nuestra relación comercial- bajo la lupa, México ya ha comenzado a protegerse de la incertidumbre diversificando sus socios comerciales, especialmente con China y Rusia.
Beijing y Moscú están, predeciblemente, más que dispuestos a beneficiarse de nuestra alienación de México. Si bien Trump recibe críticas por ver todo desde una perspectiva de suma cero, en este caso, la pérdida de Estados Unidos será de hecho la ganancia de China y Rusia. Y no hay duda de que AMLO, con su línea dura en el TLCAN, aversión por Trump y su limitado apetito de negociación, estaría más dispuesto a dejar que esto suceda. Esa puede ser la razón por la cual la edición en español de la red de propaganda rusa RT parece haber puesto sus ojos en el candidato.
Cualquiera que sea el atractivo que el Kremlin pueda ver en AMLO seguramente va más allá de los propios intereses comerciales de Rusia con México. Una presidencia de AMLO, como es probable que Moscú se haya dado cuenta, sería desestabilizadora para Washington, creando lo que podrían ser interminables distracciones y problemas estructurales para las autoridades de seguridad de Estados Unidos.
La sola posibilidad de que Putin esté a favor de una victoria de AMLO debería ser motivo suficiente para que dejemos de avivar el fuego. Las economías de nuestras ciudades del suroeste se sostienen en gran medida gracias a la facilidad de los viajes y el comercio transfronterizos. Pero con cada provocación, nos acercamos a un límite más hostil. Con todos los problemas apremiantes en todo el mundo, convertir una frontera de 2.000 millas en un dolor de cabeza para nuestras comunidades de seguridad e inteligencia sería un gran error estratégico.
Por supuesto, el ascenso de AMLO no es solo culpa de Trump; La corrupción desenfrenada en México también ha ayudado a impulsar su campaña a medida que los votantes se han ido hartando de la política del “establishment”. Pero la actitud al norte de la frontera es la otra parte de la ecuación. Nuestras relaciones con México pueden estar en su punto más bajo en generaciones, pero es importante recordar que podrían caer aún más.