Nota del editor: Paul Haenle es el director del Centro Carnegie-Tsinghua con sede en Beijing. Las opiniones de este artículo son propias del autor.
(CNN) – El Partido Comunista Chino concluyó su XIX Congreso Nacional esta semana, donde enmendó su constitución, estableció prioridades políticas y seleccionó nuevos miembros para servir en la cúpula de líderes, otorgándole al presidente chino Xi Jinping un poder político que no se había visto desde que Mao Zedong estaba a cargo del país.
Si bien el congreso se centró principalmente en la política interna, los anuncios clave se estudiarán cuidadosamente en las capitales de todo el mundo, especialmente en Washington.
Aunque la relación del presidente Donald Trump con China se ha estabilizado desde que su campaña afirmaba que China estaba “arruinando” a EE. UU., sigue sin respuesta la pregunta de hacia dónde va la relación entre EE. UU. y China.
Desde la elección de Trump el año pasado, Xi Jinping ha estado pisando lo que tradicionalmente se consideraría territorio estadounidense. En enero, voló a Davos para defender la globalización y el libre comercio. En mayo, mientras anunciaba la ambiciosa iniciativa ‘One Belt, One Road’ de China, presentó al país como una nación que tomaría medidas urgentes sobre el cambio climático.
Entonces, ¿qué significará la reunión de esta semana, y un Xi Jinping más fuerte que nunca, para Trump y EE. UU.?
Aunque nunca se cuestionó el nombramiento de Xi como secretario General del partido para un segundo mandato, él logró superar las expectativas asegurando la inclusión de su ideología homónima en la carta del partido. Con esto, ha acumulado poder a un nivel sin igual en China desde Mao Zedong.
Las iniciativas que han llegado a definir el impulso de Xi para que China se convierta en una poderosa fuerza global –como la reforma y modernización militar, la ambiciosa iniciativa ‘One Belt, One Road’ y una campaña integral de corrupción– fueron adoctrinadas en la Constitución del partido.
Desafíos potenciales, como el exsecretario del partido Chongqing, Sun Zhengcai, fueron marginados ya que la mayoría de los aliados de Xi se instalaron en el Comité Permanente del Politburó, que por primera vez desde Deng Xiaoping no incluye aparentemente ningún heredero.
En conjunto, esto significa que Xi controlará el liderazgo del desarrollo de China durante al menos los próximos cinco años y, tal vez, más allá.
El informe de tres horas y media de Xi a los delegados la semana pasada, mencionó varias maneras en las que China pretende continuar moldeando la política y las instituciones globales para que se adapten mejor a sus intereses.
Xi sugirió que la versión china del socialismo proporcionaba un modelo alternativo a la democracia occidental, para los países que desean “acelerar su desarrollo manteniendo su independencia” para emular.
La referencia hace eco del objetivo de política exterior de larga data de Beijing para aumentar las voces y la influencia de las naciones emergentes en la gobernanza global. También subraya la confianza de China en su capacidad para proporcionar estabilidad y prosperidad en el país y ser respetada como una potencia importante y responsable en el exterior.
Xi notó que bajo el liderazgo revolucionario de Mao Zedong, el pueblo chino se puso de pie. Bajo Deng Xiaoping, el pueblo chino se hizo rico. Y ahora, en la tercera era histórica de China, la nación se está fortaleciendo.
Para ilustrar su nuevo valór global, Xi mencionó las contribuciones chinas de personal de las fuerzas de paz de la ONU, un punto de gran orgullo chino. Hizo hincapié en la voluntad del país de tomar un “asiento de conducción en cooperación internacional” y ser un “portador de la antorcha en el esfuerzo global” para abordar el cambio climático.
Describió a China repetidamente como un “sólido” y “gran poder”, que indicó estaba regresando al lugar que le correspondía en el centro del mundo después de un siglo de humillación a manos de potencias imperiales extranjeras.
El XIX Congreso del Partido tiene una consecuencia particular para las relaciones entre Estados Unidos y China. El presidente Trump hará su visita inaugural a la región de Asia y el Pacífico, y a China a principios del próximo mes, convirtiéndose en uno de los primeros líderes mundiales en reunirse con Xi bajo su nuevo mandato.
Desde que asumió el cargo, Trump ha desarrollado una relación de trabajo más sólida y una buena relación personal con Xi, y puede usar los resultados del congreso del partido para avanzar en prioridades como intensificar la presión sobre Corea del Norte, que solo Xi tiene la autoridad de aplicar y establecer una base más sólida para la relación bilateral en los próximos años.
Pero muchos aliados y socios estadounidenses en Asia también están preocupados por la creciente influencia de China y su comportamiento asertivo, especialmente, ante la ausencia de un liderazgo estadounidense.
Con el telón de fondo de un líder chino mucho más fuerte y una nueva directiva para construir una China “sólida”, el presidente Trump deberá rechazar forzosamente la narrativa de que el liderazgo estadounidense en Asia y en el escenario mundial está retrocediendo. La región buscará garantías de que “America Primero” no significa “America Sola”.
Estos compromisos deben combinarse con tiempo y recursos, si es que China toma en serio al presidente de EE.UU.