Nota del editor: Peter Bergen es analista de seguridad nacional de CNN, vicepresidente de New America y profesor de la Universidad Estatal de Arizona. Escribió el libro United States of Jihad: Investigating America’s Homegrown Terrorists.
(CNN) – La batalla en Niger en la que cuatro miembros del equipo de Fuerzas Especiales del Ejercito de Estados Unidos fueron asesinados por un grupo afiliado a ISIS ha cosechado gran atención, en parte por la disputa entre el presidente Trump y la familia de uno de los soldados muertos, el sargento La David Johnson. Pero el incidente subraya la medida en que la guerra contra el terrorismo se ha globalizado realmente desde los ataques del 11 de setiembre de 2001.
Un mapa del Centro Nacional contra el Terrorismo de Estados Unidos de 2016 muestra 18 países con ramas oficiales de ISIS y un adicional de seis países donde hay “ramas aspirantes” del grupo terrorista.
Uno de esas células oficiales de ISIS es una rama del notorio grupo terrorista nigeriano, Boko Haram, que opera no solo en Nigeria sino también en el vecino Niger, el país donde los cuatro soldados del Ejercito de Estados Unidos, dos de ellos boinas verdes, fueron asesinados el 4 de octubre.
Es la naturaleza cada vez más globalizada de ISIS y los grupos con ideas afines, la razón principal para el gran número de países alrededor del mundo, donde las Fuerzas de Operaciones Especiales de Estados Unidos están ahora desplegadas.
De acuerdo con una conferencia de prensa del Pentágono de julio, cerca de 8.000 Fuerzas de Operaciones Especiales están desplegadas en 80 países alrededor del mundo.
Hay alrededor de 800 soldados estadounidenses ahora en Niger, algunos de los cuales son Fuerzas de Operaciones Especiales de Estados Unidos, aunque el número exacto no está claro.
El presidente Obama, elegido en parte por su promesa de terminar la guerra a gran escala en el mundo musulmán, recurrió cada vez más al uso de Fuerzas Especiales de Operación y drones como una forma de combatir a grupos terroristas.
El presidente Trump ha continuado esa política.
El clásico papel de las Fuerzas Especiales, incluyendo los boinas verdes que están ahora desplegados en Niger, es el de trabajar “por, con y a través” de fuerzas locales.
En la práctica, estos significa asesorar a fuerzas militares y paramilitares locales para que pequeños grupos de boinas verdes trabajando en grupos puedan actuar como fuerzas multiplicadoras para las unidades a las que están asesorando.
El ejemplo clásico de cuán exitoso este enfoque puede ser, fue el derrocamiento de los talibanes en Afganistán en el invierno de 2001, realizado por unos 100 Boinas Verdes de Estados Unidos en el terreno. Los Boinas Verdes también se alzaron con miles de militantes afganos para derrotar a los talibanes.
La confianza del gobierno de Obama y de Trump en las Fuerzas Especiales y los drones de muchas maneras es una política sensata. No hay ningún deseo del publico estadounidense de una guerra en terreno a gran escala contra grupos como ISIS o al Qaeda. No solo son costosas en sangre y fondos del tesoro, sino que las intervenciones a gran escalas normalmente no son necesarias para combatir pequeños grupos terroristas.
Tomen la lucha contra cientos de militantes afiliados con ISIS que en mayo tomaron la ciudad de Malawi en el sudeste de Filipinas. Las Fuerzas Especiales de Operación de Estados Unidos proveyeron asistencia a las Fuerzas militares filipinas para la retoma de la ciudad la semana pasada.
Del mismo modo, en Siria, 300 Fuerzas Especiales de Operación de Estados Unidos asesoraron a las Fuerzas Democráticas Sirias, las cuales tomaron el control sobre Raqqa, capital siria de facto de ISIS, a principios de este mes.
Pero con toda las ventajas que las operaciones especiales tienen en su reducido impacto y flexibilidad, también puede haber una desventaja significativa tal como en el caso de Niger, que podría ser más difícil para las fuerzas estadounidenses acudir en ayuda de quienes están en medio de un tiroteo. Si bien una explicación completa de lo ocurrido en Niger puede tomar semanas, estas son el tipo de preguntas que plantea un tiroteo.
La guerra encubierta de las Fuerzas de Operaciones Especiales en países en todo el mundo se apoya en la Autorización para uso de la Fuerza Militar (AUMF, por sus siglas en inglés), que el Congreso aprobó poco días después del 11 de septiembre, autorizando al presidente George W. Bush a “usar toda la fuerza necesaria y apropiada contra esas naciones, organización o personas que determine que planificaron, autorizaron o cometieron o ayudaron en los ataques terroristas ocurridos el 11 de septiembre o que albergaron a tales organizaciones y personas…”.
Obviamente, pocas de las operaciones actuales tienen algo que ver con los ataques del 11 de setiembre.
Nadie se imaginó que la AUMF, pos 11 de setiembre, 16 años después sería una autorización lega para numerosas operaciones militares contra grupos yihadistas en todo el mundo.
Sería maravilloso que el Congreso tuviera un debate público sobre el alcance de estas operaciones, en lugar de entregar al presidente un cheque en blanco, pero pocos en el Congreso están dispuestos a traer este tema a votación y así las guerras de Estados Unidos continúan con escasa discusión pública o debate en el Congreso.
Incluso algunos senadores bien informados quedaron sorprendidos cuando, dando seguimiento a los ataques a Fuerzas de Operaciones Especiales de Estados Unidos en Niger, se enteraron de que cientos de soldados estadounidenses se encuentran allí. (El Congreso, de hecho, fue notificado del despliegue en Niger, pero la notificación fue rutinaria y atrajo poca atención).
La probabilidad de que el Congreso asuma su responsabilidad de una nueva votación para una nueva autorización para el uso de las fuerzas militares es bastante baja. Pocos en el Congreso han olvidado el costo que tuvo el voto de Hillary Clinton en 2003 a favor de la guerra en Irak para sus ambiciones presidenciales cuando se trató del principal desafío que Barack Obama le planteó.