Arecibo, Puerto Rico (CNN) – No escucharán su muerte de labios de los funcionarios que investigan el paso del huracán María por Puerto Rico, pero es necesario conocer su nombre y su historia.

Se llamaba Isabel Rivera González.

Tenía 80 años. Le encantaba bailar, y era famosa en este pueblo montañoso de Puerto Rico por sus movimientos de merengue los sábados por la noche. En las fotos familiares que se mostraron en su funeral, aparece riendo cerca de la costa con unos flamencos detrás. En una imagen en blanco y negro, sonríe radiante con un bebé en brazos, uno de sus cinco hijos. Unos hijos que la describen como una mamá saludable y llena de energía, una mujer que irradiaba vitalidad.

Rivera sobrevivió al huracán María el 20 de septiembre acurrucada junto a su novio, Demencio Olmeda, de 76 años. Los vientos desatados por la tormenta desgarraron sus cortinas y ventanas, lanzaron escombros al aire, cortaron el suministro de luz y agua y mataron, oficialmente, a 51 personas.

“La recordaré todos los días”, me dijo Olmeda.

El 15 de octubre, tres semanas después de la tormenta, Rivera murió mientras esperaba ser operada en un hospital que se había quedado sin electricidad con el huracán y cuyo generador de respaldo falló, según varios de los miembros de su familia. Muertes semejantes, las de personas que podrían estar vivas si no fuera por la tormenta, deberían incluirse en las cifras de mortalidad por el huracán, dijo Héctor Pesquera, secretario del Departamento de Seguridad Pública de Puerto Rico, que supervisa el recuento .

Rivera murió el 15 de octubre en el Centro Médico Manatí.

Sin embargo, la muerte de Rivera no se consideró ni contabilizó entre los muertos por el huracán María, según pudo saber CNN después de entrevistar a funcionarios puertorriqueños y federales, directores de funerarias y administradores de hospitales en el municipio de Rivera, Arecibo, a una hora al oeste de San Juan.

El número oficial de muertos por el huracán en Arecibo es de uno: un muerto por avalancha de tierra cuya autopsia se realizó en la Oficina de Ciencias Forenses de San Juan, según documentos del gobierno. Rivera no murió por un deslizamiento de tierra y su cuerpo no se envió a San Juan para una autopsia, según los familiares y Roberto Jiménez, el director de su funeraria.

“Veo su muerte como consecuencia directa de lo que sucedió” debido al huracán, comentó Christina Camacho, una de las nietos de Isabel Rivera, que vive en Filadelfia.

El hospital donde murió lo niega.

La historia de Rivera, y la de su municipio, es el comienzo de una investigación de CNN sobre las muertes no contadas a raíz del huracán María en Puerto Rico. Si conoce a alguien que murió durante el huracán o sus secuelas y cree que el gobierno no la ha contabilizado, puede rellenar nuestro formulario más abajo. Nuestro objetivo es investigar algunas de sus historias para determinar si el número de muertos oficial es inferior al real.

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Ayuda a CNN a identificar muertes por el huracán no contabilizadas

Oficialmente, más de 50 personas murieron a causa del huracán María en Puerto Rico. Algunos expertos creen que el número real puede ser mucho mayor. CNN quiere tu ayuda para buscar la verdad. ¿Conoces a alguien cuya muerte no se pudo contabilizar después del huracán María? Esto podría incluir a personas que murieron por causas indirectas, como alguien que murió en espera de un tratamiento médico no disponible. Si es así, complete este formulario o envíe un mensaje de texto / WhatsApp al + 1-347-322-0415. Alguien de nuestro equipo se comunicará con usted.

‘Los números no cuadran’

Todas las muertes relacionadas con el huracán en Puerto Rico deben ser revisadas por la Oficina de Ciencias Forenses, de acuerdo con Pesquera. Las entrevistas con directores de funerarias, sin embargo, indican que algunos cuerpos de personas que pudieron haber muerto por causas relacionadas con la tormenta nunca llegaron a esa oficina.

Para tener una idea de cuántas muertes podrían no haber sido contabilizadas por el gobierno, decidí realizar un experimento informal: entre el 19 y el 21 de octubre, visité las cinco funerarias operativas en Arecibo, que es uno de los 78 municipios de Puerto Rico, donde viven alrededor de 88.000 de los 3,4 millones de habitantes del territorio. Otras dos funerarias estaban cerradas.

Conocí a la familia de Rivera durante esta búsqueda, junto con Jiménez, el director de la funeraria.

Jiménez, quien opera la funeraria Cristo Rey en Arecibo, me dijo que había registrado 39 muertes desde el huracán María, un aumento de 15 en el mismo lapso de tiempo con respecto a años anteriores.

Parte de ese aumento puede deberse al hecho de que dos funerarias de la zona están cerradas, dijo. Pero sospecha que cuatro o cinco de las muertes estuvieron relacionadas con el huracán.

En total, los directores de funerarias de Arecibo contaron 114 muertes en el mes desde la tormenta. Unas 25 probablemente parecen estar relacionados con el huracán María, dijeron, basándose en sus conversaciones con familiares. Aproximadamente 20 de esos cuerpos fueron enviados a San Juan para análisis forense, cuentan.

Uno de los hospitales más grandes de Arecibo, el Hospital Pavía, no quiso hacer ningún comentario al respecto. El 5 de octubre, los funcionarios del hospital declararon a la radio pública estadounidense NPR que 49 cuerpos habían sido llevados allí desde que ocurrió el huracán, incluyendo algunos de otros municipios vecinos. José J. Martínez, propietario de la Funeraria San Luis, me dijo que visitó el hospital poco después de la tormenta. Los cuerpos se amontonaban uno encima de otro en la morgue, que claramente estaba desbordada en su capacidad, comentó.

“La gran mayoría de los cuerpos estaban en descomposición”, dijo. “Olía horrible”.

José S. Rosado, director ejecutivo del Centro Médico Manatí, donde murió Rivera, me contó que ningún fallecido en ese hospital había sido llevado a San Juan para análisis forenses. Explicó que sólo se enviaban a la capital para su análisis las muertes por traumatismos fuertes, los ahogamientos, las caídas, las víctimas de crimen y los cuerpos que llegan muertos. Eso se contradice con las instrucciones que, según Pesquera, se distribuyeron a todos los hospitales de Puerto Rico, y que, de acuerdo con él, incluían causas indirectas de muerte.

“Todas fueron causas naturales de muerte”, explicó Rosado.

Por otro lado, 112 personas se han dado por desaparecidas en Puerto Rico desde el huracán, a fecha de 18 de octubre, dijo José Rosario, sargento de la policía que maneja los casos de personas desaparecidas.

No está claro si esas personas terminarán incluidas en la lista de fallecidas por el huracán, según Pesquera. No hay una fecha límite en ese proceso, aclaró, y las familias, funerarias u hospitales podrían impugnar cómo se ha clasificado una muerte incluso después de que la persona está enterrada.

Hasta el 21 de octubre, la Oficina de Ciencias Forenses había analizado más de 750 cadáveres, de acuerdo con Pesquera. De ellos, 51 muertes se atribuyeron al huracán, incluidos dos fallecimientos más recientes relacionados con enfermedades transmitidas por el agua, que el gobierno confirmó esta semana.

Sesenta y tres cuerpos estaban acumulados esperando la autopsia en San Juan, dijo.

Evelyn Cruz Rivera, una de los cinco hijos de Isabel Rivera, junto al ataúd de su madre.

Es poco probable que el número oficial de muertos por el huracán sea tan alto como debe, señaló Martínez, el dueño de la funeraria, que tramitó 12 cadáveres en el mes posterior a la tormenta, dijo.

“Sospecho que la mayoría de ellos probablemente eran del huracán”, comentó Martínez. Citó el ejemplo de una mujer que murió de un aparente ataque al corazón cuando esperaba en la fila para obtener combustible.

“Los números no cuadran”.

‘La llevamos bien a casa’

Algunos detalles de la muerte de Rivera están en entredicho.

El Centro Médico Manatí confirmó el corte de energía pero me dijo que Rivera murió por una dolencia cardíaca preexistente, no por la interrupción del servicio eléctrico. “Se encontraba demasiado inestable para someterse a esa operación” para extraer líquido de sus pulmones, declaró el Dr. Luis Rosa, director médico del centro.

El hospital también tenía la capacidad de realizar el procedimiento con un pequeño generador de emergencia, pero decidió no hacerlo porque no había respondido a otros tratamientos, explicó Rosa. Además, Rivera había estado en el hospital antes de la tormenta con problemas de corazón, agregó.

Por su parte, Olmeda, el novio de Rivera, me dijo que el procedimiento se pospuso debido a un apagón. Los familiares afirman que el hospital minimizó la gravedad de la situación. Varios de ellos me comentaron que su salud era relativamente buena antes de que golpeara el huracán.

“El médico seguía diciendo que para el lunes podría irse a casa”, señaló Miguel Cruz, hijo de Rivera.

“La llevamos bien a casa”.

La funeraria Cristo Rey, que se encargó del cuerpo de Rivera, dice que ha visto 39 muertes en el mes transcurrido desde el huracán.

A veces es difícil, si no imposible, determinar si muertes como esta se produjeron a raíz de un desastre, pero, ante la duda, los médicos deberían incluir tales muertes para el análisis como parte de la cifra de muertos en lugar de descartarlos, dijo el dr. Gregory J. Davis, profesor y director del servicio de consultas de patología forense de la Universidad de Kentucky.

Davis señaló que los profesionales médicos pueden tener desacuerdos razonables sobre estos asuntos, pero en general deberían seguir lo que él llama la regla del “si no fuera por”, que significa que “si no fuera por el huracán, ¿cree que esa persona habría muerto cuando murió?” Si “podría haber vivido otro día”, dijo, entonces sus muertes deberían clasificarse como relacionadas con el huracán.

“Si alguien se está muriendo de una larga enfermedad y se pone una pistola en la cabeza, la causa de la muerte sigue siendo la herida de bala, no la enfermedad terminal”, explicó Davis.

Los administradores del Centro Médico Manatí sostienen que no vieron muertes relacionadas con el huracán después de la tormenta, y aseguran que siguieron las directrices de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades al decidir clasificar estas muertes como naturales en lugar de relacionadas con el huracán.

Las muertes indirectas por huracanes son las más discutibles, explicó Davis, de la Universidad de Kentucky, y por lo tanto, son las más propensas a ser objeto de manipulación política. Estas muertes, que podrían incluir a alguien que tuvo un ataque de pánico después de la tormenta y murió, o alguien que murió por una herida sufrida mientras limpiaba los restos del huracán, deberían clasificarse como atribuibles a la tormenta, según Davis y funcionarios de Puerto Rico.

“El político que está preocupado por la imagen, ya sea en el continente o en la isla, podría decir que no se van a incluir esas muertes porque eso infla el número”, agregó.

‘Tonterías’ que la cifra de muertos se manipule, dice funcionario

A algunos puertorriqueños les parece sospechoso que el 3 de octubre, cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, visitó la isla, la cifra oficial de muertos era de tan solo 16 personas.

“Pueden estar muy orgullosos de todo su pueblo y nuestra gente trabajando juntos”, dijo el presidente Trump entonces, destacando el relativo bajo número de muertos. Comparado con una “catástrofe de verdad” como el huracán Katrina, Trump declaró que “nadie ha visto algo como esto”.

Poco después de la visita oficial de Trump, la cifra de muertos aumentó a 34.

Tina Cruz, hija de Isabel Rivera, me dijo que la familia se siente olvidada por el gobierno.

Varios familiares le dijeron a CNN que creen que la muerte de Rivera estuvo relacionada con el huracán.

Pesquera, jefe del Departamento de Seguridad Pública de Puerto Rico, defendió las labores del gobierno para hacer un recuento exacto en condiciones extremadamente difíciles, con cortes en la mayoría de las comunicaciones y con muchas careteras intransitables.

Cualquier insinuación de que, a propósito, queremos mantener bajo el recuento de muertos carece de sentido, dijo.

“¿Crees que me importa lo que piense el gobierno de Estados Unidos sobre el recuento de cadáveres? No me importa”, declaró Pesquera. “Me importa poco lo que pueda ser menos embarazoso”.

“Trabajamos con información objetiva. Todo lo que encontremos relacionado o no relacionado se incluiría”, afirmó. “Prefiero incluirlo que no incluirlo. No hay ninguna razón para que no incluyamos un recuento exacto. Al contrario. Todo lo contrario”.

Cuando le preguntamos sobre el número de muertos en Arecibo, específicamente, me dijo que “no puede decir si eso es preciso o no” porque no ha revisado los casos específicos a los que hacen referencia los directores de las funerarias.

Si Rivera gozaba de buena salud antes de la tormenta, eso es lo que dice su familia; el hospital mantiene que ya padecía insuficiencia cardíaca congestiva; entonces su muerte debería haberse revisado para ver si el corte de energía contribuyó a su deceso, dijo Pesquera.

“Casos en los que hay dudas, casos que el hospital remitió para su autopsia, casos en los que el fiscal del distrito dice: ‘Creo que el instituto debe encargarse de eso’, todos esos los vemos”, señala.

“Si muero y el médico dice ‘ataque al corazón’, pero el ataque al corazón se debe a que no recibí, digamos, por ejemplo, oxígeno, o se suponía que iba a someterme a diálisis, o tuve un ataque de pánico durante la tormenta, o algo que pueda relacionarse con el [huracán], entonces debería anotarse en el certificado de defunción para que podamos contarlo. Esas son instrucciones de los CDC [Centros para el Control y Prevención de Enfermedades]. Esa es la norma en Estados Unidos [y fue] comunicada a todos los hospitales”.

‘A veces no se sabe’

En las últimas semanas, algunos expertos han comenzado a cuestionar la veracidad del número de muertos.

Entre los principales problemas, dijo John Mutter, profesor de la Universidad de Columbia que estudió las muertes después del huracán Katrina, está el hecho de que todas las posibles muertes por el huracán son revisadas por una sola oficina en San Juan. En comparación, muchos de los 50 estados de Estados Unidos cuentan con médicos forenses por condado o subregión.

La cifra oficial de muertes por el huracán es de 51. No incluye a Rivera.

“La tormenta impactó en toda la isla, no solo en San Juan”, dijo.

Los problemas de comunicaciones agravaron la situación, especialmente en el período inmediatamente posterior a la tormenta, explicó Héctor M. González, director de la funeraria Santa Cruz en Arecibo.

Pesquera, el funcionario del gobierno, asigna gran parte de la responsabilidad del recuento a los hospitales. Quizás, dijo, el gobierno debería considerar exigir a los médicos que sigan ciertos criterios al evaluar qué muertes se envían a San Juan para hacerles la autopsia después de un huracán.

“Te digo que dependiendo del día tenemos diferentes criterios” en cuanto a las muertes que se clasifican como naturales y que se envían para su revisión, dijo.

Los hospitales que sufren apagones tienen que tomar decisiones de vida o muerte sobre quiénes deben tratar primero, comentó Davis, profesor de la Universidad de Kentucky. “Tienes que tomar esas decisiones de triage que son realmente difíciles en esas situaciones … Son decisiones agónicas. Se me retuerce el estómago solo de hablar de esto”, dijo.

No está claro si se está contando de menos o no, y si es así, en qué medida. González, de la funeraria de Santa Cruz, me contó que no creía que la tasa de mortalidad hubiera aumentado notablemente.

Otros directores de funerarias en ese municipio sospechan que hubo un aumento.

Mutter, profesor de Columbia, me dijo que hubiera esperado que la cifra de muertos en Puerto Rico fuera de cientos, en parte debido al nivel de pobreza en la isla, y también porque muy poca gente habría podido evacuar, como lo hicieron con el huracán Irma en Florida.

El número de muertos es importante, aseguró, porque influye en la cantidad de dinero que la gente dona para el alivio de desastres y también afecta la forma en que los gobiernos responden.

Reconoció que siempre habrá incertidumbre en torno a algunas muertes.

“A veces no se sabe”, dijo. “Simplemente no lo saben. La persona murió ese día y no pueden saber cuál fue la causa de la muerte, así que hay un signo de interrogación”.

Se pueden investigar otras muertes entrevistando a miembros de la familia o realizando un análisis forense. Pero una vez que se entierra el cuerpo, según Mutter, mucha de la evidencia es inaccesible.

‘En la casa del Señor para siempre’

El 20 de octubre, los familiares de Isabel Rivera González abrieron las sombrillas para protegerse del sol caribeño mientras se preparaban para enterrar su cuerpo en una tumba que aún no lleva su nombre.

La tumba de Rivera todavía no lleva su nombre. Sus familiares dicen que se lo pondrán más adelante.

Christina Camacho, la nieta de Rivera, apretó su frente sobre el ataúd y sollozó en agonía. Lanzó una rosa blanca sobre la tumba antes de que descendieran el cuerpo a la tierra y luego se cubriera con cemento. Con el sudor en la frente, Camacho y otros levantaron una plancha de granito sobre ella y la colocaron en posición con la ayuda de tubos de metal oxidados.

Un pastor leyó el Salmo 23 de la Biblia.

“Sí, aunque camino por el valle de la sombra de la muerte, no temeré al mal; porque tú estás conmigo; Tu vara y tu cayado me consuelan … y habitaré en la casa del Señor para siempre”.

Después del entierro, algunos familiares se reunieron junto a otra tumba más arriba de la de Rivera. Me acerqué para hablar con ellos, cruzando sobre los restos que dejó el huracán: cruces de piedra derribadas por los vientos, una estatua decapitada de Jesús. A lo lejos, los árboles, deshojados, mostraban algunos mechones verdes: pequeños signos de renovación en una isla golpeada.

En la segunda tumba, encontré a Rodolfo Rivera, de 63 años. La tumba era de su madre: Mercedes Rivera Areas, la cuñada de Isabel. Murió de insuficiencia cardíaca una semana después de la tormenta, a los 85 años, dijo, una segunda muerte en una familia después del huracán María.

Las cuñadas eran muy próximas, me contó Rodolfo Rivera. Isabel era una de 24 hermanos. En la década de 1950, cuando el hermano de Isabel y Mercedes comenzaron a crear una familia propia en Ohio, Isabel se trasladó allí desde Puerto Rico para ayudarlos a criar a sus hijos. Allí, conoció a su difunto esposo. Las dos parejas compartían una casa, dijo, como una gran familia.

Rodolfo Rivera cree que el estrés de la tormenta también llevó a la muerte a Mercedes Rivera.

“Todavía estaría viva si no fuera por ese huracán”, dijo.

Ahora que ella e Isabel están enterradas, la familia, y Puerto Rico, quizás no lo sepan nunca.

(Con información de Cristian Arroyo)