Esta es una pregunta sencilla, aunque a veces cueste reconocerlo. Todo el mundo ha experimentado alguna vez miedo, sobre todo, cuando se es niño. Sin embargo, pasar miedo y afrontar situaciones aterradoras no conlleva las mismas reacciones en todos los niños.
Es algo irracional y esto hace que a veces no sea sencillo entender los miedos de los demás. Un hecho especialmente preocupante cuando la persona lo que siente es una fobia ante un objeto o situación. “Es necesario una concienciación, lo que llamamos nosotros una psicoeducación, es decir, explicar y hacer entender a los demás en qué consiste el problema, síntomas y cómo se le puede ayudar.
Todos deberíamos al menos intentar ponernos en el lugar de las personas que padecen una fobia y entender que no reaccionan así porque quieren, sino porque tienen un problema”, apunta la Dra. Cristina Maestro, psicóloga de la Clínica Universidad de Navarra.
Fiestas como las de Halloween o películas de terror ayudan en ocasiones a normalizar situaciones propensas a causar miedo. Y en cierto modo, el miedo es bueno. “No es malo sentirlo porque es una respuesta adaptativa, es decir, nos protege y nos permite reaccionar”, explica. Pero también puede ser peligroso, lo que lleva a la especialista a recalcar la necesidad de no forzar a nadie ante estas situaciones. “Es igual que cuando alguien no le gustan las montañas rusas y no se sube”, ejemplifica.
Uno de esos “peligros” es que el miedo se convierta en fobia. Un paso en el que la ansiedad afecta a la vida normal de quien lo padece. Es en ese momento en el que el paciente ve alterado su comportamiento y trata de evitar aquel estímulo que le causa pavor. “Las personas que padecen alguna fobia, describen la situación o estímulo fóbico con mucha angustia y malestar. La reacción más frecuente de estas personas para rebajar dicha angustia es la de evitar esos estímulos”, explica.
¿Nadie me entiende?
Ponerse en el lugar de la persona que padece fobia, como se ha mencionado, es un método beneficioso no solo para quien quiere comprender la reacción de esa persona si no para el propio paciente. Uno de los malestares que padecen asociados a esta enfermedad es la incomprensión. Ellos mismos son conscientes de que la fobia es algo irracional pero esa imposibilidad de poder explicarlo y ser entendido lleva a un empeoramiento de su estado.
“A un niño con fobia a los perros, le pueden decir ‘ven que no pasa nada, no muerde’, pero el niño se siente incapaz por la angustia que le genera. Además, el malestar añadido de que los demás no le comprenden conlleva unas consecuencias a nivel personal como baja autoestima o síntomas depresivos”, describe. Al mismo tiempo, pueden padecer síntomas fisiológicos como tensión muscular, palpitaciones o irritabilidad.
Entonces, ¿qué hacer ante esa fobia? Lo mejor es acudir al especialista. Él será el encargado de valorar cuál es el mejor tratamiento. Puede tratarse mediante terapia psicológica o combinada con tratamiento psicofarmacológico. Las principales técnicas son: de desactivación (relajación y respiración), cognitiva y de exposición. Precisamente, esta última ha obtenido grandes éxitos mediante la terapia de conducta.
“Consiste en ir exponiendo al paciente poco a poco al estímulo o situación fóbica. Se puede hacer en vivo, en imaginación e incluso con programas de realidad virtual. Lo que se pretende con ello es que la persona se vaya habituando a la situación y compruebe que el miedo desaparece”, describe. En definitiva, el paciente se enfrenta a su fobia, de forma controlada, para combatir su táctica de evitación.
Unas técnicas que dan esperanza. La fobia puede superarse y el paciente puede volver a controlar su vida diaria.