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Wolff: La gente que rodea a Trump dice que "es como un niño"
00:34 - Fuente: CNN

Nota del editor: Michael D’Antonio es autor del libro Never Enough: Donald Trump and the Pursuit of Success (editorial St. Martin’s Press). Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

(CNN) – En el libro ‘Fire and Fury: Inside the Trump White House’, el autor Michael Wolff caricaturiza al presidente de Estados Unidos como “un idiota rodeado de payasos”, según lo describe una fuente anónima. Es un boceto incompleto e insatisfactorio. Pero tengamos presente que el sujeto, Donald Trump, se ha descrito como un personaje de un cómic y que el trabajo de Wolff puede considerarse más cierto de lo que Trump quiere que creamos.

Wolff es más preciso e incisivo cuando señala que “muchas de las versiones” de los acontecimientos del equipo de Trump “son falsos, lisa y llanamente, al estilo Trump”. Luego, nos pide que seamos indulgentes mientras trata de describir la realidad.

Las propias mentiras y las distorsiones del presidente, características de su estilo de liderazgo, imposibilitan que alguien confíe normalmente en él o en sus asistentes.

Como ciudadano común, Trump desarrolló este método de camuflaje para poder venderse como un producto humano. Al afirmar falsamente que varias estrellas querían salir con él o que la realeza británica estaba interesada en sus bienes raíces, jugó con la realidad.

En un supervendedor, este hábito es interesante. En un presidente, es aterrador y peligroso. Aunque la distorsión oculta a Trump, no lo hace invisible y Wolff detectó el contorno de su blanco. Entre sus grandes pinceladas, que me parecen exactas según mi experiencia como biógrafo de Trump y otras fuentes, están:

  • Trump suele evitar el tema en cuestión y prefiere contar anécdotas e historias que parecen ensayadas, una y otra vez. (Lo hizo conmigo, muchas veces).
  • A Trump le aburren las reuniones informativas y no le interesan los detalles (ha mostrado este rasgo desde hace mucho).
  • Trump exige una lealtad personal extrema (otra de las características de Trump).
  • El liderazgo de Trump ha creado un entorno combativo, con las facciones de la Casa Blanca en conflicto constante (piensen en las noticias del año pasado).
  • Trump cree que la “experiencia” está “sobrevaluada” (me lo ha dicho).
  • Tristemente, los reportes de Wolff sobre los disparates que dice sobre las mujeres y su esfuerzo por entender el atractivo de la supremacía blanca también parecen ser ciertos.
  • LEE: El libro de Wolff sobre Trump hiere al presidente donde más le duele: en su imagen

Además de dar la impresión de que es un presidente no apto para el trabajo más importante del mundo, Wolff pinta, a grandes pinceladas, una imagen creíble de quienes se ven en dificultades para trabajar con él o que traman su propio ascenso. Según él, los altos funcionarios llaman a Trump “imbécil”, “idiota” y “tonto como una mi****”. Su hija Ivanka planea, junto con su esposo, volverse presidenta algún día, si tiene la oportunidad. Todo esto suena creíble.

Como Wolff revela, es probable que Steve Bannon, antiguo estratega de Trump, haya sido la primera persona que se dio a la tarea de controlar al presidente y lo logró. Bannon es igual a Trump si hablamos de egos y tal vez lo supere en cuestiones estratégicas y políticas; insinúa que sabía más de los planes del presidente que el mismo presidente y que consideraba que Trump es “un gran mono de corazón amable”.

Pese a su prosa sensacionalista, que da la impresión de que estuvo presente aunque no fue así, Wolff convence al escribir que los empleados de la Casa Blanca pasaban mucho tiempo imaginando escenarios de película.

Desde el primer día, los asesores urgieron a Trump y a sus más allegados a evitar distanciar a la prensa, al Congreso y especialmente a las autoridades de los servicios de inteligencia porque “encontrarán una forma de vengarse y tendrá dos o tres años de investigaciones sobre Rusia; cada día se filtrará algo nuevo”.

Dirigida por un presidente impetuoso y errático, la Casa Blanca no pudo mostrarse digna ante ningún sector electoral y optó por iniciar una batalla con todos. El sentido común indica que hombres y las mujeres sabios le aconsejaron que fuera cauto y el desempeño de Trump confirma que no siguió sus consejos.

Otros aspectos del relato de Wolff, que se basa exclusivamente en sus fuentes, muchas de ellas anónimas, entran en la categoría de “¿quién sabe si puede ser cierto?”. Entre ellos están:

  • Trump estaba molesto por no haber podido quedarse en su hotel en Washington en la víspera de su toma de posesión.
  • Sean Spicer, el secretario de Prensa, estaba indignado por la percepción distorsionada de Trump sobre la ceremonia de toma de posesión.
  • Bannon motivó las acciones antiinmigrantes de los primeros días de la presidencia.
  • El pleito de Trump con la conductora de televisión Mika Brzezinski comenzó cuando ella comentó, en el Despacho Oval, que había estado allí frecuentemente cuando su padre fue asesor de seguridad nacional de Jimmy Carter.
  • Bannon descartó la idea de que el equipo de campaña de Trump hubiera conspirado con Rusia porque consideraba que no era lo suficientemente competente como para planear una conspiración.
  • Varias semanas después de la toma de posesión, Ivanka Trump se quejó de que “las cosas están muy mal y no sé cómo arreglarlas”.
  • A Trump le gustaba ir a acostarse a las 6:30 de la tarde y cenar hamburguesas con queso.
  • Él controla sus propios tuits.
  • De verdad creía que James Comey, exdirector del FBI, quería llamar la atención —”Comey era un soplón”, dijo Trump— y merecía que lo despidieran.
  • Bannon, quien logró influir en Trump más que nadie, finalmente perdió la batalla por la atención de Trump ante Jared Kushner e Ivanka Trump, quienes, de acuerdo con Wolff, viven “una vida de fantasía creada por ellos”.

En general, el relato de Wolff pinta una Casa Blanca llena de intrigas, en donde al principio reinó la esperanza pero al final, la desesperación. Al principio, la familia de Trump pensaba que podían “hacer que esto funcione”, pero en cuestión de meses, “literalmente no había un solo miembro del personal de alto rango que estuviera seguro de esa premisa”.

Parte de lo que Wolff presenta es tan especulador que sus detractores —y los defensores más apasionados de Trump— podrán diseccionar su trabajo. Estos excesos reducirán el impacto del libro y, a final de cuentas, serán contraproducentes al registro histórico.

Tal vez Trump y sus aliados tengan razón en mostrarse indignados con la forma en la que Wolff y sus fuentes tratan a su familia.