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Se reaviva el debate sobre el derecho a comprar armas en EE.UU.
01:41 - Fuente: CNN

Nota del editor: Nota del editor: Sally Kohn es analista política de CNN y autora del libro The Opposite of Hate. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

(CNN) — El problema del odio nos afecta a todos; es una realidad que recordamos cuando Nikolas Cruz entró a la escuela Marjory Stoneman Douglas de Parkland, Florida, y mató a 17 personas. Conforme surge más información sobre Cruz, va quedando claro que tenía un sórdido historial de manifestaciones racistas, homófobas y antisemitas en las redes sociales.

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Sin embargo, el odio no solo nos afecta cuando tiene consecuencias horribles e incluso letales. De hecho, todos perpetuamos el odio. Claro que Cruz es responsable de sus palabras y sus actos. Nadie le obligó a escribir “Odio a los judíos, a los negros, a los inmigrantes” y nadie le obligó a pulsar el gatillo la semana pasada. Pero así como es imposible separar los actos de Cruz del clima de violencia en general —y particularmente de la violencia con armas de fuego— en Estados Unidos, es imposible separar sus creencias de la cultura que lo rodea.

La Asociación Nacional del Rifle de Estados Unidos no puso un arma en manos de Cruz, pero se ha opuesto constantemente a los intentos de impedir que personas mentalmente inestables compren armas; ha peleado contra los intentos de subsanar las lagunas en el sistema de revisión de antecedentes y ha destinado más de 50 millones de dólares a apoyar a candidatos que respaldan su proyecto pro-armas, según el Centro de Políticas Receptivas, un grupo de investigaciones apartidista.

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parece que se están manifestando más públicamente las actitudes supremacistas de los blancos.

La culpabilidad de Cruz no se borra si reconocemos este contexto. De igual forma, aunque Cruz es responsable de sus opiniones y de cómo las expresaba en línea, esas opiniones también existen dentro de un contexto más amplio. Últimamente, parece que se están manifestando más públicamente las actitudes supremacistas de los blancos. Según la agencia de noticias Reuters, los crímenes de odio en nueve de las principales ciudades de Estados Unidos —desde la profanación de sinagogas hasta ataques contra musulmanes— aumentaron más del 20% en promedio en 2016, incremento que el Centro para el Estudio del Odio y el Extremismo atribuye a la candidatura y el triunfo electoral de Donald Trump, así como a que cada vez son más las víctimas que alzan la voz.

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Desde el día en el que anunció su candidatura, Trump ha atacado a los mexicanos, los llamó violadores y narcotraficantes; trató de prohibir la entrada a Estados Unidos a la gente de países mayoritariamente musulmanes y se burló de un reportero con discapacidad. Cuando una mujer murió el año pasado en Charlottesville, Virginia, mientras protestaba contra un mitin de supremacistas blancos, se mostró inusualmente recatado cuando le pidieron que censurara esta ideología odiosa.

Pero esto trasciende a Trump. Es imposible separar las actitudes de supremacía blanca, machismo, xenofobia y homofobia de la historia y el contexto general de nuestro país. Después de todo, los fundadores de Estados Unidos fueron gente blanca que masacró y expulsó a los indios americanos y luego esclavizó a los africanos para construir todo: granjas, ferrocarriles y hasta el Capitolio. Este es un hecho, así como es un hecho que hasta hace relativamente poco, en la historia de Estados Unidos, la gente negra y las mujeres no tenían los mismos derechos que los hombres blancos… y muchos todavía no tienen igualdad de oportunidades.

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Aunque las expresiones de racismo o machismo declarado son preocupantes y problemáticas —como lo es que los líderes políticos las fomenten—, la cruda realidad es que todos hemos crecido en un entorno en el que el odio predomina. Aunque nos felicitemos por no ser fanáticos declarados, no nos engañemos. Ese odio puede alojarse en los rincones más profundos de nuestra mente. Estos prejuicios inconscientes son los que suelen manifestarse injustamente en los patrones de diseño de políticas públicas, contratación, concesión de préstamos bancarios, admisiones a escuelas y más.

Parece que Nikolas Cruz era un fanático declarado… y afortunadamente, una excepción a la regla en muchos sentidos. Pero este fanatismo refleja la clase de odio que permea a nuestra sociedad y, en mayor o menor grado, en todos nosotros.

Cuando se trata del odio y la violencia, tenemos que lograr que los perpetradores rindan cuentas al tiempo que examinamos el entorno y el contexto que les da pie y analizar qué es lo que podemos hacer, como sociedad, para prevenir atrocidades futuras.

Así como necesitamos dejar de tratar cada tiroteo masivo como un incidente aislado y finalmente hacer algo respecto a las políticas y a la cultura pro-armas que permiten esos incidentes, necesitamos entender que el odio que los pistoleros manifiestan también está conectado con un contexto más amplio que lo fomenta. Cuando nos demos cuenta de la forma en la que se relacionan estos incidentes con estas mentalidades, podremos empezar a hacer algo respecto a los hábitos de violencia y odio que perpetuamos, consciente o inconscientemente.