Nota del editor: Joshua Campbell es analista de leyes de CNN, que proporciona información sobre crimen, justicia y temas de seguridad nacional. Anteriormente se desempeñó como agente especial de supervisión con el FBI. Las opiniones expresadas en este comentario son suyas.
(CNN) – Va una advertencia para aquellos, más allá de su tendencia política, que siguen el trabajo del fiscal especial Robert Mueller: consideren la decepción como una posibilidad. Lo cierto es que, como defensor apolítico del estado de derecho, Mueller no irá más allá de donde lo lleven las evidencias.
Hemos visto lo que pasa cuando una gran parte de la sociedad confía demasiado en los investigadores federales como vía para validar sus deseos electorales. ¿Recuerdas el caso de Hillary Clinton?
Cuando los oficiales del FBI dieron luz verde a una investigación sobre el uso que Clinton hizo de un servidor privado de correo electrónico, sabían que la investigación podría despertar la ira de republicanos o demócratas, dependiendo de su resultado. Debido a la opción binaria de buscar o rechazar el juicio a la candidata de un importante partido político, el sentimiento entre muchos en el FBI era que, efectivamente, nadie iba a salir con vida.
Por supuesto, los investigadores nunca estuvieron en peligro físico, pero la intensa polarización política en el país dificultaría que quienes estaban cegados por el partidismo se fijaran claramente en los hechos del caso y sacaran una conclusión justa y honesta. Una de las partes iba a estar enojada. Y enojados estuvieron.
Cuando el director del FBI, James Comey, se acercó a los micrófonos en julio de 2016 para anunciar la recomendación del FBI de no enjuiciar a Clinton, la derecha estalló. ¿Cómo el FBI podría no ver lo obvio? ¡Ella era culpable claramente! ¡La solución estaba ahí!
Lo que siguió fue una cacofonía del ridículo por parte de fiscales poco profesionales, algunos de ellos exempleados del FBI, que respondieron con desdén y opinaron con autoridad sobre una investigación en la que no participaron.
Como asistente especial de James Comey, me encontré con personas de todo el país que, para mi asombro, habían considerado a Comey como su última mejor esperanza contra la elección de Clinton como presidenta. Fue sorprendente escucharles opiniones políticas tan descaradas sobre el trabajo de una de las instituciones apolíticas más importantes de Estados Unidos.
Simplemente no podían ver más allá de sus propias creencias políticas para sopesar objetivamente los hechos del caso.
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La verdad es que la pretensión no estaba reservada exclusivamente para el Partido Republicano. Vayamos rápido a octubre de 2016, cuando el sorprendente descubrimiento de correos electrónicos de Clinton en la computadora portátil de Anthony Weiner provocó que el FBI volviera a abrir su investigación. Los demócratas fueron apopléjicos, y algunos, como Lanny Davis, finalmente culpan a Comey por la derrota de Clinton.
El principal problema con nuestra cultura política polarizada es que no se ajusta a la forma en que los fiscales y los agentes especiales del FBI ven el mundo. Los investigadores viven sus vidas, recogen pruebas y van hacia donde conducen los hechos. Toda conclusión se basa en una revisión independiente de la información recopilada en su totalidad, no en un resultado deseado al inicio.
Por el contrario, en política, uno comienza con un resultado deseado y luego trabaja para lograr ese objetivo. Se trate de elegir un candidato, aprobar leyes o derrotar al competidor, todos los esfuerzos apuntan a hacer el mejor uso de recursos, personal y la opinión pública para conseguir que un bando gane.
Las dos realidades descritas anteriormente chocan cuando alguien que espera un resultado político particular busca a las autoridades como el medio para ese fin. Lo que nos lleva a Mueller y su investigación independiente.
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Hasta ahora, el fiscal especial ha desenterrado lo que parecen ser violaciones graves de la ley federal, incluidas las denuncias de lavado de dinero, la mentira al FBI y los esfuerzos de ciudadanos extranjeros para influir en las elecciones de 2016. Sin embargo, nadie, excepto Mueller, sabe a dónde conducirá la investigación o a quién impactará en última instancia.
Debido a que no conocemos todos los detalles de la investigación en curso, no tenemos forma de saber si el trabajo de Mueller está a punto de completarse o no. Cualquiera que afirme lo contrario no es honesto. Cualquiera que confíe en que Mueller valide su versión es ingenuo.