(CNN) — Estados Unidos, y el mundo entero, debería abrocharse el cinturón después de que Donald Trump dejara claro que no habrá tregua en su caótica presidencia después de una de las semanas más turbulentas y discordantes hasta el momento.
En un par de discursos y una serie de tuits este fin de semana, Trump dio la impresión de que mientras que Washington y el resto del mundo tiemblan, él está en su salsa.
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Casi se sentía —en medio de murmullos y confusión entre el personal del ala oeste y con múltiples escándalos y acusaciones golpeando a la Casa Blanca— que Trump estaba enfatizando que él realmente había tomado el control de su propia Presidencia.
“Estoy logrando mucho en Washington y nunca había estado en mejor momento para hacer algo, y especialmente desde que esto es para el pueblo estadounidense”, escribió Trump en un tuit el domingo. Aparentemente estaba ansioso por disipar las informaciones de medios de comunicación que decían que estaba aislado, enfadado y fuera de control.
Mientras tanto, el presidente parece mantenerse firme con sus aranceles al acero y el aluminio —que han expandido el miedo a una guerra comercial que podría llevar a la economía global a una gran confusión—, aunque el lunes por la mañana dejó abierta la posibilidad de levantarlos si renegocia el NAFTA.
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“Estamos en el lado perdedor de casi todos los tratados de comercio. Nuestros amigos y enemigos se han aprovechado de Estados Unidos durante muchos años. Nuestras industrias de acero y aluminio están muertas. Lo siento, pero es tiempo para el cambio. Hay que hacer a Estados Unidos grande de nuevo”, tuiteó el domingo.
El anuncio de Trump sobre los aranceles la pasada semana fue una sorpresa porque no había detalles inmediatos sobre las políticas que lo respaldarían.
Pero no debería sorprender que el presidente haya decidido ponerse en el lado de los proteccionistas. Después de todo, él ha estado predicando ese mensaje durante 30 años.
El gurú de comercio de la Casa Blanca Peter Navarro dijo a CNN el domingo que pese a la furia y las amenazas de represalias de algunos de los aliados más cercanos a Estados Unidos, todo estaba a su favor.
“En este momento, no habrá países excluidos”, dijo, añadiendo que una vez que todos los requerimientos legales se hayan resuelto, Trump podría firmar una orden sobre los aranceles esta semana o la siguiente.
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Lo repentino de los aranceles de Trump alimentó los temores de algunos de sus aliados de que su presidencia estaba empezando a desmoronarse mientras él se enfurecía con sus subordinados y encadenaba una serie de malas noticias que tienen pocos paralelismos en los últimos tiempos. Solo la pasada semana:
.- La asesora de Trump Hope Hicks dimitió un día después de haber admitido en un panel del Congreso que había mentido a su jefe.
.- Una avalancha de informes sobre los negocios de su yerno Jared Kushner mientras actuaba como asesor principal estremeció el ala oeste.
.- Trump se enemistó públicamente con el secretario de Justicia Jeff Sessions, y quedó claro que el fiscal especial Robert Mueller sigue diversas líneas de investigación que apuntan hacia la Casa Blanca.
.- El jefe de personal de Trump, John Kelly, sugirió que Dios le había castigado al ponerle en su trabajo, mientras que Anthony Scaramucci, el breve director de comunicación del presidente, dijo que la moral en la Casa Blanca era tan mala como siempre lo había sido.
La extraña reunión en la Casa Blanca sobre la violencia es las escuelas —cuando él repudió la ortodoxia conservadora sobre el control de armas frente al vicepresidente Mike Pence y un grupo de legisladores del bipartidismo— apoyó la impresión de que Trump realmente estaba disfrutando de ser un solitario, libre de restricciones políticas.
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Pero también planteó preguntas sobre la consistencia del presidente, porque después de pedir un proyecto de ley sobre las armas “integral”, se sentó con los líderes de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) en el despacho oval.
Trump parecía liberado de nuevo el sábado, cuando acudió a una recaudación de fondos en su resort de Mar-a-Lago en la Florida.
Él arremetió contra sus predecesores en la Casa Blanca, Hillary Clinton y los demócratas mientras preparaban su asalto electoral de 2018. Pero los comentarios más asombrosos sucedieron cuando Trump elogió al presidente de China, Xi Jinping, por su poder para convertirse en el hombre más poderoso de China de por vida y, en efecto, convertirse en un dictador represivo.
“Creo que es genial. Quizá deberíamos intentarlo algún día”, dijo, según un audio del discurso obtenido por CNN.
El comentario jocoso fue bien recibido, pero era impactante aún así. Representó un revés desgarrador a casi medio siglo de política exterior de Estados Unidos. Y ha habido muchas señales de que con su temperamento, si no con actuaciones, Trump tiene un ratos de autoritarismo en su alma política.
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El sábado por la noche en la cena anual del club Gridiron, el presidente hizo un raro intento de burlarse de sí mismo. Pero tan crudo es el debate político en Washington, y tan tesas sus relaciones con la prensa, que muchos de sus comentario tuvieron un trasfondo de malicia.
“Mucha gente ha abandonado la Casa Blanca. En realidad está siendo emocionante y estimulante porque quieres nuevas ideas. Así que, a mí me gusta la rotación. Me gusta el caos. Es realmente bueno”.