Nota del editor: Phillip M. Carter es profesor asociado de Lingüística de la Universidad Internacional de la Florida (FIU. El profesor Carter no trabaja ni ofrece consultorías, no posee acciones, ni recibe fondos de empresa u organización alguna que pueda estar vinculada a este artículo, y no tiene afiliaciones de relevancia más allá de su designación académica. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
Detrás del acalorado debate sobre la inmigración en Estados Unidos se oculta una preocupación que, a menudo, no se expresa abiertamente: el idioma. No pocos creen que la inmigración proveniente de los países de habla hispana amenazaría el dominio del idioma inglés.
La lengua y la inmigración han estado ligadas políticamente durante mucho tiempo en EE.UU. Cuando la ciudad de Farmers Branch, Texas, aprobó un “requisito” para hacer del idioma de Shakespeare el idioma oficial en 2006, el entonces concejal Tim O’Hare justificó la medida diciendo que “debemos abordar la inmigración ilegal en nuestra ciudad y tenemos que hacerlo ahora”.
El Concejo Municipal de Farmers Branch votó de forma unánime en noviembre para dejar sin efecto la controvertida ordenanza, pero 31 estados y cientos de ciudades en este país, aún tienen leyes locales que reafirman el inglés como idioma oficial o único.
La percepción de que la inmigración de los latinos ha llevado a que el español deje de lado o incluso supere al inglés en Estados Unidos es generalizada. Después de todo, el español es el segundo idioma más dominante en el país, después del inglés. Lo hablan 48,6 millones de personas, según datos de varios lingüistas: 34,8 millones de hispanohablantes mayores de 5 años de diversos orígenes, 11 millones de inmigrantes latinoamericanos indocumentados y aproximadamente 2,8 millones de personas no latinas que hablan español en el hogar.
Los datos del censo sobre los cambios demográficos de EE.UU. proyectan que para el año 2060 la población latina del país (el grupo que más probablemente habla español), crecerá 115 % y alcanzará las 119 millones de personas.
Pero además de estas cifras hay otros argumentos sólidos. Como lingüista, he estudiado el bilingüismo español-inglés en Texas, California, Florida y en otros estados. Y puedo dar fe de que el español no se está apoderando de Estados Unidos. Al contrario, a pesar de los temores políticos de algunos, el español -en realidad- tiene una posición bastante débil en el país.
De bilingües a monolingües
¿Cómo puede la población latina crecer rápidamente mientras que el número de hispanohablantes se mantiene estable? La respuesta radica en las peculiaridades de los datos del censo -con frecuencia ignorados- y en la historia lingüística de Estados Unidos.
Si solo se observan los patrones de inmigración en el último medio siglo, es cierto que el número de hispanohablantes ha venido en aumento en Estados Unidos. Entre 1965 y 2015, aproximadamente la mitad de toda la inmigración provino de países de América Latina. Esta tendencia agregó a la población estadounidense unas 30 millones de personas, la mayoría de las cuales hablaban español cuando llegaron.
Pero esto es solo la mitad de la historia. Mientras que los nuevos inmigrantes traen el español consigo, las investigaciones demuestran que sus hijos tienden a ser bilingües y, por razones educacionales y culturales, tienden a preferir abrumadoramente el inglés. Como resultado, los nietos de esos mismos inmigrantes tienden a hablar solo en inglés.
Los lingüistas llaman a este fenómeno “el patrón de las tres generaciones”. En esencia, significa que en Estados Unidos los idiomas distintos al inglés se pierden para cuando se llega a la tercera generación.
Podemos ver este patrón reproducirse en los datos del Centro Hispano Pew. Las encuestas muestran que en el año 2000, el 48 % de los adultos latinos de 50 a 68 años hablaba “solo inglés” o “inglés muy bien”, y en el caso de los niños latinos de 5 a 17 años, la cifra era del 73 %.
En 2014, esas cifras habían aumentado al 52 % y al 88 %, respectivamente. En otras palabras, el reemplazo del español por el inglés está ocurriendo en todo el país. Y el paso del tiempo y de las generaciones lo explica.
¿Por qué el inglés es hegemónico?
El reemplazo de un idioma no es un fenómeno natural. Más bien es consecuencia de las fuerzas culturales que presionan a los hablantes para que abandonen una lengua y adopten otra. Estas fuerzas incluyen leyes que formalmente prohíben el uso del español en entornos educativos o gubernamentales, como lo hizo Farmers Branch, en Texas, durante once años.
Las escuelas también promueven el patrón de las tres generaciones. Aunque los padres y sus familiares latinoamericanos a menudo les hablan en español a sus hijos nacidos en Estados Unidos, esos niños —casi sin excepción— asisten a escuelas en inglés.
Allí aprenden que el éxito académico se logra en inglés. Como resultado, los niños de primera generación amplían sus vocabularios y habilidades de lectoescritura en inglés y no en español.
También pueden encontrar actitudes negativas hacia el español por parte de maestros y compañeros. Por ejemplo, en octubre de 2017, según reportó el New York Times, una maestra de secundaria de Nueva Jersey fue grabada en video cuando reprendía a tres estudiantes por hablar en español, animándolos a que mejor hablaran “americano”. No se trata de que no exista tal idioma, sino de que su mensaje fue claro.
La presión social y cultural para hablar inglés es tan grande que los padres inmigrantes latinos pueden notar resistencia frente al uso del español en casa, incluso desde la educación preescolar. Una generación más tarde, aunque los abuelos continúen usando el español en el hogar, los nietos a menudo les responden en inglés.
Los hijos de inmigrantes latinos, a menudo, sienten presión social para que hablen inglés en la escuela, según he podido constatar en investigaciones linguísticas de campo que he hecho durante mi carrera.
Los numerosos blogs, sitios web y guías dedicados a ayudar a los padres latinos a navegar en este terreno bilingüe indican cuán común es la sustitución del idioma.
De hecho, cuando les pregunto a mis propios estudiantes latinos cuándo hablan qué idioma y con quién, la respuesta es casi siempre la misma: español con los mayores, inglés con todos los demás.
Este patrón parece mantenerse en ciudades pequeñas y grandes, en las costas este y oeste, y en ciudades con poblaciones latinas grandes y pequeñas. Desde Chicago hasta el sur de California, el inglés es la lengua dominante de los hijos de inmigrantes hispanohablantes.
La sustitución del español por el inglés ocurre incluso en Miami, donde más del 65 % de la población es latina, según datos del Censo, y donde hablar español tiene claros beneficios económicos. Es por eso que en Miami es difícil encontrar suficientes maestros calificados que hablen español para las escuelas públicas.
El inglés crece sostenidamente
El español no es el único idioma de inmigrantes que ha tenido dificultadas para mantenerse en EE.UU. Los alemanes, italianos, polacos y suecos experimentaron sustituciones de lengua similares en los siglos XIX y XX. Estas lenguas, también, fueron consideradas a veces como una amenaza a la identidad estadounidense en su momento.
En ese momento, al igual que ahora, la ansiedad estadounidense sobre el rol del inglés en la sociedad de Estados Unidos era totalmente injustificada. En los aproximadamente 150.000 años de historia del lenguaje humano, nunca ha habido una lengua más segura y predominante que el inglés.
Cada vez más personas en todo el mundo hablan mandarín y español como primer idioma. En contraste, unos 400 millones de hablantes emplean el inglés como primera lengua y más de 600 millones de hablantes lo han adoptado como segundo idioma. Por lo tanto, goza de una posición global que no comparte ninguno de los más de 7.000 idiomas que se hablan en todo el mundo. Y ha sido así ha sido por casi medio siglo.
Si la inmigración latina disminuyera notablemente en Estados Unidos, el reemplazo del idioma podría llevar a que el español desapareciera en el país. Y el inglés, en cualquier escenario, mantendrá fuerte hegemonía.