CNNE 509131 - cnn rusos

Nota del editor: Sharon Burke es asesora sénior del Programa de Seguridad Internacional y del Programa de Seguridad de los Recursos de New America. Trabajó como secretaria asistente de Energía Operacional del Departamento de Defensa de Estados Unidos en la presidencia de Barack Obama y en el Departamento de Estado durante el gobierno de George W. Bush. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas de su autora.

(CNN) — En las películas de la Guerra Fría, en las que imaginábamos cómo sería la Tercera Guerra Mundial, había adolescentes armados en las Rocallosas, submarinos en Cape Cod y muchas escenas posapocalípticas perturbadoras. Pero sin importar cuál fuera el escenario, los estadounidenses siempre respondían.

Ahora, los rusos han llegado de verdad y se han infiltrado en cada rincón del país con el único objetivo de perturbar el estilo de vida estadounidense. Además, una cantidad enorme de estadounidenses no solo no está defendiéndose, sino que también colaboran involuntariamente al leer, retuitear y difundir propaganda y provocaciones rusas todos los días.

Por otro lado, según Gallup, la opinión pública en Estados Unidos sobre el líder de Rusia, Vladimir Putin, mejoró entre 2015 y 2017. La mayor parte de la mejora se registró entre los republicanos. Vaya cambio para el partido de Eisenhower, Nixon y Reagan.

Hace unas semanas, las intrusiones rusas dieron un giro siniestro. El FBI y el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) dieron a conocer que los rusos han estado hackeando la infraestructura estadounidense, incluida la red eléctrica. Si todavía no estabas preocupado por Rusia, ahora deberías. Además, ya pasó la hora de que Estados Unidos defina cuál sería una “respuesta equilibrada” ante estas nuevas formas de guerra en tonos de gris (no un conflicto armado, pero tampoco una coexistencia pacífica).

Los estadounidenses deberían preocuparse. Según el FBI y el DHS, los rusos han estado robando información y probando escenarios de ataques contra la estructura y la operación de la red eléctrica estadounidense, incluidos los sistemas de control industrial, de control de supervisión y de adquisición de datos. Un ataque a estos sistemas, particularmente si el daño es permanente, podría provocar un apagón prolongado.

Ahora, imagínate la vida sin electricidad. Sin luz, sin smartphones, sin internet de las cosas o sin cosas de internet, sin bancos, y en muchos casos, sin agua ni combustible porque esos sistemas suelen depender de bombas y otros equipos eléctricos. La mayoría de las bases militares estadounidenses también dependen de las redes civiles y los generadores de respaldo no pueden con nuestra fuerza cada vez más electrificada.

Es difícil saber cuáles son las intenciones de Rusia, pero la historia está llena de ejemplos de guerras en las que el blanco —y a veces, el arma— fue la infraestructura civil. Desde la destrucción de las cosechas atenienses por parte de los espartanos, en la antigua Grecia, hasta la estrategia de “desconcertar y sorprender” de Estados Unidos en Iraq, atacar el abasto de alimentos, el agua, el transporte y las comunicaciones ha sido una forma de cortar los suministros de las fuerzas armadas, de generar presión política y de destruir la moral del enemigo.

En la era digital, la electricidad es el blanco por excelencia (y el Pentágono seguramente sabe en dónde están las plantas eléctricas de Rusia). Sin embargo, lo nuevo es la capacidad de atacar este blanco sin disparar un solo tiro ni cruzar una frontera, lo que representaría un acto abierto de guerra. Los rusos demostraron en Ucrania que pueden cortar la energía desde lejos en una guerra no declarada. No es fácil lograrlo, pero Rusia no será el último país que use o que adquiera dicha capacidad.

Estados Unidos necesita urgentemente fortalecer la seguridad de la red nacional. No puede ser responsabilidad exclusiva del sector privado por varias razones. Primero, hay más de 8,000 plantas eléctricas en el país, ya sean centros grandes, bien conectados, de capital privado, o cooperativas rurales pequeñas con una fracción de los usuarios. Hay miles de empresas que poseen o suministran equipos en esta complicada mezcla de cables, metales y minerales. Estas empresas suelen estar optimizadas para ser confiables, no seguras. Tiene sentido porque el clima, el error humano y los animales causan daños a la infraestructura de la red y causan apagones en Estados Unidos todos los días. Un ejecutivo del sector me dijo: “Estamos preparados para las ardillas, no para los Estados nación”.

Sin embargo, en este momento el gobierno estadounidense no tiene un proyecto coherente de seguridad de la red. En las noticias sobre la alerta reciente incluso se mencionó al DHS, al FBI, al comando cibernético de Estados Unidos (CYBERCOM, por sus siglas en inglés) y al Departamento de Energía. Hay otras entidades involucradas, entre ellas la Comisión Regulatoria Federal de Energía y la Corporación de Confiabilidad Eléctrica de América del Norte. Es urgente aclarar las funciones y las misiones, designar claramente quién tendrá el mando y generar evaluaciones de riesgos coherentes y minuciosas. Eso también significa que hay que garantizar que las agencias de seguridad de la red cuenten con el personal, la tecnología, los recursos y el liderazgo necesarios. No podemos esperar que el FBI nos mantenga a salvo de ataques en el país si, por ejemplo, el presidente está socavándolo constantemente.

Y hablando del presidente, también es vital que instruya a la Autoridad del Comando Nacional (la cadena de mando en defensa, que incluye a líderes de los servicios de inteligencia y las fuerzas armadas) que le den opciones para responder a la agresión rusa.

Esto no nada más tiene que ver con Rusia, tiene que ver con sentar un precedente de la reacción de Estados Unidos a los ataques en esta nueva era de indefinición.

Sin embargo, tampoco depende nada más del presidente. En esas películas de la Guerra Fría, de los días en los que los estadounidenses contraatacaban, también nos unimos; teníamos tanta confianza en el poder de nuestras ideas y en la fuerza de nuestra economía como en el poder de nuestras armas. Aunque eso era ficción, a final de cuentas depende de nosotros mantener el país a salvo en la era digital.