(CNN) – Diecisiete días antes de Navidad, Humberta y Óscar Campos dieron un beso de despedida a sus hijos con ojos llorosos en el Aeropuerto Internacional de Newark, Estados Unidos. No estaban seguros de si volverían a verlos de nuevo.
La pareja había sido deportada a México.
Ahora, sus tres hijos, que son ciudadanos de Estados Unidos, están luchando por su regreso y sufriendo por salvar la casa familiar.
La casa de los Campos está mucho más silenciosa desde entonces, hay un vacío notable. No hay risotadas en respuesta a las bromas pesadas de su padre, y los aromas de la cocina de su madre ya no fluyen a través de su hogar en Bridgeton, Nueva Jersey.
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La ausencia ahora ha sido parcialmente rellenada por un estrés tangible.
Cuando Janet, hija de los Campos, no está cuidando la casa y a sus dos hermanos, ella está trabajando 35 horas a la semana en un Walmart. La chica de 22 años tuvo que dejar de estudiar en la universidad. Ahora tiene que hacer frente a los gastos de la hipoteca.
El ‘sueño americano’ de la familia Campos
La familia de Janet era la típica de millones de hogares estadounidenses que vivían el sueño americano estándar. Humberta y Oscar Campos empezaron una familia y compraron una casa. Dirigían un exitoso negocio de cuidado del césped y pagaban impuestos anualmente.
Su experiencia de sueño americano, sin embargo, era algo diferente: los Campos entraron en EE.UU. de forma ilegal hace más de 30 años. Después de que el Servicio de Inmigración y Aduanas supiera de esto hace 10 años, los Campos hacían un viaje de dos horas hasta Elizabeth, Nueva Jersey, para su registro en el ICE cada tres meses. Y cada año ellos solicitaban una renovación de su permiso de estancia, que siempre era concedida… hasta que el año pasado no lo fue.
Su deportación final no solo les separó de su sueño americano, sino de su familia estadounidense.
Dificultades para afrontar los gastos
Con solo 24 años, Óscar Campos Júnior, el mayor de los hermanos, es ahora el hombre de la casa.
“Sólo mi hermana y yo nos ayudamos”, cuenta sentado en el mismo sofá que una vez albergó las noches de cine semanales de la familia.
Él y Janet ahora se hacen cargo de su hermano más pequeño, Erwing, de 15 años.
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Mientras que Erwing está en clase, sus hermanos mayores trabajan duro para conseguir suficiente dinero para afrontar los gastos.
“Tenemos que ser realistas aquí, ellos no consiguen tanto como para pagar la hipoteca y pagar todo en la casa”, cuenta Arnoldo Santos, diácono en la iglesia de la familia, la parroquia de Holy Cross. Él prometió a su padre que cuidaría de ellos.
Incluso con horas extras ocasionales, Oscar Jr. no gana suficiente dinero en su trabajo de seguridad. Janet está tratando de encontrar un segundo empleo mejor remunerado para complementar su salario en Walmart.
Lo que los dos consiguen no es suficiente.
Por suerte, la iglesia, a través de donaciones, ha podido ayudar a la familia a pasar el bache.
Janet puede salir en hora en Walmart, pero más trabajo le espera en casa; Oscar Jr. se queda hasta tarde en el trabajo, tratando de tomar más horas extra.
Además del grueso de la cocina y la limpieza, Janet también tiene un poder legal sobre su hermano menor, Erwing. Recientemente enfermo con la gripe, tenía fiebre y le correspondía a ella llevarlo al médico y tomar decisiones por él.
“Estoy creciendo más rápido de lo que esperaba”, cuenta Janet sentada en la cocina que en su día albergaba las cenas familiares. “Me estoy perdiendo muchas de las cosas que haría a los 22 años”.
Janet también quiere unirse a la Armada de Estados Unidos, esperando que eso beneficie a su familia y el caso de sus padres.
Uno de sus tíos actualmente dirige el negocio de cuidado del césped mientras su madre y su padre esperan en México para regresar a casa.
Luchando por reunir a la familia
Mientras los hermanos Campos luchan por mantener su casa, una batalla aparte para traer de vuelta a sus padres a casa marcha en los tribunales.
“Nunca violaron la ley”, dice Janet. “No tienen antecedentes penales ni nada”.
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ICE está de acuerdo, señalando que solo fueron expulsados porque ingresaron ilegalmente al país.
“Si bien ICE enfoca sus recursos en individuos que representan una amenaza para la seguridad nacional, la seguridad pública y la seguridad fronteriza, la agencia ya no exime a las clases o categorías de extranjeros que antes estaban exentos de la posible aplicación de la ley”, dijo un vocero de ICE a CNN.
Michael DiRaimondo, el abogado de Humberta y Oscar Campos, dijo a CNN que la discreción procesal “se fue por la ventana” con el gobierno de Trump.
Tanto Oscar como Humberta tienen prohibido regresar a EE. UU. durante 10 años porque ingresaron ilegalmente al país.
DiRaimondo confía en que el caso de inmigración de Humberta pueda reabrirse y que no se apliquen los 10 años, pero el proceso para hacerlo podría tomar más de un año en completarse. El abogado cree que el juez original no consideró las dificultades para los hijos que quedaron atrás.
El caso de Óscar no es tan simple: volvió a ingresar a EE. UU. después de su deportación en 1995.
Pero los hermanos de Campos tienen esperanzas. Se mantienen firmes en mantener la casa y pagar a su abogado para seguir luchando por traer a sus padres a casa.
“Quiero que mis padres sepan que estamos bien”, dice Janet. “Simplemente trato de considerarlo como unas vacaciones y que, cuando vuelvan, sea como si nada hubiera cambiado. Todo va a estar bien”.