(CNN) – Es muy difícil ser amigo de Estados Unidos en este momento, pero la vida es buena para los adversarios de Estados Unidos.
Las tensiones diplomáticas y una creciente guerra comercial significa que el presidente Donald Trump puede esperar una fría recepción y un lenguaje corporal incómodo de parte de los líderes de los países aliados que asistirán a la cumbre en Canadá del G-7, que algunos han denominado G1+6.
Y las disputas de Trump con los socios tradicionales de Washington seguramente pondrán a prueba su promesa de que su ideología de “Estados Unidos Primero” no significa que Estados Unidos esté solo.
Sin embargo, tan pronto como termina la cumbre, Trump se lanzará a lo que es muy probable que sea una aventura mucho más cálida: un encuentro histórico en Singapur con uno de los hombres fuertes más notorios del mundo, Kim Jong Un, el líder de Corea del Norte, un país que técnicamente aún está en guerra con Estados Unidos.
A veces, parece que la política exterior de Estados Unidos ha quedado de cabeza.
Las relaciones de Estados Unidos con grandes aliados entró en crisis cuando la Casa Blanca de Trump impuso aranceles a las importaciones de acero y aluminio a Canadá, México y la Unión Europea.
La medida consternó a los gobiernos amigos porque fue justificada bajo el razonamiento de que sus políticas presentaban una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos.
Esos son países que derramaron sangre junto a Estados Unidos en las guerras posteriores al 11 de septiembre en Afganistán e Iraq, y estuvieron con Estados Unidos durante los años oscuros y amenazantes de la Guerra Fría.
“Me gustaría decir a todos los amigos estadounidenses de Canadá —y hay tantos— ¿en serio? ¿Realmente crees que Canadá, que tus aliados de la OTAN, representan una amenaza a la seguridad nacional?”, dijo la ministra de Relaciones Exteriores de Canadá, Chrystia Freeland, en el programa State of the Union de CNN este domingo.
“Este es realmente un mal momento para nosotros. Estamos heridos y siendo insultados”, agregó.
El contraste entre los aliados y los adversarios de Estados Unidos está especialmente marcado porque Trump, por petición de Xi, ha estado trabajando en revivir a la gigante de la tecnología china ZTE. La firma fue amenazada de extinción por las varias sanciones que le impuso Estados Unidos luego de que ZTE infringiera las restricciones al comercio con Irán y Corea del Norte. Al igual que los amigos de Estados Unidos, la compañía china, que según los críticos es un vehículo para la inteligencia, fue acusada de poner en riesgo la seguridad nacional de Estados Unidos.
Más allá de las guerras comerciales
Pero la sensación de malestar no solo es sobre el comercio.
Los aliados europeos de Estados Unidos están furiosos con Trump por ignorar sus súplicas de quedarse en el acuerdo nuclear de Irán y por haberse salido del acuerdo climático de París. Canadá está encerrada en una amarga renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) por culpa de Trump. Los amigos de Estados Unidos están molestos con la idea de que problemas que ellos ven como críticos para su seguridad están siendo dictados por la percepción de Trump de sus propios intereses políticos.
La división es también filosófica: la debilidad de Trump por los hombres rudos y el desdén por la diplomacia multilateral son contrarios a los principios liberales internacionales de Occidente.
El enfrentamiento marca una prueba de cómo el acercamiento de Trump —una visión transnacional de política extranjera usualmente basada en si Estados Unidos está “ganando” o siendo estafado por sus amigos— configurará el orden internacional en los próximos años y en últimas el liderazgo estadounidense.
El alto consejero económico del presidente, Larry Kudlow, trató de restar importancia al cisma con los aliados de los Estados Unidos que será obvio en Canadá.
“Estamos explicando todo en detalle. Puede que haya desacuerdos. Considero esto como una pelea familiar”, dijo Kudlow, pero no hizo ningún esfuerzo para restarle importancia a la determinación de Trump de mantener sus posiciones sobre el comercio.
- Mira en este video: La política exterior de Trump: ¿estrategia o desorden?
La idea de una disputa familiar puede estar subestimando las cosas.
CNN reportó anteriormente que Trump y el primer ministro de Canadá Justin Trudeau tuvieron una irritante conversación telefónica el mes pasado.
Cuando Trudeau se quejó sobre el argumento de la seguridad nacional, el líder estadounidense dijo que Canadá alguna vez quemó la Casa Blanca. El incidente, de hecho, ocurrió durante la guerra de 1812, cuando Canadá era una colonia británica.
El ‘bromance’ entre Trump y el presidente de Francia Emmanuel Macron está a punto de desmoronarse luego de que el par compartiera besos y abrazos durante la visita de Macron a Washington hace unos meses.
Trump también tuvo una extraña llamada con la primera ministra británica Theresa May. Su visita largamente aplazada a Gran Bretaña, y que está programada para el próximo mes, se espera que propicie protestas generalizadas.
La canciller de Alemania, Angela Merkel, quien ha discutido mucho con Trump y cree que su enfoque nacionalista rechaza los valores occidentales, está alerta de una “polémica” cumbre G-7.
“¿Dónde está el tipo de equilibrio de poder entre la gente que amenaza a Estados Unidos y quienes han sido tradicionalmente aliados?”, se preguntó el analista de seguridad nacional de CNN, Phil Mudd. “No entiendo”.
La adulación te llevará a donde quieras
Trump usualmente responde mejor a los líderes que lo adulan, más que a los que lo asesoran. Pero el presidente, un operador político inteligente, sabe que las imágenes de una confrontación con primeros ministros extranjeros y presidentes, no es una mala noticia del todo.
Desde hace mucho tiempo ha sido obvio que el factor motivador de la política exterior de Trump es el deseo de cumplir las promesas que hizo a los votantes, quienes, por ejemplo, recibieron con beneplácito al desdén al acuerdo nuclear de Irán y la lucha por el calentamiento global. Su concepción de los intereses de Estados Unidos es, por consiguiente, más parroquial y doméstica de lo que ha sido para los presidentes más internacionalistas.
Y Trump puede estar apostando a que los votantes que necesita para las elecciones intermedias de noviembre interpretarán sus disputas internacionales como prueba de que él está luchando por sus intereses.
También tiene una fuerte carta: la tasa de desempleo más baja en Estados Unidos durante casi medio siglo y una economía que está en una etapa de crecimiento que le permitirá argumentar ante otros líderes mundiales que sus políticas están siendo vindicadas.
Pero el triunfalismo de Trump hará poco para mejorar las relaciones entre Europa y Estados Unidos, que ahora son más desafiantes de lo que fueron durante la acritud sobre la invasión de Iraq en 2003, a la que se opusieron muchos estados europeos.