Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España y ha sido asesor de los expresidentes Alejandro Toledo, de Perú; Vicente Fox, de México; y Álvaro Colom, de Guatemala. Izurieta también es analista de temas políticos en CNN en Español. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor.
(CNN Español) – Durante la cobertura especial de CNN, comentando el encuentro entre el líder norcoreano Kim Jong Un y el presidente Donald Trump, me sentía viendo un mundo irreal, como si hubieran cosas fundamentales que realmente no entendía. Trump venía de la reunión del G-7 (los aliados históricos y naturales) en Canadá, y se hablaba si, de ahí en adelante, sería llamado el grupo de G7+1 porque Trump pidió que Rusia vuelva al grupo (del cual salió expulsado luego de su invasión a Ucrania); o sería llamado el grupo de los G7-1, porque todos firmaron el acuerdo menos el presidente de Estados Unidos.
Luego de eso, Donald Trump se fue a Singapur. Algunos comentaristas decían que era un logro para Trump haber conseguido ese encuentro. Yo no lo entiendo. El dictador Kim Jong Un y su antecesor (su padre), siempre buscaron esa cumbre (o la foto de ese encuentro), pero ningún presidente norteamericano en funciones fue capaz de aceptar semejante oferta. Al menos, no a cambio de nada.
Para mi, ese encuentro es equivalente a que el presidente de EE.UU. se hubiera reunido con Fidel o Raúl Castro, como lo hizo Obama en su momento, en una reunión bilateral a cambio de nada (y eso que Cuba no es una amenaza nuclear para los EE.UU., ni el mundo); o que se hubiese tomado la foto con Nicolás Maduro (cuestionado por su permanencia en el poder y por las acusaciones de violaciones a los derecho humanos) en una de sus islas aliadas del Caribe, también a cambio de nada (excepto, por supuesto, de promesas que todos sabemos no piensa cumplir).
Antes de conocer la declaración conjunta del encuentro entre el dictador de Corea del Norte y Donald Trump, tenía un poco de esperanzas. Aun así, me aventuré a decir claramente que no saldría nada de ese encuentro más de una declaración de buenas intenciones.
Estuve equivocado: Corea del Norte no habló, ni firmó siquiera esas buenas intenciones (que, al igual que Maduro, todos sabemos que no cumpliría). La declaración conjunta no habla de la desnuclearización de Corea del Norte; hablaron de la desnuclearización de la península. No soy experto en seguridad nuclear, pero mi sentido común me dice que si tengo un vecino en quien no se puede confiar, la única esperanza es tener más poderío militar y nuclear que el enemigo.
Aquí se dio un cambio de política de seguridad por parte Donald Trump que yo no esperaba: hablar de la desnuclearización de la península, más no de la desnuclearización de Corea de Norte. Y eso, solo al nivel de las “buenas intenciones”. En otras palabras, Kim Jong Un consiguió todo lo que quería y todo lo que quería su padre a cambio de nada. Que gran victoria para Kim Jong Un.
Por último, siempre estuve convencido que China es el gran jugador en esa ecuación de poder. Me cuesta pensar que Corea del Norte haya podido tener semejante desarrollo nuclear (las pruebas nucleares más agresivas y exitosas, por cierto, desplegadas durante la administración de Trump), sin que ningún aliado suyo le haya ayudado. Las sanciones han funcionado pero no pueden y no han podido impedir el desarrollo nuclear de Corea del Norte. Esto no lo veo posible sin grandes jugadores que hayan cooperado debajo de la mesa.
Kim Jong Un siempre quiso tener la foto con el presidente de China. Y lo consiguió por primera vez en dos ocasiones este año. ¿Coincidencia? Absolutamente ninguna. China sigue y seguirá siendo el gran jugador para entender y detener a Corea del Norte. No me cabe duda. Y, tener a Corea del Norte con poderío nuclear y proteger muy bien su frontera con los países aliados, funciona muy bien para China.
Por último, es fundamental recordar lo que dijo Kim Jong Un luego de su último ejercicio nuclear: que ha completado sus metas de desarrollo nuclear. Cumplido este objetivo, tener un respiro no le sienta mal (y una buena foto con Donald Trump, tampoco). Todo esto muy bien jugado por Kim Jong Un y China.
¿Qué pasará en futuro? Si fui atrevido en el programa especial de CNN y no me equivoco (sin ser experto en temas nucleares), puedo ser lo suficientemente atrevido para hacerlo de nuevo: esto no es una disyuntiva entre la guerra y la paz. No existirá guerra con Corea del Norte, ni tampoco paz. Existirá la prevalencia del estatus quo.
Kim Jong Un no firmará ningún acuerdo de desnuclearización que siquiera se le acerque al que Trump abandonó con Irán. Y, si lo firmase, como lo ha hecho antes, solo estaría comprando tiempo y oxígeno. El status quo le funciona muy bien (y temo que a nosotros nos es suficiente). Temo que solo podamos esperar otra foto, otro encuentro y otra firma que igual incumplirá. Bien jugado, Kim Jong Un.