Los Jabalíes Salvajes están de regreso. Los doce niños y su entrenador de fútbol están a salvo, libres de las inundaciones en el interior de la cueva en el norte de Tailandia, donde estuvieron atrapados por más de dos semanas. El estado de ánimo en la provincia de Chiang Rai es eufórico.
Cuando la unidad militar tailandesa terminó de desmontar una sección de bombas de agua que habían demostrado ser muy cruciales en el éxito de la operación, saltaron sobre un vehículo descapotable cerca de la cueva Tham Luang este miércoles, sonriendo triunfantes a las multitudes de simpatizantes entusiastas que se habían quedado en para darles a sus héroes una despedida adecuada.
Pero detrás de esas escenas de júbilo están los detalles que cada uno de los rescatistas lleva consigo: la operación de casi tres semanas estuvo al borde del abismo, con las mismas posibilidades de éxito como de fracaso.
Ahora, con la misión terminada y los niños recuperándose en el hospital, los detalles del exitoso rescate pueden ser contados.
FOTOS | Las imágenes de la operación de rescate en Tailandia
Los primeros desafíos
En los días después de que los niños desaparecieran el 23 de junio, los rescatistas no tenía ni idea dónde estaban o si estaban vivos. Expertos buzos del grupo fuerzas especiales o SEALs de la Armada tailandesa, experimentados en situaciones convencionales de buceo, enfrentaban un desafío sin precedentes.
El comandante del grupo de fuerzas especiales de la Armada tailandesa, el almirante Arpakorn Yookongkaew, recordó en CNN este miércoles las dificultades iniciales.
Las lluvias y largas y sinuosas cavernas de una cueva desconocida eran ya una preocupación. En la primera revisión de la escena, “nuestra esperanza de encontrar a los niños era poca”, dijo él.
En ese momento, la tarea parecía imposible. Pero eso no detuvo a los funcionarios locales para movilizar a un grupo de 110 SEALs tailandeses, cientos de soldados y otros voluntarios, determinados primero a encontrar a los niños, y después, a traerlos de vuelta.
El equipo de Yookongkaew navegó entre las oscuras cavernas y bajo aguas turbias y crecientes. Eventualmente encontraron huellas en una bifurcación, lo que les dio esperanzas de que el equipo estaba cerca. Sin embargo, las aguas crecientes les impedían al equipo de SEALs una exploración más profunda. Bombas de agua a escala industrial fueron llevadas al sitio como un esfuerzo para sacar algo de agua.
Pero estas bombas solo ayudaron a sacar uno o dos centímetros cada día, dijo Yookongkaew.
A miles de kilómetros, en el otro lado del mundo, Bill Whitehouse estaba en casa en zona rural de Inglaterra, en Derbyshire, cocinando tocino y huevos cuando el teléfono sonó. El tema de la llamada no fue completamente una sorpresa para él. Whitehouse, un buzo de cueva retirado y vicepresidente del Consejo Británico de Rescate de Cuevas, estaba al tanto de los esfuerzos de rescate en Tailandia.
Vernon Unsworth, un experimentado espeleólogo británico que vive en el norte de Tailandia no lejos de la cueva Tham Luang, ya había alertado a sus contactos en Gran Bretaña del predicamento que enfrentaban los SEALs de Tailandia. La comunidad de buzos de cuevas es pequeña, y el número de personas capaz de llevar a cabo operaciones complejas como la requerida para encontrar y liberar al equipo de fútbol, era aún más pequeña.
Así que cuando la llamada llegó, Whitehouse y sus colegas del Consejo Británico de Rescate de Cuevas entraron en acción, y armaron un equipo de respuesta internacional.
La embajada de Tailandia en Londres apartó tres asientos en el siguiente vuelo de Thai Airways con destino a Bangkok. John Volanthen, consultor de tecnologías de la información, y Rick Stanton, un exbombero, que resultaron ser los dos buzos de cuevas más experimentados del mundo, fueron despachados hacia el aeropuerto Heathrow de Londres, junto con el veterano buzo Robert Harper.
Después de que llegaron a Bangkok, y tuvieron un vuelo local hacia el norte, el trío hizo un recorrido exploratorio. Pero la inundación había empeorado para ese momento. Se enfrentaron a la enormidad de la tarea.
“En ese momento no había manera de que pudieran acercarse a los niños. Las condiciones eran realmente malas, y el flujo del agua era realmente fuerte y el sedimento suspendido hizo la visibilidad muy baja. Para ser justos, las oportunidades de llegar lejos no eran altas”, dijo Whitehouse.
Ya había pasado más de una semana y aún no habían encontrado a los niños.
“Es como conducir en la niebla con las luces encendidas”
No fue hasta que el agua comenzó a despejarse un par de días después que los niveles de agua empezaron a disminuir y la visibilidad mejoró. Dos buzos australianos, los británicos y los tailandeses hicieron juntos un mapa de ruta.
“Bajo el agua estaba completamente oscuro. Tienes muchas luces en tu cabeza, pero hay mucho lodo y sedimentos suspendidos. No puedes ver mucho. Es como conducir en la niebla con las luces encendidas”, dijo Whitehouse.
Y en el tercer intento para penetrar las cuevas, el 2 de julio, Volanthen y Stanton encontraron los niños, luego de llegar al final de la línea de ruta.
Cuando Volanthen emergió del agua, en una repisa a un metro por encima del agua, estaban los 12 niños y su entrenador. “¿Cuántos son ustedes?”, les preguntó. “Trece”, respondió uno de los muchachos.
“Brillante”, respondió Volanthen.
Fue un momento increíble, dijo Whitegouse. “Lo único era que ya los habíamos encontrado, ¿y ahora?”.
Yookongkaew dijo que el plan inicial era mantener al grupo dentro de la cueva por un mes o más hasta que los rescatistas encontraran la forma de traerlos de vuelta, ya fuera por otra entrada o hasta que los niveles del agua cayeran.
Pero el grupo estaba en una pequeña repisa fangosa a 4 kilómetros del complejo de cuevas, rodeados de agua y con un suministro limitado de oxígeno que se estaba agotando rápidamente.
El tiempo corría en contra.
- Mira en este video: Las posibles secuelas en la salud de los rescatados de la cueva
Muere un rescatista
La operación de rescate iba a ser arriesgada, pues algunos de los buzos describieron las condiciones como las más extremas que jamás hubieran enfrentado, y los niños no sabían nadar.
Entonces cuatro buzos tailandeses permanecieron con los niños, estabilizándolos y ayudándoles a consumir de manera gradual alimentos.
Pero el rescate se complicó el 6 de julio con la muerte del exSEAL Saman Kunan, que se quedó sin aire al regresar de la operación para entregarles tanques de oxígeno a los niños en la cueva.
Su muerte cambió el estado de ánimo en terreno, y subrayó lo peligrosa que se había vuelto la misión.
Hubo poco tiempo para llorar la pérdida, pues la temporada de monzones se volvió un impedimento y estaba claro que no había otra manera de sacar a los niños.
Whitehouse coordinó que otros dos buzos expertos apoyaran la misión y trajeran a Tailandia nuevo equipamiento.
Mientras tanto, buzos tailandeses practicaban partes de la operación con niños de colegios locales en una piscina cercana.
El 8 de julio, 13 buzos extranjeros, entre ellos un médico, se unieron a cinco buzos de las fuerzas especiales tailandesas para el primer intento de rescate.
A los niños les dieron trajes isotérmicos de 5 milímetros de espesor, aparatos de respiración con máscaras faciales y botellas de aire, y otros buzos permanecían diseminados por todas las otras cámaras en caso de que alguno de los niños tuviera problemas.
Los niños fueron divididos en grupos de cuatro. Cada niño fue rescatado por dos buzos, que llevaban sus tanques de oxígeno y los guiaban por entre túneles oscuros. Cada rescate duró varias horas, la mayoría del tiempo bajo el agua.
La parte más peligrosa del viaje para salir del sistema de cavernas fue el primer kilómetro durante el cual tuvieron que atravesar un canal inundado.
Luego de completar esta sección, los niños fueron entregados a grupos especializados de rescate separados, que los condujeron a través de la cueva, mucha de la cual pudieron vadear.
El mismo proceso se repitió el lunes y martes, hasta que todo el equipo y su entrenador salió sano y salvo.
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Hubo reportes de que los niños fueron sedados durante la operación. Las autoridades son cautelosas sobre ello.
“Tuvimos que usar medios que pudieran evitar que los niños no se asustaran mientras los estábamos sacando”, dijo Yookongkaew, que agregó que no daría detalles adicionales sobre esa parte de la operación más allá de que fue una decisión conjunta. “Lo más importante es que están sanos y salvos”, dijo él.
Ahora los niños están en cuarentena en un hospital, recuperando gradualmente su fuerza. En los próximos días, cuando los médicos tengan certeza de que están libres de infección, podrán hablar con sus padres en el mismo lugar.
Entre tanto, mientras los equipos internacionales se disuelven y los salvadores exhaustos vuelven a casa, Tailandia está celebrando un resultado que se siente milagroso.