Nota del editor: Deborah Lipstadt es profesora de Estudios del Holocausto en la Universidad de Emory. Ella es la autora del próximo “Antisemitismo: aquí y ahora”, del cual se extrae este ensayo en parte. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.
(CNN) – Mark Zuckerberg, presidente ejecutivo de Facebook, describió recientemente la negación del Holocausto como personas que simplemente han hecho algo “equivocado” pero no “intencionadamente” incorrecto. Después de todo, él insistió, “Yo [también] me equivoco”. Él no eliminará los post negacionistas de Facebook “si ellos se equivocan, incluso muchas veces”.
En la misma entrevista, señala que él mismo es judío y que no prohibirá a los negadores del Holocausto, del mismo modo que no ha prohibido la web de conspiración InfoWars.
Pese a que Zuckerberg después clarificó que él “personalmente” encuentra las negaciones “profundamente ofensivas”, con respecto a los negacionistas, él ha entendido mal, fatal, el genocidio mejor documentado de la historia.
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Lo que Zuckerberg no logra entender —a pesar de que afirma que este no era su objetivo— es que al decir que los negadores no están “intencionalmente” haciendo las cosas mal, deja abierta la posibilidad de que puedan estar en lo cierto. Para alguien con el perfil y la plataforma masiva de Zuckerberg, esto es increíblemente irresponsable. La negación del Holocausto se basa en un conjunto tan sólido de mentiras ilógicas que solo es posible negarlo a propósito, al contrario de lo que dice Zuckerberg, intencionalmente.
Para que los negadores tengan razón, ¿quién tendría que estar equivocado? Los sobrevivientes tendrían que estar equivocados, así como los testigos, aquellos que no eran judíos y vivieron en los pueblos del este y oeste de Europa y vieron a sus vecinos judíos siendo llevados para que les dispararan y los asesinaran en zanjas en los bosques. Las decenas de historiadores que han estudiado el Holocausto desde 1945 tendrían que ser parte de una conspiración masiva o haber sido completamente engañados.
Pero, sobre todo, los perpetradores, algunos de los cuales han admitido su culpa, tendrían que estar equivocados. ¿Cómo pueden los negadores explicar que, en ningún juicio de crímenes de guerra desde el final de la Segunda Guerra Mundial, un perpetrador de cualquier nacionalidad ha negado que ocurrieran estos hechos? Es posible que hayan dicho: “Me obligaron a matar”, pero ninguno afirmó que la matanza no sucedió.
Finalmente, ¿por qué Alemania asumió la enorme responsabilidad moral y financiera por los crímenes cometidos en el Holocausto, si no sucedió? Según los negadores, hay una respuesta simple a esta pregunta: los funcionarios alemanes fueron forzados a una admisión falsa de culpabilidad por parte de “los judíos”, quienes amenazaron con evitar que Alemania volviera a entrar en la familia de las naciones.
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Pero esto también tiene poco sentido. Los líderes alemanes sabían que admitir el genocidio le impondría a la nación un legado horrible que se convertiría en una parte integral de su identidad nacional. ¿Por qué un país asumiría tal carga histórica si fuera inocente, bajo ninguna circunstancia?
Además, han pasado 70 años desde el final de la guerra y Alemania es ahora un líder político y económico mundial. Podría decir ahora fácilmente que “no es verdad, los judíos nos hicieron decir esto en 1945”. En cambio, el Gobierno alemán creó un monumento masivo en Berlín a los judíos de Europa asesinados que se inauguró en 2005.
Más argumentos ilógicos de los negadores: a menudo exigen que se les muestre la orden escrita de Hitler que autoriza el asesinato de todos los judíos de Europa. Con toda probabilidad, no hay ninguno. Hitler se dio cuenta de la locura de poner su firma a tal orden, que, de hacerse pública, podría haberle causado muchos problemas. Más importante, los historiadores no se preocupan por la ausencia de tal documento.
Sus conclusiones nunca se basan en un solo documento, particularmente en este caso, cuando hay un vasto conjunto de pruebas que avalan un programa de aniquilación masiva dirigido por el Gobierno. Los negadores, por supuesto, insisten en que “los judíos” han falsificado estos documentos. Pero si ese fuera el caso, ¿por qué no forjaron también la orden de Hitler?
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La lista de argumentos ilógicos continúa. Los negacionistas sostienen que si el Tercer Reich, un régimen que describen como la personificación de la eficiencia y el poder, deseaba asesinar a todos los judíos, habría asegurado que ningún testigo permaneciera vivo para testificar sobre los campos de exterminio.
Por lo tanto, el hecho de que hubiera sobrevivientes vivos cuando terminó la guerra constituye una prueba de que no hubo genocidio y que los testimonios de los supervivientes son mentiras. La naturaleza falaz de este argumento es evidente por sí misma. El Tercer Reich también tenía la intención de ganar la guerra, lo que no hizo. Por lo tanto, la suposición de que el Tercer Reich tuvo éxito en todo lo que se propuso hacer es falsa. Cualquier cosa basada en esa premisa es igualmente falsa.
Los negadores son un nuevo tipo de neonazi. A diferencia de las generaciones previas de neonazis, personas que celebraban el cumpleaños de Hitler, lucían uniformes similares a las SS y colgaban esvásticas en reuniones donde daban el saludo a Sieg Heil, esta cohorte evita todo eso.
Son lobos vestidos de oveja, no se molestan con los adornos físicos del nazismo, saludos, canciones y pancartas, sino que se autoproclaman “revisionistas”, eruditos serios que simplemente deseaban corregir “errores” en el registro histórico. Este es el extremismo que se presenta como un discurso racional. Y sus declaraciones sugieren que Zuckerberg ha sido engañado por ellos al pensar que son diferentes a alguien que usa orgullosamente una esvástica.
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La gente normalmente diferencia entre hechos y opiniones. Pero en el caso de los negadores, hay hechos, opiniones y mentiras.
La negación del Holocausto no se trata sobre historia. Es una forma de antisemitismo, se trata de atacar, desacreditar y demonizar a los judíos. Las afirmaciones de los negadores predican con la noción del mítico poder de los judíos, que se ha extendido lo suficiente como para crear esta teoría de la conspiración.
Los negacionistas, que hoy claramente se sienten más envalentonados que nunca, no son los equivalentes de los teóricos de la tierra plana, ni son simplemente tontos.
Como persona que creó y proporciona una plataforma para la diseminación de información en una escala increíble, Zuckerberg debe reconocer que lo suyo no es un error cognitivo o una mala interpretación lamentable o un error en el juicio que puede rectificarse mostrándoles documentación o evidencia. Son supremacistas blancos y antisemitas. Su agenda es reforzar y difundir el mismo odio que produjo el Holocausto.