(CNN) - ¿Te pasa como a muchas personas que cuanto más bebes, más comes o sientes como si el alcohol te despertara ciertos antojos?
Comer una bolsa de Doritos mientras bebemos una cerveza o mordisquear queso con una copa de vino puede ser placentero, pero tiene efectos secundarios no deseados, como aumento de peso, hinchazón abdominal e ingesta de más calorías.
Eso lo hemos experimentado de primera mano. Una pregunta más interesante es: ¿por qué el alcohol nos abre el apetito en primer lugar?
Una de las explicaciones más simples sobre por qué comemos más cuando bebemos es que el alcohol disminuye nuestras inhibiciones y puede disminuir nuestras defensas cuando se trata de controlar las porciones y tomar decisiones de alimentación saludables. Con una bebida en la mano es más probable que agarres puñados de cacahuates, papas fritas, pan o lo que sea que tengas enfrente sin pensarlo dos veces.
“Los estudios muestran que las personas consumen más en las comidas cuando incluyen alcohol o han estado bebiendo antes de la comida”, dijo Ginger Hultin, dietista certificada y autora del blog Champagne Nutrition.
Hultin, quien también es vocera de la Academia estadounidense de Nutrición y Dietética, dijo que, además de reducir nuestras defensas, hay evidencia de que el alcohol puede influir en las hormonas relacionadas con la saciedad. Por ejemplo, el alcohol puede inhibir los efectos de la leptina, una hormona que suprime el apetito, y del péptido semejante al glucagón tipo 1 (GLP-1), una hormona que inhibe la ingesta de alimentos, explicó.
También podría haber otros mecanismos en juego. Algunas investigaciones sugieren que el alcohol podría estimular las células nerviosas en el hipotálamo del cerebro que aumentan el apetito. Según un estudio, las neuronas en el cerebro que generalmente se activan por la inanición real, causando una sensación intensa de hambre, pueden ser estimuladas por el alcohol.
“La investigación con animales muestra que, independientemente de otros factores, cuando el alcohol estimula esta parte del cerebro, puede desencadenar un fuerte aumento del apetito, lo que puede llevar a comer en exceso. En lugar de que el cuerpo reconozca ‘acabo de ingerir muchas calorías, entonces tengo combustible y estoy satisfecho’, ocurre lo contrario. Aunque se hayan ingerido calorías, el cerebro está provocando una mayor ingesta de alimentos”, dijo Hultin.
El alcohol también puede reducir el nivel de azúcar en la sangre, lo que a su vez puede despertarnos las ganas de azúcar y carbohidratos. “Beber alcohol puede afectar la capacidad del hígado para liberar la cantidad correcta de glucógeno, o glucosa almacenada, en la sangre para mantener los niveles de glucosa estables”, indicó Hultin. Y añadió que las personas con diabetes corren un riesgo incluso mayor de presentar niveles bajos de glucosa en la sangre, especialmente cuando consumen alcohol con el estómago vacío.
Pero otro rasgo del alcohol, y en esto es diferente a las drogas como la marihuana, es que en sí mismo tiene muchas calorías: 7 por gramo. Esas son más calorías de las que aportan un gramo de proteína o carbohidratos, que tienen 4 calorías por gramo cada una.
Una copa de vino de 5 onzas puede tener 120 o 125 calorías y una cerveza light incluso menos, pero los añadidos como jugos, refrescos, jarabes, crema y coco contienen calorías de azúcar y grasa aparte de las que aporta el alcohol, explicó Hultin. “Las margaritas y las piñas coladas son clásicamente muy altas en calorías, se estima que una sola bebida puede alcanzar las 500 calorías, dependiendo del tamaño y los ingredientes”.
Lisa Drayer es nutrióloga, escritora y colaboradora de CNN en temas de salud y nutrición.