Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España y ha sido asesor de los presidentes Alejandro Toledo, de Perú; Vicente Fox, de México y Alvaro Colom, Guatemala. Izurieta también es analista de temas políticos en CNN en Español.
(CNN Español) – La semana pasada Trump celebró, con gran regocijo de su público (lo que lo hace más grave), el golpe que el legislador republicano Greg Gianforte le propinó a un periodista que le había preguntado sobre un proyecto de ley cuyo fin era desmantelar Obamacare. No es la primera vez que Trump repite que los medios de comunicación son enemigos del pueblo. El pugilismo gráfico que escenificó Donald Trump sobre la agresión de Gianforte representa una concepción política peligrosa para la democracia: los medios de comunicación son enemigos que, por ser tales, pueden merecer agresiones físicas, no respuestas racionales, ni siquiera ataques verbales, sino agresión física. En un artículo antes de la elección de Trump, Salena Zito dijo correctamente que sus votantes no lo toman literalmente, pero que sus opositores sí lo debemos tomar en serio.
De acuerdo, esta clase de comentarios contra los periodistas, hay que tomarlos en serio: tal cual lo hizo la policía la semana pasada cuando arrestó a un hombre por haber enviado mensajes violentos a dos senadores que votaron a favor de Kavanaugh. Así mismo, debemos tomar en serio los paquetes sospechosos enviados esta semana a Barack Obama y Hillary Clinton y la bomba casera que llegó al edificio Time Warner en Nueva York, donde funciona CNN. Para hacer las cosas más graves, el comentario de Trump, ya repetido algunas veces, coincide con el brutal y sangriento asesinato del periodista Jamal Khashoggi, ocurrido en el consulado de Arabia Saudita en Estambul.
Ese frente abierto contra los medios de comunicación estadounidenses conlleva dos peligros. El primero es el de incentivar la agresión a algún periodista o al periodismo. ¿O ya olvidamos de Charlie Hebdo y de que hay miles de fanáticos armados? El segundo peligro y en el quiero concentrarme en este artículo, es el aceleramiento del deterioro de nuestra democracia. Thomas Jefferson, como todos los grandes hombres y mujeres a quienes les debemos el valor de la democracia de hoy decía expresamente que la buena producción y recepción periodística es la base de una democracia.[1]
La democracia moderna, y en tal sentido, la libertad de expresión, tienen otro grave frente abierto hoy en día: los tristemente célebres fake news o noticias falsas en español. Eso se ha convertido en un útil instrumento de campaña electoral y el escándalo de Cambridge Analítica (que manipuló la información robada a Facebook) lo ha demostrado claramente.
Pasamos de las viejas tácticas de rumores y escándalos políticos poco fundados a la profesionalización de campañas sistemáticas de desinformación con el propósito de manipular, engañar y asustar a ciudadanos ilusos. ¿No advirtió ya Kant que la mentira es una de las faltas morales más graves por su contradictoria capacidad de destruir toda unión, política o no? ¿No estamos en una vorágine que está engullendo la democracia, la verdad, y nuestra propia mente? ¿No es este, ahora sí, el fin que se ha llamado posmoderno de la modernidad, cuya lógica siempre fue –por citar a Yeats mal y en castellano– la disolución en el aire de todo lo sólido, la profanación de todo lo sagrado, y el desate de la anarquía por el mundo? ¿No será que estamos entrando en una nueva etapa histórica, de esas que vienen tras algunas centurias?
Podríamos creer que los fake news son simétricos: tus fake news son mis verdades, mis fuentes confiables de información son tus proveedores de mentiras. Y en efecto, en Breitbart leímos hace unos días esta primera línea de una columna: “Lo que hacen los medios dominantes (establishment media) es diseminar mentiras para beneficiar al Partido Demócrata.” Pero hay suficientes pruebas objetivas como para demostrar que no hay tal simetría, que hay una diferencia cualitativa y de veracidad entre Breitbart y el New York Times, CNN, The Washington Post, entre muchos otros. A confesión de parte relevo de prueba: Steve Bannon dijo que “los demócratas no importan… la verdadera oposición son los medios. Y la manera de lidiar con ellos es saturar la zona con mierda”. Frente a esta amenaza, The Economist ha escrito un manifiesto reformista. Ahí repite la vieja idea del liberalismo clásico, de enfrentar unas ideas contra otras de la manera más franca posible, para lo que se requiere “libertad de expresión, mucha. Y expresión que esté bien informada y sea bien intencionada”.
Las nuevas tecnologías, y en particular las redes socialescomo Facebook y Twitter son quizás los medios más potentes para ser usados por los proveedores ciegos de fake news, y ciertos medios más antiguos como el cable, la televisión y la radio participan y han participado. ¿De dónde proviene este fenómeno tan nocivo de inconsistencia intelectual, falsedad, paranoia, crueldad e ira, que no es ni de lejos conservador pero sí propio de los extremos políticos, sean de derecha o de izquierda?
Un buen punto de partida para empezar a entender es The Pseudo-Conservative Revolt publicado ya en 1954 por el distinguido historiador Richard Hofstadter. Sorprenderá saber que ya entonces este fenómeno tenía plena vigencia, aunque no era mayoritario. Hofstadter cierra su artículo con unas palabras que han resultado proféticas: “en una cultura populista como la nuestra, a la que parece faltarle una élite con autonomía política y moral, y en la que es posible explotar las más salvajes corrientes emocionales en pro de objetivos privados, es por lo menos concebible que una minoría altamente organizada, vocinglera, activa, y bien financiada pueda crear un clima en el que la búsqueda racional del bienestar y la seguridad se vuelvan imposibles”. Pensamos que ahora tampoco lo es, aunque lamentablemente esa minoría pseudoconservadora (espero que minoritaria) pretenda lograr el control del Estado y por eso la importancia de estas elecciones de noviembre.
La situación actual de los medios de comunicación está caracterizada por continuas amenazas y desmerecimientos provenientes de quienes tienen el poder político y no reconocen la importancia de los medios independientes y profesionales para la democracia liberal, esos medios a los cuales hoy los señalan como originarios del odio, cuando el mensaje proveniente de quienes les acusan puede llegar a ser peligroso. La segunda amenaza son los conocidos fake news. Tal vez esas dos facetas tengan su origen en un lado obscuro del alma política estadounidense, que hasta aquí ha estado mucho más oculto; solo las elecciones de noviembre nos darán una pauta para responder a esta pregunta.
Nota: agradezco mucho las contribuciones de Felipe Ribadeneira a este artículo.
[1] “.. la base de nuestros gobiernos es la opinión de la gente, antes de nada el objetivo debe ser mantenerla bien… Quiero decir que cada hombre deber recibir esos periódicos y ser capaz de leerlos.” (París, 1787).