(CNN) – El presidente Donald Trump es un hombre acostumbrado a controlar totalmente su universo.
Era el jefe y la cara más prominente de su imperio de negocios. Fue el director, y el rostro más prominente, de sus exitosos programas de reality: “The Apprentice” y “The Celebrity Apprentice”. En ambos roles, lo que decía se hacía, sin debate.
Todo el aura de Trump se basa en la idea de que hace lo que quiere, cuando quiere. Si él quiere que te despidan, te despiden.
Todo lo cual me lleva a la investigación en curso del fiscal especial Robert Mueller sobre la interferencia de Rusia en la campaña presidencial de 2016 y la posibilidad de colusión entre los rusos y los miembros de la campaña de Trump. Y la clara frustración de Trump —¿y el nerviosismo?— al respecto.
Cuando se le preguntó sobre la investigación del viernes, Trump dijo desde la Oficina Oval: “No estoy agitado. Es un engaño. Todo es un engaño. No hubo colusión”.
Pero esto es lo que Trump tuiteó el jueves:
“El funcionamiento interno de la investigación de Mueller es un desastre total. No han encontrado ninguna colusión y se han vuelto absolutamente locos. Están gritando y gritando a la gente, amenazándolos horriblemente para que den las respuestas que desean. Son una desgracia para nuestra nación y no importa cuántas vidas arruinen. Son personas enojadas, incluido el muy conflictivo Bob Mueller, que trabajó para Obama durante 8 años. Ni siquiera verán todos los malos actos y crímenes del otro lado. “¡UNA CACERÍA DE BRUJAS TOTAL COMO NINGUNA OTRA EN LA HISTORIA ESTADOUNIDENSE!”.
No está claro cómo Trump obtuvo información sobre el “funcionamiento interno” de la investigación de Mueller, dado que la oficina del fiscal especial ha sido muy estricta con su investigación, solo ocasionalmente revela algo cuando se llega a un acuerdo de culpabilidad o cuando alguien como Paul Manafort enfrenta un juicio basado en lo que descubrió el equipo de Mueller. Dado el historial de Trump con la verdad, y su fijación con la idea de que Mueller está realizando una caza de brujas (a pesar de que no lo está), existe la posibilidad de que Trump inventó su supuesta información privilegiada sobre la investigación de Mueller.
El contexto más amplio aquí habla de la frustración cada vez mayor de Trump con su incapacidad para controlar la investigación de Mueller. Sabemos, gracias a los informes de CNN, que Trump pasó varias horas esta semana con sus abogados revisando las respuestas escritas a las preguntas que el equipo de Mueller había presentado a la Casa Blanca con respecto a la campaña 2016.
El tuit de Trump en Mueller se produjo después de ese intenso período de preguntas y respuestas que nos proporciona la evidencia más clara hasta el momento de que la ira y la impaciencia de Trump están rebosando.
Pero está lejos de la única señal.
El mayor indicador de que Trump está tratando desesperadamente de tomar el control de lo incontrolable llegó el miércoles pasado cuando Trump finalmente despidió a su tan difamado secretario de Justicia, Jeff Sessions. Trump nunca había perdonado a Sessions por haberse inhibido de la investigación del FBI sobre la interferencia rusa; en la mente de Trump, esa decisión de Sessions llevó a la formación de la fiscalía especial y todos los problemas que la investigación de Mueller ha causado dentro de la administración. Sin embargo, el despido de Sessions no fue la gran noticia: sino la decisión de Trump de eludir al fiscal general adjunto Rod Rosenstein, quien estaba supervisando la investigación de Mueller, y en su lugar nombrar a Matthew Whitaker como secretario de Justicia interino.
De repente, un crítico público de la investigación de Mueller casi desde su inicio quedó a cargo de sus operaciones. (El hecho de que Whitaker, que no ha sido confirmado por el Senado, ahora esté a cargo de personas como Rosenstein, que sí tiene confirmación, también es un obstáculo legal potencial). Y no solo eso, sino que Whitaker fue seleccionado sobre Rosenstein, quien había apoyado públicamente a Mueller y la investigación en general.
El propio Trump también se ha jactado cada vez más de lo que podía hacerle a Mueller y a la investigación, si así lo deseaba. “Podría despedir a todos en este momento, pero no quiero detenerlo porque políticamente no me gusta detenerlo”, dijo Trump la semana pasada después de las elecciones intermedias (más sobre esto en un minuto). “Es una desgracia. Nunca debería haberse iniciado, porque no hay crimen”.
Eso no es técnicamente exacto. La única persona que podría despedir a Mueller es el secretario de Justicia. Así que Trump podría decirle a Whitaker que despida a Mueller y, en teoría, Whitaker podría hacer eso. (Whitaker no ha dado ninguna indicación pública de si estaría dispuesto a seguir esa orden de Trump). Hay problemas legales y políticos que naturalmente se derivarían de tal decisión, entre ellos la pregunta de si Mueller puede ser despedido sin una causa obvia y cómo los republicanos (y los demócratas) en el Congreso reaccionarían a la finalización de la investigación del fiscal especial.
Trump sabe todo esto. Es lo que lleva a su frustración. Está encajonado. No puede hacer lo que quiere hacer. (Recuerden que Trump ya intentó despedir a Mueller, pero se frustró cuando el entonces abogado de la Casa Blanca, Donald McGahn, se negó a cumplir la orden). No tiene control operativo sobre esta situación.
Cuando se le preguntó el viernes acerca de sus últimos tuits sobre Mueller, Trump dijo de manera contundente: “Me gusta tomar todo personalmente, porque así a uno le va mejor”.
Trump, cuando está acorralado, es más peligroso para sus oponentes políticos y, francamente, para sí mismo. Arremete. Se aleja aún más de la verdad y los hechos establecidos.
En resumen: cuanto más tiempo continúe la investigación de Mueller, más probable será que Trump diga o haga algo con un impacto potencialmente catastrófico en su administración (y en la investigación). Todas las señales externas indican que se está acercando más y más a ese tipo de punto de no retorno.