Nota del editor: Dean Obeidallah, abogado, es presentador de un programa diario en la radio SiriusXM “The Dean Obeidallah Show” y columnista en The Daily Beast. Síguelo en @DeanObeidallah. Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor.
(CNN) – Al fallecido presidente George Bush lo han colmado de honores, incluso algunos progresistas que estaban en desacuerdo con muchas de sus políticas pero que expresaron “gran respeto por su vida dedicada al servicio” a nuestra nación.
Hay un aspecto más de la vida de Bush que creo merece ser celebrado, en particular, cómo el expresidente se reía de si mismo.
De hecho, durante su presidencia, Bush llegó a invitar a Dana Carvey, quien lo caricaturizaba en “Saturday Night Live”, a celebrar la Navidad en la Casa Blanca en 1992 para contar chistes sobre él. ¿Se imaginan a Donald Trump invitando a Alec Baldwin a la Casa Blanca para que se burle de él?
Esto puede parecerle insignificante a algunos, pero que Bush pudiera reírse de sí mismo nos demostró a nosotros y al mundo que era una persona segura, y estable, cualidades que uno quiere ver en un líder del mundo libre. De hecho, después de que Carvey actuó en la celebración de Navidad, Bush salió al escenario y le dijo a la multitud: “Dana me ha provocado mucha risa”. Después agregó una frase que dice tanto sobre el fallecido presidente: “Y el hecho de que podamos reírnos los unos de los otros es algo fundamental”.
Que quede claro, cuando Carvey estaba en “SNL” e incluso en el festejo navideño en la Casa Blanca, en sus chistes se burlaba y ridiculizaba a Bush. Carvey a menudo retrataba a Bush de un modo poco halagador, como un líder inepto de ampulosos gestos que no estaba en contacto con el estadounidense de a pie (una caricatura que podría decirse hirió a Bush cuando perdió su campaña de reelección en 1992).
Por ejemplo, en 1989, después del devastador huracán Hugo, Bush fue criticado por muchos por una asistencia federal demasiado lenta. En “SNL” a la semana siguiente, apareció Carvey como Bush, diciéndole a EE.UU. en su famosa y exagerada imitación de la cadencia de Bush, “el huracán Hugo… que hizo todo ese daño por allí … dando vueltas y vueltas… un desastre natural.” Luego, Carvey, exagerando sobremanera la cadencia de Bush, agregó: “No fue mi culpa”, y el público rio a carcajadas.
Y, a fines de 1991, con la desaceleración de la economía y cuando las probabilidades de reelección se tornaban cada vez más difíciles, Carvey abrió “SNL” como Bush y resaltó que si bien la economía se debilitaba, él no le temía a la palabra “recesión”, repitiendo la palabra muchas veces. Más adelante en la escena, un Bush desesperado por recuperar la economía, convirtió su discurso en un comercial televisivo en el que anunciaba productos que esperaba vender a los estadounidenses: desde “el disparador de ensalada” que corta velozmente la lechuga, hasta la tabla de embutidos de Hickory Farms… a menos de US$20.
Incluso en la celebración navideña de la Casa Blanca, con Bush a solo unos pasos de distancia, Carvey se burló de Bush por haber vomitado frente al primer ministro de Japón. Pero Bush se rio de todos los chistes; incluso cuando podría decirse que todos los allí reunidos se reían de él.
Qué gran contraste con la susceptibilidad de Trump, quien no solo ha fustigado a comediantes que se atrevieron a hacer chistes sobre él, sino que incluso pidió que cancelen el programa “Saturday Night Live” porque no le gustaban los chistes a costa suya. Y, en abril, Trump exigió que la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca terminara su práctica que data de hace 30 años de tener a un comediante (en su cena anual), porque, nuevamente, Trump objetaba los chistes dirigidos contra él.
En abril, Dana Carvey apareció en el programa de entrevista nocturnas de Conan O’Brien y reflexionó sobre cómo fue conocer a Bush y a su esposa.
“Tuvimos tantos momentos cálidos con ellos”, contó Carvey, y agregó que “eran otros tiempos. No eran tiempos de política de enojo y fuertes agresiones.” Y O’Brien le dijo, “en el ambiente actual, si usted imita a un presidente, usted es el enemigo.”
Pero no se pueden desestimar las claras diferencias entre la manera en que Bush y Trump responden a la comedia, con el argumento de que son el producto de “tiempos diferentes”. Creo que tiene mucho más que ver con que son diferentes personas.
Bush nos ha dicho que “la política no tiene que ser algo feo y malo.” En contraste, “feo y malo” es la manera de ser de Trump. Tan solo miren cómo hace unos meses Trump ridiculizó a Bush y a su famosa frase “mil puntos de luz” cuya intención era incentivar el voluntariado.
En definitiva, hay muchas razones para elogiar a Bush, así como también criticar algunas de sus políticas. Pero nadie puede negar que Bush podía reírse de si mismo, y hacernos recordar una época en la que el inquilino de la Casa Blanca no era una persona mezquina e insegura. Ojalá que el próximo presidente no solo sea capaz de reírse de si mismo sino también de tener el humanismo y la convicción de Bush de que la política no tiene que ser fea y mala.