Nota del editor: Dan Restrepo es abogado, estratega demócrata y colaborador político de CNN. Fue asesor presidencial y director para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad durante la presidencia de Barack Obama. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.
(CNN) – En el 2019, uno de los dos principales partidos políticos en Estados Unidos se jugará la vida y el bienestar democrático del país.
Lo hará resolviendo, en tiempo real y con decisiones concretas, una tensión interna ocultada por décadas que ha salido a la luz del día en los últimos dos años.
Y como lo resolverá será clave para nuestra democracia porque requerimos partidos capaces de representar las grandes tendencias ideológicas que han dado forma al largo experimento que es Estados Unidos de América.
En su forma más simple, lo que está por determinar en el 2019 es si el partido republicano se confirme como un partido nativista o como un partido de principios conservadores.
Esas dos tendencias han sido parte del partido republicano desde 1965 cuando el racismo cambió de bando político en Estados Unidos.
Antes del 65, las fuerzas políticas que apoyaban la segregación racial, en particular en el sur del país, habían sido los demócratas. Cuando el presidente Lyndon Johnson tomó la decisión de apoyar el Ley de Derechos Civiles - Civil Rights Act- y la Ley del Derecho al Voto —Voting Rights Act—, eso empezó a cambiar.
Como resultado, ningún candidato a la presidencia demócrata ha ganado la mayoría del voto blanco desde la elección de Johnson en 1964.
En mi opinión, aunque nacionalistas y racistas han formado parte de la coalición republicana durante las últimas cinco décadas, eran los miembros silenciosos de la coalición. Eso cambió con la candidatura del actual presidente de Estados Unidos.
Con la campaña, elección y primeros dos años en el poder de Donald Trump, los nativistas han salido de las sombras de la coalición. Ahora forman su parte más obvia.
Durante los últimos dos años, los líderes republicanos en el Congreso, que supuestamente representan los principios conservadores tradicionales del partido, toleraron (por lo menos) el nativismo de Trump en gran parte porque estaban avanzando partes claves de su agenda.
Han logrado introducir más jueces conservadores a las cortes. Han eliminado protecciones reglamentarias (que ellos ven como freno a la economía) y han reducido los impuestos (en particular para las grandes empresas y las personas más ricas) bajo la teoría que esa combinación producirá crecimiento económico sostenido.
Líderes republicanos en Washington también han respaldado al presidente soñando que había “adultos” en la administración-particularmente, el secretario general de la Casa Blanca, John Kelly; y el Secretario de Defensa, James Mattis; ambos salientes-que nos protegerían de sus impulsos más peligrosos.
Ahora, la deuda nacional se ha disparado, la economía da síntomas de desacelerar, y los supuestos adultos han abandonado el gobierno.
Y, por eso, está llegando la hora de definición para republicanos en Washington.
Aunque el año tendrá muchos puntos de inflexión, en particular con los posibles acontecimientos de la investigación por parte del fiscal especial, Robert Mueller, el primer momento de definición para los republicanos no podría ser más básica.
Lo primero que tendrá que hacer el nuevo Congreso es poner fin al cierre parcial del gobierno federal basado puramente en el nativismo de Trump y su obsesión en construir un muro en la frontera con México.
Los demócratas, quienes ahora controlarán la Cámara de Representantes, han presentado varias opciones de como reabrir esas partes del gobierno que se encuentran rehenes al nativismo presidencial.
Con la aparente incapacidad del presidente de acomodarse a las nuevas realidades políticas, el éxito de esas propuestas está en manos de los republicanos en el Congreso. Si apoyan una solución con votos suficientes para crear mayorías absolutas no solo mandarían un mensaje contundente al presidente que su muro no tiene posibilidades, pero también darían signos de la sobrevivencia de los principios conservadores.
Pero si deciden votar en contra de abrir de nuevo el gobierno dejarán claro que el nacionalismo no solo es característica Trumpista sino un elemento central del republicanismo moderno.
Y con eso tomarán un paso importante y preocupante en resolver la tensión existencial en el partido republicano a favor de sus peores tendencias con implicaciones negativas tanto para el partido como para el país.