Nota del Editor: Julian Zelizer es profesor de Historia y asuntos públicos en la Universidad Princeton y autor, con Kevin Kruse, de “Fault Lines: A History of the United States Since 1974”. Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor.
(CNN) – El 5 de febrero, el presidente Donald Trump finalmente dará su discurso del Estado de la Unión después de aceptar la solicitud de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, de no dar la alocución durante los 35 días de cierre de la administración pública.
Pelosi ciertamente estará sentada en el recinto el martes, justo frente a las cámaras, un tanto orgullosa después de esencialmente haberlo forzado a aceptar un proyecto de ley para financiar el gobierno hasta el 15 de febrero, sin dinero alguno para su muro.
La tensión entre Trump y la presidenta de la Cámara de mayoría demócrata será lo más interesante de ver el martes por la noche, dado que podría ser un indicio de la tragedia que se representará en los meses venideros.
Sin duda, Pelosi es la amenaza política más letal a la presidencia de Trump. La Cámara tiene el poder de ordenar citaciones, alentar investigaciones y audiencias y dar comienzo a los procedimientos de juicio político. El destino de Trump bien puede quedar a merced de sus decisiones.
Esta no será la primera vez en la historia de Estados Unidos en que un presidente ha estado enfrentado al presidente de la Cámara de Representantes.
Cuando se televisó por primera vez el Estado de la Unión en 1947, el demócrata Harry Truman salió al podio después de un intercambio notable con el liderazgo de la Cámara. El representante por Massachusetts Joe Martin fue el primer republicano en asumir la presidencia de la Cámara desde que los demócratas tomaron el control del cuerpo en 1933. Truman luchó contra los republicanos en su esfuerzo por expandir el legado de Franklin Roosevelt y luego hizo campaña contra el Congreso “que nada hace” en 1948.
En enero de 1974, es famoso lo que el presidente Richard Nixon le dijo a la nación: “Creo que es hora de poner fin a la investigación y a las otras investigaciones al respecto”. El entonces presidente de la Cámara de Representantes, Carl Albert, habrá pensado en su asiento sobre las investigaciones del Congreso y de la fiscalía que ponían a Nixon en una posición increíblemente precaria. Los meses siguientes resultaron tan tumultuosos como Albert se habrá imaginado. Seis meses después del discurso de Nixon, la Cámara completó su investigación y votó los artículos de juicio político al que se anticipó Nixon con su dimisión en agosto.
Cuando el presidente Ronald Reagan dio su primer discurso del Estado de la Unión en enero de 1982, el presidente de la Cámara, el demócrata Tip O’Neill, estaba sentado detrás de él, sin duda intentando entender la revolución conservadora que amenazaba todos los programas del Nuevo Acuerdo y de la Gran Sociedad. Un año después, O’Neill se veía un poco más confiado después de que las elecciones intermedias fortalecieran considerablemente a la mayoría demócrata en la Cámara y le dieron a su partido una plataforma desde la cual luchar contra el gobierno republicano.
Cuando Jim Wright sucedió a O’Neill como presidente de la Cámara, se encaramó detrás de Reagan durante el Estado de la Unión en enero de 1987, poco después de que explotara el escándalo Irán-Contra. Wright debe de haberse preguntado si el presidente sobreviviría al resto de su período.
Y nada nunca será comparable al genuino regocijo que parecía emanar del nuevo presidente republicano de la Cámara, Newt Gingrich, mientras observaba al presidente Bill Clinton presentar su discurso del Estado de la Unión en 1995, solo meses después de que las elecciones intermedias le entregaran el control de la Cámara al Partido Republicano por primera vez en 40 años.
Gingrich ya había dejado el cargo en 1999, pero su sucesor Dennis Hastert estaba sentado detrás de Clinton mientras este se dirigía a la nación tan solo un mes después de que la Cámara de Representantes votara someter al presidente a juicio político.
Cuando Nancy Pelosi en su primer mandato como presidenta de la Cámara se sentó detrás del presidente George W. Bush, la sensación de alivio entre los demócratas que estaban cansados de la guerra en Iraq era tan palpable como el sentimiento de desazón que les llegó cuando el presidente republicano de la Cámara, John Boehner, se sentó detrás del presidente Barack Obama en 2011.
Esta vez, la tensión entre el presidente y la presidenta de la Cámara -apoltronada en la posición que Paul Ryan tuvo hasta solo unas semanas atrás- probablemente será tan severa como lo que hemos visto hasta aquí.
El discurso de Trump llega después de sufrir las consecuencias de una devastadora batalla presupuestaria, durante la cual Pelosi demostró ser la primera política demócrata que puede hacerle frente al presidente y efectivamente desarticularlo.
El discurso del Estado de la Unión podría marcar también un momento clave para este presidente. Mientras la nación espera el reporte final del fiscal especial Robert Mueller, junto con las conclusiones de muchas investigaciones del Congreso, el destino del presidente yace en gran medida en manos de Pelosi. Tendrá el poder de darles a los demócratas luz verde a mayores investigaciones y jugará un papel central en la decisión de iniciar un proceso formal de juicio político.
En noviembre, los estadounidenses tuvieron un recordatorio de que las elecciones realmente importan.
El presidente pudo haber estado protegido de la supervisión de una Cámara republicana en los dos primeros años de su presidencia. Pero con el control de los demócratas, Trump se enfrenta a investigaciones al igual que a bloqueos legislativos.
Pelosi, quien controla ahora la agenda legislativa, tomará las decisiones sobre las propuestas y los debates en el pleno, lo que pondrá de relieve las diferencias fundamentales que ahora separan a ambos partidos.
Si bien Trump y Pelosi nacieron con solo seis años de diferencia (Trump en 1946 y Pelosi en 1940), representan dos visiones diferentes para el futuro de EE.UU. Pelosi es la defensora de utilizar el gobierno para resolver los problemas nacionales y preservar las alianzas internacionales que han servido a los intereses de EE.UU. en el exterior desde la Segunda Guerra Mundial.
Su visión pluralista del futuro de este país choca con la atención del presidente a sus bases, que en gran parte consiste de votantes blancos, masculinos, rurales que apoyan el enfoque de “Estados Unidos primero” con respecto a la política internacional.
Los dos muestran firmes posiciones partidistas. Pelosi es una legisladora de la vieja guardia que cree en batallar mediante el proceso político formal y el tradicional recuento de votos. El presidente Trump cree en utilizar las redes sociales y las apariciones en la televisión para promulgar tácticas de guerra políticas con poca estima por las instituciones y las normas.
No queda en claro quién saldrá victorioso, pero el retraso en la fecha del Estado de la Unión es ciertamente la campana de apertura para la lucha épica entre estos dos líderes políticos.