Christchurch, Nueva Zelandia (CNN) – Abdul Nazer y su esposa, Ansi Alibava, tenían su vida planeada.
Pidieron dinero prestado para mudarse a Nueva Zelandia desde la India el año pasado, para que ella pudiera hacer una maestría en administración de agronegocios. Él había tomado un trabajo en un supermercado local para ayudar a pagar las cuentas.
Cuando Alibava se graduó, esperaban que ella consiguiera un trabajo bien remunerado para poder vivir en Nueva Zelandia, antes de regresar a su hogar en el estado de Kerala, en el sur de la India, para establecerse.
El ataque del viernes en dos mezquitas en el centro de Christchurch lo cambió todo.
Nazer relata su historia en palabras lentas y vacilantes. Apenas ha dormido desde el viernes.
Su amigo, Renju George, se sienta a su lado, y llena los vacíos cuando Nazer tiene que hacer un esfuerzo para hablar.
Nazer, de 34 años, y Alibava, de 25, estaban dentro de la mezquita de Al Noor – hombres sentados a la izquierda, mujeres a la derecha– cuando se produjeron los primeros disparos en uno de los peores tiroteos de Nueva Zelandia.
“Justo antes de la oración principal, escuché un solo disparo y pensé que algunos niños afuera podrían haber reventado un globo”, dijo Nazer en malabar, su idioma nativo.
Segundos más tarde, una serie de tiros disparados por un arma de gran potencia envió a unas 300 personas a la mezquita en busca de la salida.
Nazer dice que estaba cerca de una puerta de emergencia y que escapó después de que alguien rompiera el vidrio. Otros no fueron tan afortunados. “La gente comenzó a caer sobre mí, vi gente con sangre en sus camisas”, dijo.
Corrió a una casa vecina y llamó a la policía para pedir ayuda antes de regresar a la mezquita para encontrar a su esposa, a quien no había visto desde que tomaron sus asientos.
La escena que vio fue horrible.
Había cuerpos dispersos en la calle junto a charcos de sangre. Muchas personas resultaron heridas.
Luego vio la figura inmóvil de su esposa, acostada boca abajo en la calle.
“Corrí hacia ella y luego un policía me detuvo y me dijo que me fuera a otro lugar”, dice.
No fue hasta el sábado por la noche, más de 24 horas después de haber huido de la mezquita, que la policía confirmó que Alibava era una de las 50 personas que murieron en los ataques del viernes.
El amigo de Nazer, George, estaba con él cuando la policía les entregó a ellos y a otras familias una lista de las personas confirmadas como muertas. Hasta entonces, dice, como muchos otros familiares, se habían aferrado a la vana esperanza de que tal vez hubiera habido un error. Que tal vez Alibava estaba en el hospital.
“Pensamos que podría ser uno de esos milagros que ocurren”, dice George.
Nazer y Alibava se habían casado en un matrimonio concertado hace dos años, pero los amigos dicen que no tienen dudas de que la pareja pronto se enamoró profundamente.
“Ella realmente ama a su esposo y su esposo realmente la ama a ella”, dice Tali Ao, una amiga de la Universidad de Lincoln, quien dice que hizo buena amistad con “la mejor amiga”, Alibava, durante sus estudios.
“Puedo imaginarme cuando llegaron a Nueva Zelanda … Pude imaginarme descubriéndose el uno al otro. Y realmente gustándose el uno al otro”, agregó.
Alibava terminó su maestría hace tres semanas, después de haber realizado estudios adicionales durante el verano para terminar antes que sus compañeros de clase. Ao dice que Alibava fue la estudiante más brillante en su curso.
“Sus profesores, todos la amaban”, dice Ao. “Era muy inteligente. Aunque no le gustaba hacer tareas, era muy buena en eso”.
El lunes, estudiantes y trabajadores de la universidad inclinaron sus cabezas en el césped durante un minuto de silencio en memoria de los muertos.
“Que algunas de las víctimas de nuestra familia fueran atacadas por su religión es inconcebible”, dijo el canciller interino Bruce Mckenzie.
La comunidad de Kerala en Christchurch se ha unido alrededor de Nazer para ayudarlo durante los próximos días y meses.
Abrieron una página de Givealittle para ayudarle a pagar el préstamo de 70.000 dólares neozelandeses (US$ 48.000) que tomaron en la India para pagar los estudios de Alibava.
Nazer quiere enviar el cuerpo de su esposa a Kerala para estar en casa con su madre y su hermano. Su padre murió hace varios años.
Nazer no está seguro de lo que depara el futuro, pero dice que sabe que quiere quedarse en Christchurch, donde él y su esposa pasaron la mayor parte de su vida de casados juntos.
“Ella tenía tantos sueños”, dice. “Nadie esperaría que algo así sucediera. Hay mucha gente buena aquí … Esto no debería pasarle a ninguna familia”.