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Nota del editor: el padre Edward L. Beck, C.P., es un sacerdote católico apostólico romano y comentarista sobre religión para CNN. Las opiniones expresadas en este comentario son propias del autor.

(CNN) – Una amiga me envió el mensaje: “Parecería que adorar abiertamente es ser un blanco fácil”. Su mensaje era la respuesta a un acto más de violencia en un establecimiento religioso; esta vez, una vez más, en un templo judío de oración.

Tristemente, en los lugares donde deberíamos sentirnos más seguros nos acercamos sospechosos y temerosos. No debería ser así.

El tiroteo en la Congregación Chabad en Poway, cerca de San Diego, California, ocurrió el último día de la Pascua judía y se lo describe como un posible crimen de intolerancia. Es el segundo tiroteo y matanza en una sinagoga en seis meses en Estados Unidos.

Pero considere solo este hecho: los crímenes de odio en las casas del amor. ¿Qué podría ser más incongruente? No debería ser así.

La semana pasada, cientos de cristianos fueron masacrados en iglesias en Sri Lanka. Este mes, tres iglesias negras fueron incendiadas en diez días en una sola parroquia de Louisiana. Y el mes pasado, decenas murieron en los ataques a mezquitas en Christchurch, Nueva Zelandia.

Pero los ataques en centros de oración en tiempos recientes van incluso más allá. En 2015, nueve negros estadounidenses fueron asesinados en el tiroteo en la Iglesia Episcopal Metodista Africana Emanuel, en Charleston, Carolina del Sur.

En consecuencia, las casas de adoración se ven forzadas a aplicar medidas de seguridad comparables con las de los aeropuertos. No debería ser así.

Prácticamente todas las principales religiones están fundadas sobre el principio de amor a Dios y de amor al prójimo. Los actos de violencia en todo lugar van en contra de este principio, pero los que ocurren en lugares de adoración son aún más atroces porque intentan amenazar la razón misma por la que se han reunido los devotos: para compartir el amor dual que se sienten llamados a encarnar y a expresar.

La amenaza real a la libertad religiosa no se debe a la excesiva extralimitación del gobierno ni a verse forzados a hornear un pastel de bodas para una pareja del mismo sexo. La amenaza más seria a la libertad religiosa es el infundir miedo a las personas de fe de reunirse libremente a adorar. La primera carta de Juan dice, “El amor perfecto echa fuera el temor”(I Juan 4:18). Juan se refiere al amor que es Dios, pero para la palabra “perfecto” usa el verbo activo griego teleios, que indica que no es un amor terminado o completo sino uno que continuamente se mueve hacia la perfección. Ese amor y su potencial parecen perderse frente a la violencia intolerante que permea nuestra sociedad.

El presidente Donald Trump tuiteó: “Pensamientos y oraciones para todos los afectados por el tiroteo a la sinagoga en Poway, California. Dios los bendiga a todos”. Perdón, pero eso no es suficiente. Este tuit llega dos días después del discurso de Trump en la Asociación Nacional del Nacional, una organización que constantemente se ha opuesto a prohibir las armas de asalto, como las que se usaron en el tiroteo en la sinagoga. Sí, son las personas quienes matan, pero a menudo lo hacen usando armas de asalto que no se necesitan ni tienen razón de existir en la sociedad civil.

Por supuesto, prohibir las armas de destrucción masiva no es la única solución. También es necesario purgar de nuestros corazones y del discurso civilizado las actitudes racistas, xenófobas, homofóbicas y sexistas, y las casas de oración deben dar el ejemplo siendo lugares de aceptación e inclusión. Deben encarnar las palabras de Jesús, que dice, “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados y yo les daré descanso” (Mateo 11:28). El Señor lo sabe, todos podríamos aprovechar un descanso.

La fe en acción significa que hagamos algo sobre las amenazas a nuestras libertades religiosas. Y la violencia es la amenaza real. A la gente de fe deben sumarse quienes no profesan una fe y exigir que nuestros lugares de adoración vuelvan a ser santuarios de descanso y seguridad, donde el miedo no tiene espacio.

Levántense, personas de fe y todos los demás. Recuperemos nuestra libertad más real y fundamental de reunirnos pacíficamente y en paz en nuestras casas de amor. Que así sea.

(Traducción de Mariana Campos)