Washington (CNN) – El presidente de Estados Unidos tratará de volver en el tiempo el martes cuando lance oficialmente su campaña a la reelección en un encuentro con una entusiasta multitud en la Florida preparada para recibir al puro e indomable Donald Trump.
Sin embargo, si bien nunca se cansa de rememorar su primera carrera rumbo a la Casa Blanca y el dulce triunfo de la noche electoral, Trump deberá enfrentar una verdad que incluso a él le será difícil negar una vez que la euforia de su regreso a la contienda se calme: el 2020 podría no ser como el 2016.
Con la mira puesta en un segundo mandato, Trump deberá probar, en un momento político distinto, que puede recuperar el hechizo político que desafió a los expertos y a las probabilidades y resultó en una de las victorias electorales más impactantes de la historia.
Esta vez, no solo deberá competir contra el otro bando y un centro político podrido. Deberá defender el récord presidencial más controvertido en décadas frente a un Partido Demócrata que puede ser ideológicamente convulso, pero que está unido en un solo objetivo: sacarlo de la Oficina Oval.
Constantes crisis en el extranjero, escándalos interminables, disputas personales, la adulación de tiranos por parte del presidente, conversaciones sobre un juicio político y una presidencia imposible de ignorar que ha irrumpido en la vida de todos los estadounidenses en un agotador período de dos años y medio complicará la narrativa de Trump en esta ocasión.
La candidata demócrata Hillary Clinton dijo en repetidas ocasiones que Trump era incapaz para la presidencia por su temperamento, su intelecto y su personalidad. Ahora los demócratas creen que tienen la evidencia para demostrarlo.
Pero el presidente, quien en repetidas ocasiones afirmó y demostró en 2016 que él era su mejor estratega, mantiene la fe en su viejo libro de jugadas.
“Sólo te digo que lo haré de la misma manera que lo hice la primera vez”, dijo Trump a ABC News en una entrevista reciente.
Eso probablemente significa campañas contra la inmigración más polarizantes, un regreso a la guerra cultural que avivó la ira entre sus partidarios en 2016 y más intentos de devaluar la verdad, de la que los votantes dependen para tomar una decisión informada.
El lunes por la noche, Trump aprovechó los informes de medios locales en Florida para decir que “miles” de simpatizantes ya estaban haciendo fila para el mitin de la noche siguiente en Orlando.
“Pantallas gigantes y camiones de comida estarán en el lugar para aquellos que no puedan acceder a la arena con capacidad para 25.000”, escribió Trump en Twitter. “¡Será una noche muy emocionante! ¡Hagamos que Estados Unidos sea grande otra vez!”.
Presagios inquietantes
El presidente acelerará el ritmo de una campaña que nunca terminó después de ganar la Casa Blanca y enfrentará presagios inquietantes que sugieren que puede tener problemas para recrear la magia.
Sus calificaciones de aprobación están por debajo de los 40 puntos, un territorio peligroso para un presidente que busca la reelección, y lidera una nación agotada por las investigaciones, el escandaloso comportamiento presidencial y la discordia cultural y social que fomentó como un instrumento de su propio poder.
Hay indicios de que Trump puede estar negando la magnitud de su tarea, después de que despidiera a encuestadores que le llevaron malas noticias, algo que se filtró, y dijera a sus partidarios que no crean a nadie que diga que no está ganando.
Los demócratas están tratando de destruir la coalición de Trump desde sus cimientos al desafiar su afirmación de que él es un defensor de “los hombres y mujeres olvidados”, lo que le había generado gran aprobación en su discurso inaugural. En un anuncio digital de seis cifras que anticipaba su evento en Florida, el superPAC Priorities USA critica a Trump por destruir el Obamacare y enriquecer a los ricos con su reducción de impuestos.
“Lo único que le importa a Trump son las personas que están arriba”, dice un anuncio.
Sin embargo, todavía nadie descarta a Trump, en parte debido a la economía fortalecida y al desempleo históricamente bajo, que es oro político para un presidente. Para muchos conservadores ha cumplido al colocar a dos nuevos jueces de la Corte Suprema y una veintena de jueces de tribunales inferiores en alianza con el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, y esperará que cumplan con su acuerdo en las urnas.
La carrera de 2020 probará si Trump realmente es una aberración. Él intentará demostrar que su carácter poco convencional, su enfoque descarado y el magnetismo que genera en sus pueden hacer que las tendencias históricas y los datos en bruto de las encuestas fallen por segunda vez.
Ciertamente, los analistas que anticiparon su derrota en 2016 serán más cautos con sus números en esta ocasión, debido a la forma en que Trump destruyó la lógica política la última vez.
‘Grandeza estadounidense’
En un correo electrónico en la víspera del inicio de la campaña, el presidente trató de revivir el espíritu de no favorito que impulsó una participación mayor a la esperada en 2016.
“Cuando lancé mi campaña presidencial de 2016 hace 4 años, los medios de NOTICIAS FALSAS nos dijeron que NO TENÍAMOS UNA SOLA OPORTUNIDAD de ganar, pero yo creía en nuestro tremendo potencial gracias a USTEDES”, escribió Trump, todavía aquel forastero opuesto al poder establecido.
“Ustedes les mostraron el aspecto de la grandeza estadounidense y apenas estamos empezando”, dijo.
Trump ganó la presidencia rompiendo tabúes y aprovechando sentimientos de enojo contra la élite de los que la mayoría de los políticos reales ni siquiera habían escuchado. Dio voz a los estadounidenses que se quedaron atrás en una economía desigual y dobló la realidad para esbozar su propia versión de la verdad.
Su campaña despreocupada fue una revelación. Y movió el resentimiento y la liberación personal entre sus partidarios que los llevaron a los lugares de votación en noviembre de 2016.
Entre sus multitudes encendidas, había una sensación de diversión casi anárquica que a menudo en las imágenes de la televisión aparecía como la de un candidato demagógico regañando a sus enemigos. Una de las primeras pruebas de su campaña será ver si el presidente aún puede convocar esa conexión invaluable.
Trump destruyó a sus oponentes republicanos y a la candidata demócrata Hillary Clinton haciendo todo lo necesario para ganar. Parece que volverá a hacer lo mismo, luego de sugerir la semana pasada que podría revisar cualquier información sobre un rival que le ofrezca una potencia extranjera antes de avisar al FBI.
Tendrá una maquinaria de campaña personal mucho más profesional para ayudarlo después de confiar principalmente en el Comité Nacional Republicano en 2016, y ya ha recaudado casi 100 millones de dólares para impulsar su candidatura.
El presidente cree que podrá dictar la forma de la campaña como lo hizo en 2016, con una gran cantidad de tuits que hacen que sus enemigos pierdan el equilibrio.
“Lancé uno esta mañana. Y en cuanto presioné el botón, dijeron: ‘Tenemos noticias de última hora’. Cada canal, cada estación. ‘Tenemos noticias de última hora’. Leyeron mi tuit”, dijo Trump a ABC News.
Trump, sin embargo, es casi seguro que no se beneficiará de la misma cobertura sin filtro que disfrutó en su campaña principal de 2016 por parte de los medios de comunicación, que se han vuelto más prudentes ante sus trucos.
El estrecho camino de Trump
Pero ya está claro que mientras tenga un camino confiable de regreso a la Casa Blanca, Trump no tendrá margen de error.
Una cosa era mantenerse como un extraño sin expectativas, cuya campaña incluso no esperaba ganar. Otra cosa es hacer historia por segunda vez, con todo por perder y ante el riesgo de la ignominia por ser un presidente de un solo mandato.
Unos 17 meses antes de las elecciones, ya está claro que Trump solo tiene una forma de ganar: volver a reunir su coalición de trabajadores del medio oeste para añadir a su dominio en el sur, mientras que logra una victoria estrecha en Florida, que cuenta con 29 votos electorales, y donde sorprendió a Clinton en 2016.
Nunca ha hecho ningún esfuerzo por ampliar su apoyo, como lo hacen la mayoría de los presidentes que aspiran a un segundo término sabiendo que pueden tener dificultades para volver a encender el fuego de su primera elección.
El presidente mantuvo su base cerca y se energizó con un número asombroso de 59 mítines desde principios de 2017, según un recuento de la CNN, que se desató y ofreció programación para la máquina de medios conservadora.
La estrategia fue un éxito, ya que Trump regularmente se encuentra por encima de los 80 puntos en las encuestas a votantes republicanos y ha reconstruido al partido en torno a su imagen populista y nacionalista.
Pero casi todos sus mítines fueron en el sólido territorio Trump, lo que refleja la estrategia de “la base o nada” que depende del mismo enorme entusiasmo que tenía el Partido Republicano en 2016 y una baja participación demócrata que ahora parece menos probable dada la angustia entre los liberales por el presidente.
Las cifras de los primeros sondeos no son proféticas, pero Trump está haciendo todo lo posible por minimizar los sondeos internos filtrados que parecen mostrar que tiene problemas en estados clave y que generan dudas sobre su limitada red de votantes.
La mayoría de las encuestas a nivel nacional también muestran que Trump perdería frente a la mayoría de los candidatos demócratas, con un Joe Biden especialmente fuerte, una de las razones por las que fuentes le han dicho a CNN que Trump ha pedido a su personal que hablen sobre las preocupaciones acerca del exvicepresidente.
El lunes, el candidato demócrata puntero pareció presionar aún más las inseguridades del presidente antes de su gran lanzamiento en Florida.
“Planeo hacer una campaña en el sur. Si soy su candidato, planeo ganar Georgia, Carolina del Norte, Carolina del Sur, lo crean o no”, dijo Biden. “Y creo que podemos ganar Texas y Florida, si nos fijamos en los datos de las encuestas actuales”.