Nota del Editor: Mary E. Lovely es profesora de Economía en la Syracuse University y becaria sénior no residente en el Instituto Peterson para la Economía Internacional. Las opiniones expresadas en este artículo son propias de la autora.
(CNN Español) – Como señal de cuánto ha avanzado por el camino erróneo, el presidente Donald Trump amenazó con nuevos aranceles a las importaciones chinas la semana pasada. Esa movida hizo que China frenara todas las compras de productos agrícolas estadounidenses, y que permitiera que el yuan cayera por debajo del valor de referencia clave, haciendo que sus exportaciones fueran más asequibles en Estados Unidos.
La decisión del presidente Trump de imponer un arancel del 10% sobre otros US$300.000 millones de importaciones de China será un perjuicio adicional a los consumidores, productores y trabajadores estadounidenses. Este nuevo paquete de aranceles recae fuertemente sobre los bienes finales, como vestimenta, calzado, artículos del hogar y productos para bebés. Si comienzan los aranceles el 1 de septiembre, como lo sugirió el tuit del presidente, los compradores verán el impacto de inmediato, cuando comiencen con sus compras para regresar a la escuela.
Los precios más elevados resultantes probablemente no serán del agrado de las familias estadounidenses, en especial en las casas de bajos y medianos ingresos, que gastan una mayor porción de sus ingresos en artículos comerciados internacionalmente que en las casas más pudientes. Los impuestos de importación reducirán así sus ingresos reales en una mayor proporción.
La movida de Trump refleja ira por su incapacidad de recuperar los mercados agrícolas perdidos en rondas previas de su guerra comercial. El Departamento de Agricultura de EE.UU. recientemente redujo su pronóstico de exportaciones agrícolas para el 2019, citando una reducción en la demanda de China y el debilitamiento de los precios. Las quiebras de campos están subiendo, a pesar de la distribución de asistencia de emergencia a los agricultores y el gobierno no ha logrado localizar mercados alternativos para los granos y carnes estadounidenses.
El dolor de la guerra comercial de Trump no está confinado a las zonas agrícola-ganaderas. Investigaciones recientes de la Oficina Nacional de Investigación Económica halló que los ingresos generados por los aranceles cobrados en 2018 provinieron de los bolsillos de los compradores estadounidenses, no de los proveedores chinos, a pesar del declive de los volúmenes de importación y exportación. Un segundo estudio significativo confirma que los aranceles de 2018 fueron transferidos por completo a los precios más altos para los importadores estadounidenses. El estudio identificó también a los trabajadores en condados fuertemente republicanos como quienes sintieron el mayor impacto negativo de la guerra comercial, en gran parte porque China tomó represalias contra los exportadores agrícolas de Estados Unidos.
La más reciente ronda de aranceles a China afectará a los artículos de consumo, que se salvaron en gran parte en las rondas anteriores; las computadoras y los productos electrónicos conforman casi la mitad de todas las importaciones que serán aranceladas próximamente según mi propio análisis de los datos de la Oficina del Censo de EE.UU. y la Oficina del Representante Comercial de EE.UU. Dejemos que esto decante: casi la mitad de los ingresos por el nuevo arancel provendrá de los estadounidenses que pagarán más por sus inversiones en tecnologías informáticas, como computadoras portátiles y iPhones.
Algunas empresas tecnológicas ya están respondiendo a las anteriores rondas arancelarias, mudando la producción fuera de China y hacia otros lugares, en especial a Asia Oriental. Supuestamente Google y Nintendo también están buscando llevar su producción fuera de China. Mientras esta alteración de las cadenas de suministros ciertamente perjudica al gigante asiático, también ocurre con los consumidores y productores de Estados Unidos que deberán pagar precios más altos por los bienes no producidos a nivel nacional.
China es el exportador final de muchos productos informáticos (que contienen un sustancial valor agregado por parte de fabricantes estadounidenses, como Apple, Intel y Micron) y cambiar a ensambladoras no chinas será lento y costoso. Entretanto, los que intenten mantenerse actualizados de la tecnología en rápida evolución pagarán precios más elevados y muchos podrían elegir no invertir en nuevos equipos.
Las fábricas, que en gran parte han dejado de tomar nuevos trabajadores, también serán golpeadas con mayores costos para las partes y equipamiento traídos de China, como motores eléctricos usados en botes recreativos. Como atestiguaron fabricante tras fabricante durante las audiencias públicas sobre los aranceles propuestos en mayo, los precios más elevados para las partes importadas reducen su capacidad de vender competitivamente tanto en Estados Unidos como en el exterior. Muchas empresas radicadas en EE.UU. también declararon que no existe una fuente nacional para las partes que ahora importan. Dado que tanto la producción industrial como la manufacturera registraron un crecimiento anualizado del 2,2% negativo en el primer trimestre de 2019, a pesar del crecimiento general de la economía de Estados Unidos, la ronda más reciente de aranceles a China agregará más resistencia a un sector que ya se está hundiendo.
En lugar de empujar a China para que reforme sus subsidios industriales y poner fin al supuesto robo tecnológico, el gobierno de Trump persiste en reducir la competitividad de las fábricas, gravando a los hogares y cerrando mercados de los agricultores estadounidenses. La más reciente expansión de la guerra comercial de Trump con China traerá más sufrimiento y ninguna ganancia.