Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es escritor y analista político de CNN. Sus columnas se publican en decenas de diarios de España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de la Internacional Liberal. Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor.
(CNN Español) – En su muy importante discurso del martes en el Congreso, el presidente Donald Trump distinguió especialmente a Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela, y destacó el respaldo político que le prestan más de 50 países.
Eso le valió a Guaidó y a los que lo secundan, a mi juicio, la mayoría del pueblo venezolano, uno de los escasos aplausos de pie que le dieron, demócratas y republicanos, a las palabras del presidente.
No hubo nadie que se quedara sentado en el imponente recinto. Era una causa nacional, no partidista. Pero, ¿qué significa eso en términos prácticos? Lo que se ha dicho en círculos de la oposición, muy explícitamente, es que se trata de un “chaleco blindado” contra las balas de Nicolás Maduro.
Es verdad que, todavía, se trata de un gesto simbólico, pero los símbolos tienen un enorme peso en la política.
Tras las palabras de Trump, el costo de apresar a Guaidó a su regreso, o de cualquier otro tipo de ataque, sería altísimo, y la Casa Blanca tendría la vía libre para tomar represalias militares muy enérgicas.
Más aún, lo que todos esperarían del gobierno de Estados Unidos es una reacción violenta ante un hecho de esa naturaleza, así que los asesores cubanos seguramente le recomendarán moderación a Maduro, aunque ello vaya contra los peores instintos represivos de La Habana o de Caracas.
Naturalmente, esa posición irá acompañada de algo que suele hacer la policía política cubana: no le tocarán un cabello a Guaidó, pero vengarán las palabras de Trump en el entorno de Guaidó.
El propósito será enfrentarlo en su círculo de poder. Lo que sería ingenuo es esperar que estos sujetos se queden con los brazos cruzados. No suelen hacerlo.