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Nota del editor: Halie Soifer es directora ejecutiva del Consejo Democrático Judío de América (JDCA), una organización nacional que respalda a los candidatos demócratas para cargos electos y aboga por una política progresista. Anteriormente se desempeñó como asesora de seguridad nacional para la senadora Kamala Harris, como asesora de política exterior de los senadores Chris Coons y Ted Kaufman, y como asesora principal de política de la embajadora de Estados Unidos ante la ONU Samantha Power. Las opiniones expresadas en este comentario son las del autor. Ver más artículos de opinión sobre CNNe.com/opinion

(CNN) – Al crecer en East Lansing, Michigan, conocí a la Milicia de Michigan, un grupo paramilitar antigubernamental a favor de las armas que surgió a mediados de los años 90.

Como miembro de la pequeña comunidad judía de Lansing, mi familia estaba profundamente preocupada por esta organización armada, parte de un movimiento de milicias a nivel nacional cada vez más alineado con los nacionalistas blancos, con sede en ciudades vecinas. Nunca vimos a la milicia en acción, pero su mera existencia representaba una amenaza siniestra para nuestra comunidad y para otros. Nunca imaginé que vería el día en que el presidente de Estados Unidos calificara elogiosamente a un grupo de manifestantes, incluidos miembros de la milicia, como “muy buena gente”, usando un lenguaje similar al que dirigió a grupos que incluían neonazis marchando en Charlottesville hace menos de tres años.

El 15 de abril, la milicia se unió a miles de personas en un mitin de la “Operación Embotellamiento” en Lansing contra los cierres estatales debido al coronavirus.

Los manifestantes agitaron banderas de Trump junto con banderas de la Confederación y esvásticas, y desobedecieron las medidas de distanciamiento social. Si bien el objeto aparente de su indignación era la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, por imponer órdenes de quedarse en casa, cualquier uso de un símbolo de odio antisemita y de imágenes nazis debe interpretarse como un mensaje dirigido a los judíos. El mensaje racista transmitido por la bandera confederada dejaba pocas dudas de que el odio se extendía también a las personas de color.

La manifestación incluyó a la Milicia Liberty de Michigan, clasificada por el Southern Poverty Law Center (SPLC) como un grupo antigubernamental extremo, y los Proud Boys, “chovinistas occidentales” calificados por el SPLC como un grupo de odio.

Dos días después, el 17 de abril, el presidente Donald Trump tuiteó su apoyo a los manifestantes en Michigan, Virginia y Minnesota, alentando a estos grupos a “liberar” sus estados, lo que algunos vieron como un llamado a las armas. En un momento en que, según los informes, algunos extremistas buscan explotar la pandemia de coronavirus para atacar a judíos, asiático-estadounidenses y otros, los teóricos de la conspiración especularon en línea que Trump estaba llamando a una insurrección, a la que se refieren como un “boogaloo” o segunda guerra civil.

El gobernador de Washington, Jay Inslee, respondió a los tuits “liberadores” del presidente acusándolo de “fomentar la rebelión doméstica”. El 19 de abril se le preguntó a Trump en su rueda de prensa diaria si estaba de acuerdo con quienes se manifestaban en contra de los cierres estatales y afirmó: “Estoy con todos”, dando la señal a los integrantes de la “Operación Embotellamiento” que apoyaba sus esfuerzos.

El jueves, miembros armados de la milicia y docenas de manifestantes irrumpieron en el Capitolio del estado de Michigan mientras los legisladores debatían la extensión de las órdenes de confinamiento. La senadora estatal de Michigan Dayna Polehanki tuiteó una imagen de cuatro hombres parados con rifles en la galería del Senado e informó que algunos de sus colegas llevaban chalecos antibalas. Una vez más, las protestas incluyeron esvásticas, banderas confederadas y una soga, junto con un letrero que se refería a Whitmer con el mensaje “a los tiranos les espera la cuerda”.

Quizás la imagen más impactante de la protesta fue la que mostraba a seis milicianos fuertemente armados parados frente a la oficina de Whitmer. Aunque estaban en su derecho a portar armas en el edificio del Capitolio, los manifestantes transmitían una sensación de confianza mientras amenazaban implícitamente a la gobernadora blandiendo las armas afuera de su puerta. Su sentimiento de confianza debe haber aumentado aún más cuando solo un día después Trump tuiteó que eran “muy buenas personas”.

Esta situación fue similar a la reacción de Trump después de la manifestación Unite the Right en Charlottesville, cuando el presidente elogió públicamente a extremistas de derecha peligrosos y que promueven el odio, incluidos aquellos que amenazan y perpetran la violencia. Él equiparó a los neonazis que cantaban “los judíos no nos reemplazarán” con aquellos que protestaban pacíficamente contra ellos. Dijo que había “gente muy buena en ambos lados” en Charlottesville, a pesar de que un lado incluía supremacistas blancos.

Bajo una presión creciente, Trump finalmente denunció la “violencia racista”, pero no condenó específicamente a los nacionalistas blancos, dejando abierta la interrogante sobre si temía ser condenado al ostracismo por parte de su base de extrema derecha.

Notablemente, esas “personas muy buenas” que marchaban en Charlottesville incluían a varios que usaban camisas de la Milicia de Michigan.

Trump inicialmente elogió a los manifestantes en Charlottesville, tal como lo hizo con los manifestantes en Lansing, en lo que puede verse como un estímulo para su peligrosa ideología cargada de odio. La creciente amenaza creada por su renuencia a condenar a los grupos de odio es una de las razones más importantes por las que estoy trabajando en nombre del Consejo Democrático Judío de América (JDCA) para derrotar a Trump en noviembre. Si bien movimientos como la Milicia de Michigan no surgieron durante el gobierno de Trump, él ha envalentonado a este grupo y a otros similares para que salgan de las sombras.

En seis meses, los estadounidenses votarán en la elección más importante de nuestras vidas. Como dijo JDCA en un video creado hace dos semanas, “el envalentonamiento del nacionalismo blanco por parte de Donald Trump ha sido la mayor amenaza para los judíos estadounidenses. Ahora está claro que no tiene el carácter para mantener a todos los estadounidenses a salvo o para poner al país primero”. Desde Charlottesville hasta Lansing, Trump ha vigorizado y alentado el odio y la división que nos amenaza a todos. Los estadounidenses merecen algo mejor.