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Ella es Kim Yo Jong, la hermana del líder de Corea del Norte
01:05 - Fuente: CNN

Hong Kong (CNN) –  En un fresco día de invierno hace dos años, Kim Yo Jong dio su primer paso para convertirse en la poderosa política que su padre pensó que sería.

Era el 10 de febrero de 2018. La hija menor del exlíder norcoreano Kim Jong Il ya había hecho historia al convertirse en la primera miembro de su familia desde el final de la Guerra de Corea en pisar la mitad sur de la península de Corea.

La noche anterior, ella había asistido a la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno en Pyeongchang, Corea del Sur. Se sentó detrás del presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, y observó cómo cientos de atletas marchaban juntos bajo una bandera que representaba una Corea unificada, un país partido a la mitad después de la Segunda Guerra Mundial por la Unión Soviética y Estados Unidos con poca consideración por las miles de familias que dividieron.

Kim aplaudió a estos atletas junto con dignatarios como Moon, el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, y el primer ministro de Japón, Shinzo Abe. Fue una gran sesión de fotos. Pero un viaje a la Casa Azul, la residencia presidencial de Corea del Sur, fue un evento completamente diferente.

Kim Yo Jong sería la primera miembro de la familia gobernante de Corea del Norte en ingresar a las salas de poder de un enemigo jurado.

La mañana después de la ceremonia de apertura, Kim salió de un sedán negro para ingresar a la Casa Azul. Caminó por una alfombra roja con una postura inmaculada y su cabeza en alto, exudando la confianza de una mujer que se había reunido con importantes líderes mundiales durante años. Se vistió toda de negro y llevaba un maletín negro en su mano izquierda, tonos oscuros que llamaron la atención sobre el broche de solapa rojo sobre su corazón adornado con las caras de su sonriente padre y abuelo.

Al acercarse al umbral del edificio, se detuvo y, por el rabillo del ojo, miró a su izquierda. Luego, desaceleró su paso para permitir que el hombre a su lado, un nonagenario llamado Kim Yong Nam, jefe de Estado ceremonial de Corea del Norte en ese momento, ingresara primero, adhiriéndose a los valores confucianos de respetar a los mayores a pesar del hecho de que su familia es venerada con fervor casi religioso en casa.

El presidente surcoreano, Moon Jae-in (izquierda), estrecha la mano de Kim Yo Jong, hermana del líder norcoreano Kim Jong Un.

Kim Yo Jong era la jefa propagandista de Corea del Norte en ese momento, y su habilidad para armar una imagen estaba en exhibición en Seúl. Ella demostró ser el emisario perfecto para su país: una operadora inteligente y urbana que podría contrarrestar la narrativa de su patria como una reliquia extraña, atrasada y con armas nucleares de la Guerra Fría que supuestamente retiene a más de 100.000 personas en campos de trabajos forzados.

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Park Ji-won, un exlegislador surcoreano y jefe de gabinete presidencial, dijo que después de cuatro reuniones con Kim Yo Jong, salió con la impresión de una mujer cuya inteligencia y confianza silenciosa iba más allá de su edad.

“Ella supera a su padre y hermano”, dijo Park. “Es muy inteligente y de rápido pensamiento. Es cortés, pero habla claramente de su posición”.

Kim se fue después de tres días y se le daría el crédito de ayudar a sentar las bases para la primera cumbre entre Moon y su hermano mayor, el líder norcoreano Kim Jong Un. Ella fue, después de todo, quien extendió su invitación.

Pero el viaje también preparó el escenario para algo más, un desarrollo que solo ha quedado claro en los últimos días: que Kim Yo Jong estaba a punto de convertirse en la jefa cuando se trata de las relaciones de Corea del Norte con Corea del Sur y posiblemente la segunda figura más poderosa de su país, que le responde solo a Kim Jong Un.

El presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, el jefe de Estado ceremonial de Corea del Norte, Kim Yong Nam, y Kim Yo Jong.

‘El futuro de la prosperidad unificada’

A la 1 de la mañana del 31 de mayo de este año, los “Combatientes por una Corea del Norte libre” se reunieron en el lado sur de la frontera, cerca de la zona desmilitarizada que divide la península de Corea en dos.

El grupo de desertores norcoreanos había esperado que al reunirse en medio de la noche, evitarían las miradas indiscretas de la policía, los soldados o los transeúntes cercanos que podrían estar en desacuerdo con lo que estaban a punto de hacer.

Estaban en una misión para llevar información sobre el mundo exterior a sus antiguos compatriotas. Los norcoreanos tienen prohibido consumir cualquier información que no sea aprobada por el estricto aparato de censura de Pyongyang.

Los desertores, liderados por un hombre que anteriormente fue el blanco de un asesino norcoreano con una pluma armada con veneno, rellenaron 20 globos grandes con 500.000 volantes, 500 folletos y 1.000 tarjetas SD llenas de contenido que seguramente enfurecería a los asesores de Kim Jong Un.

Luego dejaron que los globos flotaran en el cielo, anticipando que cuando saliera el sol, el viento empujaría el contrabando hacia su antiguo hogar.

Las autoridades en Pyongyang estaban furiosos. La información sobre el mundo exterior es como un virus dentro de Corea del Norte, algo que puede propagarse rápidamente y destruir una sociedad construida sobre la apariencia de la familia Kim como semidioses sin parangón.

“Lo que más asusta a Corea del Norte es la verdad sobre sí mismos, la verdad sobre su régimen, la verdad sobre el mundo exterior”, dijo Chun Yung-woo, exdiplomático de Corea del Sur. Chun dirigió la delegación de su país en las conversaciones a seis bandas, un esfuerzo multilateral para lograr que Corea del Norte se desnuclearice, de 2006 a 2008.

Cualquier insulto contra los Kim es equivalente a blasfemia, explicó Chun, y requiere una respuesta a todo pulmón.

Esa responsabilidad recayó sobre Kim Yo Jong.

Kim dijo que los folletos eran una violación directa del acuerdo alcanzado en la cumbre intercoreana en abril de 2018, la misma reunión para la que sentó las bases durante su visita olímpica. Como parte del acuerdo, ambos líderes acordaron cesar “todos los actos hostiles y eliminar sus medios, incluida la transmisión a través de altavoces y la distribución de volantes” a lo largo de su frontera compartida.

El texto no diferenciaba entre las campañas dirigidas por el Gobierno y las encabezadas por particulares, y la distinción se consideraba irrelevante dentro de Corea del Norte. Kim ordenó a Corea del Norte que cortara toda comunicación con Corea del Sur, incluida una línea directa destinada a conectar a los líderes de los dos países.

Ella exigió que el Gobierno de Corea del Sur castigara a los desertores, a quienes llamó “traidores”, “escoria humana” y “gentuza que se atrevió a dañar el prestigio absoluto de nuestro Líder Supremo que representa a nuestro país y su gran dignidad”, según un comunicado de la agencia de noticias estatal de Corea del Norte KCNA.

El Gobierno de Corea del Sur dijo que ha pedido a la policía que investigue a los desertores, pero silenciarlos podría sentar un mal precedente en una democracia liberal donde los ciudadanos disfrutan de la libertad de expresión.

Sin embargo, se hizo evidente esta semana que Corea del Norte estaba realmente molesta.

Hace treinta meses, en ese día de febrero cuando Kim Yo Jong entró en la Casa Azul, agradeció a Moon Jae-in por preocuparse si tenía demasiado frío en la ceremonia de apertura y escribir en el libro de visitas de la residencia que esperaba un “futuro de la prosperidad unificada”.

El martes, dio la orden de hacer estallar un edificio de US$ 8 millones pagado por Corea del Sur para que el Gobierno de Moon “pagara caro sus crímenes”.

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Avivando las llamas

Pueden pasar muchas cosas en 30 meses, y si bien los volantes seguramente encendieron a los norcoreanos, la mayoría de los expertos creen que son una chispa que podría conducir a un colapso inevitable en las relaciones.

Pero es la yesca de abajo la culpable de las llamas. Las expectativas insatisfechas, los objetivos elevados pero poco realistas y la comunicación deficiente prepararon el escenario para un colapso potencialmente dramático, y tal vez en ningún punto fue más claro que durante la segunda cumbre del presidente de Estados Unidos, Donald Trump y Kim Jong Un, en Hanoi el año pasado.

Esa cumbre tuvo lugar a fines de febrero de 2019, más de un año después de que Kim Yo Jong visitó Corea del Sur. En ese momento, su hermano ya se había reunido con Moon Jae-in, con el presidente de China, Xi Jinping, y, en un primer momento histórico, con el presidente Trump. Pero a pesar del aparente avance, las conversaciones a nivel de trabajo entre Washington y Pyongyang no lograron ningún progreso en un acuerdo que negociara el programa de armas nucleares de Corea del Norte para el alivio de las sanciones.

Desde que salió a la luz que la familia Kim estaba buscando armas nucleares hace unos 30 años, cuatro administraciones estadounidenses diferentes han intentado y no lograron que abandonaran el programa. Si bien las zanahorias han sido diferentes, el palo siempre ha implicado sanciones.

Cuando la administración de Trump llegó al poder, la Casa Blanca le dio un empujón. Mientras Corea del Norte probaba misiles tras misiles en 2017, Washington respondió proponiendo medidas increíblemente punitivas en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en un intento de tensar la economía de Corea del Norte. A finales de año, el derecho internacional prohibió a Pyongyang vender casi cualquier cosa en el extranjero.

Entonces, cuando Trump y Kim decidieron reunirse en persona nuevamente, ambos esperaban que su segunda cumbre pudiera ayudar a sus respectivos lados a encontrar un terreno común.

Pero cuando regatearon en Hanoi sobre qué instalaciones nucleares comerciarían y cuánto valían en términos de alivio de sanciones, rápidamente se hizo evidente que había una gran brecha.

Ambas partes se fueron abruptamente cuando se dieron cuenta de que no iban a poder acordar los contornos de un acuerdo en solo varias horas.

Las conversaciones de bajo nivel no han ido a ninguna parte desde entonces, y Corea del Norte cree que ha sido engañada.

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Las declaraciones publicadas por importantes figuras políticas de Corea del Norte describen al país como la parte agraviada, una nación de la que Estados Unidos y Corea del Sur se aprovecharon para sus propios logros políticos internos. Esta narrativa ignora el hecho de que la mayoría de los expertos creen que los pasos que Corea del Norte ha tomado hasta ahora son en gran medida simbólicos y no impiden que el régimen continúe desarrollando materias fisionables y refine aún más sus armas nucleares y misiles balísticos.

En el mundo de Corea del Norte, es la que toma todos los riesgos diplomáticos. El régimen de Kim devolvió los restos de estadounidenses asesinados durante la Guerra de Corea. El régimen de Kim voló los túneles en un sitio de prueba nuclear. Y hasta ahora el régimen de Kim se ha abstenido de probar armas nucleares y misiles balísticos de largo alcance.

Pero las sanciones lideradas por Estados Unidos que están estrangulando la economía de Corea del Norte todavía están vigentes. Los surcoreanos, que se suponía que proporcionarían asistencia económica y cooperación, todavía se niegan a hacerlo para cumplir con el derecho internacional y evitar entrar en conflicto con Estados Unidos.

“Los norcoreanos están muy decepcionados de que la diplomacia con Estados Unidos y Corea del Sur no haya dado lo que prometieron al pueblo de Corea del Norte… un mejor nivel de vida”, dijo Joseph Yun, exrepresentante especial de Estados Unidos para las políticas en Corea del Norte.

Yun dijo que los norcoreanos “necesitan explicar a su propia gente” por qué “su gran iniciativa diplomática no ha producido nada”.

El trabajo parece pertenecer a Kim Yo Jong. Y aunque puede ser nueva en el juego, lo está jugando como una veterana de Corea del Norte.

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Crisis manufacturera

Expertos han acusado durante años a Corea del Norte de crisis manufactureras, ya sea para crear un sentido de urgencia en las negociaciones, para ganar ventaja en las conversaciones o para sembrar la discordia entre Estados Unidos y Corea del Sur.

Después de que la Unión Soviética y Estados Unidos dividieron Corea en dos, el Norte se convirtió en un estado comunista y el Sur, capitalista, cada uno respaldado por el lado rival en la Guerra Fría. Cuando la Unión Soviética se derrumbó, los norcoreanos se quedaron sin un poderoso benefactor, mientras que los surcoreanos aún podían confiar en una superpotencia global y un aliado para protegerse gracias a los miles de soldados estadounidenses y armamento moderno estacionado en la península coreana.

Los expertos dicen que uno de los objetivos clave de Corea del Norte es nivelar el campo de juego. ¿Y qué mejor manera de hacer eso que crear el caos con una brecha entre Washington y Seúl?

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La familia Kim puede estar genuinamente molesta por los volantes, pero claramente está sacando una página del viejo manual de jugadas geopolíticas de Pyongyang en un intento de obligar a los surcoreanos a que, como lo describió el ex experto en Asia del Departamento de Estado Evans Revere, “ponga algo realmente apetitoso en la mesa, por así decirlo”.

“Ves a los norcoreanos comprometidos en un intento muy interesante de sostener los pies del Gobierno de Corea del Sur en el fuego aumentando la intensidad y el nivel de su otra retórica contra Corea del Sur”, dijo Revere.

Según muchos informes, el gobierno de Moon está ansioso por brindar asistencia a Corea del Norte para fomentar la armonía y la cooperación. Como jefe de gabinete del expresidente Roh Moo-hyun, Moon fue un jugador clave en lo que se conoció como la “Política de Resplandor” en la década de 2000, una estrategia de participación e inversión en Corea del Norte para lograr un cambio.

Hoy, Moon debe jugar un acto de equilibrio particularmente difícil, porque sus opciones de zanahoria son extremadamente limitadas: casi todo lo que los norcoreanos quieren de Corea del Sur entra en conflicto con las sanciones encabezadas por el aliado de Corea del Sur, Estados Unidos.

“Los norcoreanos son bastante inteligentes en la forma en que juegan este juego, y si no solo pueden obtener concesiones de Corea del Sur, y tener un buen comienzo, sino que también pueden abrir una brecha entre Washington y Seúl, ese es un buen día de trabajo”, dijo Revere.

La última jugada importante llegó el martes, cuando Kim Yo Jong dio la orden de destruir la oficina de enlace conjunta en la ciudad de Kaesong, una ciudad en Corea del Norte donde Seúl y Pyongyang han trabajado juntos en proyectos en tiempos de paz.

Kim había insinuado en un comunicado días antes que la oficina, que había estado inactiva durante meses, sería “completamente derrumbada”. Nadie fuera de Corea del Norte podría estar seguro de si eso era una metáfora o si significaba que el edificio literalmente se volaría en pedazos hasta que escucharon el verdadero ‘bum’.

El edificio fue pagado por los contribuyentes de Corea del Sur y tenía la intención de facilitar el diálogo y la cooperación, por lo que arrasarlo era un símbolo gigantesco del disgusto de Corea del Norte, y una forma de comunicar ese sentimiento a un costo físico de solo ladrillos y cemento.

Fue una pieza teatral brillante, que seguramente atraería la atención de los medios internacionales en medio de una pandemia global, crecientes tensiones raciales en Estados Unidos y un conflicto mortal en la frontera de las dos naciones más pobladas del mundo.

Y, según los medios estatales de Corea del Norte, el crédito va para Kim Yo Jong.

La Kim más joven toma el centro de la tarima

Cuando Kim Yo Jong era solo una niña, su padre supuestamente le dijo a un diplomático ruso que tenía aptitud para la política y predijo que podría tener un futuro en ella.

La historia ha demostrado que Kim Jong Il tenía razón, y es poco probable que la decisión de demoler la oficina de enlace conjunta que está acaparando los titulares sea la última vez que el mundo escucha de Kim Yo Jong.

Los expertos creen que su perfil creciente es parte de una campaña publicitaria cuidadosamente coreografiada por los medios estatales de Corea del Norte para indicar que está siendo preparada para algo. Aunque todavía hay otros miembros de la familia Kim vivos, Kim Yo Jong, Kim Jong Un y su padre y abuelo son los únicos que los medios de comunicación de Corea del Norte adoran como miembros de lo que el país llama el “linaje de Paektu”, una referencia a la Montaña mítica en la frontera de Corea del Norte con China.

El hecho de que ella sea una Kim supera a las poderosas fuerzas patriarcales en juego en Corea del Norte, un país donde se espera que las mujeres sean esposas subordinadas y madres adoradoras antes que todo lo demás.

“La ves cada varios meses más o menos recibiendo un nuevo título, una nueva posición, nuevas responsabilidades y marcando todas las casillas clave para demostrar que sus capacidades y sus responsabilidades están creciendo”, dijo Revere.

“No pasa un día en que algunos de los otros periódicos no tengan un artículo sobre alguna declaración y fotografías de ella”.

Pero mientras los norcoreanos escuchan más de Kim Yo Jong, parecen estar viendo menos de Kim Jong Un.

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El líder norcoreano ha estado misteriosamente ausente durante un par de largos períodos este año, alimentando los rumores sobre su bienestar (tiene sobrepeso y, según los informes, es un gran bebedor y fumador) y especulaciones de que la creciente visibilidad de Kim Yo Jong significaba que ella estaba siendo preparada como posible sucesora en caso de que ocurra algo.

La verdad es poco probable que salga a la luz pronto. La salud de Kim Jong Un es uno de los secretos mejor guardados de Corea del Norte, a la par del programa de armas nucleares, porque tiene el potencial de dañar la imagen cuidadosamente curada de Kim como el Líder Supremo infalible.

La repentina ausencia de Kim del centro de atención tiene un precedente: desapareció durante varios meses en 2014, según los informes después de una cirugía de tobillo. Pero Kim es un líder conocido entre su gente por mantener un horario ocupado y salir a la calle. Es fotografiado constantemente interactuando con los norcoreanos de a pie, sonriendo junto a ellos e incluso abrazando a otros.

Para alguien así, desaparecer repentinamente de la vista del público durante semanas es inusual.

Del mismo modo, el propio futuro a largo plazo de Kim Yo Jong está lejos de ser cierto. Corea del Norte es un país impulsado por la paranoia sobre una invasión inminente de sus enemigos, por lo que todo lo que hace está oculto, incluidos los planes de liderazgo.

Algunos especulan que ella está desempeñando el papel de policía malo y su hermano el de policía bueno, lo que le da la oportunidad de irrumpir y salvar el día. Los analistas dicen que meterse en una pelea con los surcoreanos es una excelente manera de impulsar las credenciales de calle de una norcoreana como una dura luchadora.

Otros creen que está siendo apuntalada para convertirse en algo más que una consejera de Corea del Norte, pero desempeña un papel más como una vicepresidenta: una gran jugadora que disfruta de la confianza de su hermano y puede ayudar a aliviar su carga de trabajo.

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Sea lo que sea que venga para Kim Yo Jong, la política de poder es un juego dinámico y peligroso en Corea del Norte, y cambios tectónicos pueden suceder en un abrir y cerrar de ojos. Los analistas dicen que cualquier posible ruptura con su hermano podría tener graves consecuencias, como lo hizo con su tío, Jang Song Thaek, quien fue ejecutado por traición, y su medio hermano Kim Jong Nam, quien fue asesinado por agentes norcoreanos en 2017.

Pero Kim Yo Jong y Kim Jong Un comparten una conexión importante. Vivieron juntos en Suiza y en casa, rodeados de adultos y cuidadores. Su infancia fue notable pero excepcionalmente solitaria. Perdieron a su madre a una edad temprana y a su padre como adultos jóvenes.

Todo lo que soportaron, lo soportaron juntos.

Jake Kwon y Yoonjung Seo de CNN contribuyeron reportando.