La esclavitud existe. De eso no hay mayor discusión, si a caso la hubiera. ¿Pero qué tan extendida está la que muchos expertos denominan como esclavitud moderna?
Existen estimaciones de entre 10 y 30 millones, según diseñadores de políticas, activistas, periodistas y estudiosos del tema.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT), una agencia de las Naciones Unidas que se centra, entre otras cosas, en los derechos laborales, coloca la cifra en una “estimación mínima” de 12,3 millones, según un informe del 2005.
Kevin Bales, sociólogo que colabora como consultor de la ONU y que ha sido autor de varios libros sobre la esclavitud moderna, estima que el número alcanza los 27 millones en su libro Gente Desechable: La Nueva Esclavitud en la Economía Global. El libro fue publicado en 1999.
Existe también otra estimación. Siddharth Kara, profesor especializado en tráfico ilegal de la Universidad de Harvard, quien también es autor de libros, le comentó recientemente a CNN que sus cálculos arrojan una cifra entre los 24 y los 32 millones. Ese número estaba actualizado a finales de 2006, afirmó.
Hay varias razones por las cuales varían estos números, dijo Ben Skinner, autor de un libro sobre la esclavitud moderna Un Crimen Monstruoso: Cara a Cara con la Esclavitud Moderna.
“Hay dos grandes problemas con la cuenta”, dijo Skinner en entrevista telefónica. “Lo primero es que las personas que contamos son, por definición, una población escondida”, dice quien también es profesor senior del Instituto Schuster para el Periodismo de Investigación en la Universidad de Brandeis
“El segundo es un problema más teórico, en el que las definiciones no están listas. Aún no tenemos una definición universal de esclavitud”.
Una población escondida
La esclavitud ha sido parte de la civilización a través de la historia. Era practicada abiertamente y su legalidad no era muy cuestionada. Durante el pico del comercio transatlántico de esclavos, su escala fue documentada cuidadosamente.
Actualmente, la esclavitud es ilegal en todos los países. Sin embargo, sigue existiendo en secreto, explotando a los pobres y a los marginados, lo cual representa enormes retos para las autoridades, activistas y expertos que intentan rastrear este problema.
Skinner recordó una conversación que tuvo con John Miller —ex embajador especial del Departamento de Estado para el combate de la esclavitud moderna del 2002 al 2006 durante la administración de George W. Bush—, en la que se abordó la dificultad inherente de contar a una población que es difícil de localizar.
“Estas no son personas que se formen en línea, alcen sus manos y esperen a que se levante el censo”, le dijo Miller a Skinner.
Y aún cuando los encuentran, a veces no quieren ser identificados, dijo Skinner. “Son víctimas de un crimen que en muchas ocasiones no se tipifica como tal”, agregó.
Los esclavos pueden estar involucrados en prostitución o pueden estar en un país de manera ilegal como resultado del tráfico, actividades que podrían meterlos en problemas con la ley. Por lo que prefieren no hablar de su situación, explicó Skinner.
“Son individuos que serán vistos como perpetradores de un crimen contra el Estado y no como víctimas de un crimen contra la humanidad. Están conscientes de ello y por eso no se identifican”.
Tampoco es tarea fácil para los observadores recaudar información de los países para determinar qué tan grande es el problema de la esclavitud en su territorio.
Por ejemplo, los países del sur de Asia reconocen problemas de trata de personas porque existe la percepción de que no es un problema exclusivo de estos países, comentó Skinner haciendo eco a la teoría de Miller.
Sin embargo, no son tan abiertos cuando se trata de sus problemas de esclavitud por endeudamiento: cuando una persona debe pagar un préstamo con trabajo y queda atrapada en la situación ya que lo que gana es muy poco como para pagar el préstamo.
“Hay una autopercepción de que la esclavitud por endeudamiento es un aspecto vergonzoso del continuo subdesarrollo en algunas regiones de sus países”, agregó.
Definiciones y divisiones
Antes que puedas contar algo, debes definirlo. Sin embargo, todavía no se ha podido establecer una definición la esclavitud moderna que sea ampliamente aceptada.
En 1926, se firmó un tratado en Ginebra auspiciado por la Liga de Naciones, precursor de la ONU, el cual definió a la esclavitud como “un estatus o condición de una persona sobre la cual se ejercen uno o todos los derechos de propiedad”.
En 1930, la OIT utilizó el término de “trabajo obligado o forzado” para definir a “todo trabajo o servicio que se extrae de una persona bajo la amenaza de cualquier castigo y para el cual dicha persona no se ha ofrecido voluntariamente”.
Roger Plan, quien trabajó en la OIT del 2002 al 2009, dijo durante una conversación telefónica que el trabajo forzado ocurre “cuando te involucras en un trabajo o servicios sin la libertad de elección y de la cual no te puedes deslindar sin castigo o amenaza de castigo”.
Kevin Bales ofrece otra definición: “Para mí la esclavitud significa que una persona está bajo el control absoluto de otra persona, que se utiliza la violencia para mantener ese control, la explotan, hacen dinero con ella y esta persona simplemente no puede escapar”.
Existe entonces, el término “trata de personas”, que a veces se utiliza como sinónimo de “esclavitud”. Según el Departamento de Estado de Estados Unidos, la trata de personas se define como “actividades involucradas cuando una persona retiene u obtiene, de manera forzada, los servicios de otra persona”.
El Departamento de Estado afirma que el término incluye prostitución, trabajos forzados y esclavitud por endeudamiento. Asimismo, incluye, entre otras cosas, el uso de niños militares y trabajo forzado infantil.
Los términos y sus significados parecen claros, pero las divisiones aparecen cuando los legisladores intentan conciliar las definiciones con la situación de sus países.
“Dentro de la comunidad de traficantes, realmente no hay un consenso respecto al significado de esclavitud”, dijo Skinner. “Eso es perjudicial, es nocivo”.
La peor consecuencia de contar con información incorrecta, de no conocer el verdadero alcance del problema ni donde está concentrado, es que lleva a malas decisiones sobre a dónde se destinan los recursos, así como en la manera más adecuada para resolver el problema, agregó.
“El rostro de la esclavitud es monstruoso”, afirmó. “Pienso que es importante estar motivados por las emociones, pero para llegar rápidamente a la difícil tarea de deducir la mejor manera de cómo liberar a tantos esclavos como sea posible”.
“Parte de ello es saber cuántos esclavos hay y saber en dónde están”.