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Por John D. Sutter, CNN

Decenas de smartphones con capacidad para grabar video (la mayoría de ellos creaciones de Steve Jobs) salían del mar de periodistas tecnológicos como periscopios digitales.

Nada especial estaba pasando en ese momento. Era enero de 2010. Muchos de nosotros, escritores de tecnología, con jeans ajustados a cuadros y sombreros raros, estábamos esperando en fila afuera del Yerba Buena Center en San Francisco para una conferencia de prensa de Apple.

Pero la fila que se formaba afuera de las conferencias de prensa de Steve Jobs no eran normales. Es el tipo de situaciones que deseas registrar cada segundo. Por eso, cuando los encargados de recibir a los medios de comunicación nos permitieron entrar al edificio donde Jobs presentaría la mágica iPad, casi todos entre la multitud levantaron sus iPhones al unísono e hicieron clic en ‘grabar’.

Estoy seguro de que el camino por el pasillo con poca luz que recorrimos fue grabado y cargado a internet decenas de veces.

El revolucionario cofundador de Apple, quien murió este miércoles a los 56 años, tenía esa clase de poder sobre las personas; incluso sobre los aparentemente objetivos periodistas de prensa tecnológica, que contienen el aliento mientras miran los anuncios de Apple, como si sus artilugios tuvieran el poder de cambiar el mundo.

Y siendo honestos, verdaderamente lo hacen.

“El mundo ha perdido un visionario”, dijo el presidente estadounidense Barack Obama en un comunicado publicado la noche de este miércoles en el blog de la Casa Blanca. “Y no puede haber mayor tributo al éxito de Steve que el hecho de que gran parte del mundo se enteró de su muerte en un dispositivo que él inventó”.

“Hay mucha conversación en Twitter acerca de Steve Jobs, pero las oficinas centrales de Twitter han estado inquietantemente tranquilas durante las últimas horas, excepto por el clic de los teclados que él inventó”, publicó el diseñador de Twitter, Mark Trammell, en su cuenta en la red social.

En todo el mundo, al parecer, la gente utilizó la tecnología que Jobs creó para destacar su impacto y su muerte; un testimonio de la influencia que el conjunto de productos de Apple ha tenido en muchas de nuestras vidas.

Independientemente de tu preferencia tecnológica, sin importar si eres adicto a la luz roja que parpadea en la parte superior de tu BlackBerry o juras lealtad a los señores de Android, es difícil negar el poder de Jobs para cambiar la industria y la marca Apple.

Antes del iPhone, un dispositivo con pantalla táctil que ejecutara aplicaciones no existía. Fue el primer verdadero smartphone, y la iPad fue en realidad la primera tableta.

Pero mucho antes de eso, en un garaje de California, en la década de 1970, Steve Jobs y Steve Wozniak esencialmente comenzaron la revolución de las computadoras personales. En parte, debo a Jobs ya Wozniak el hecho de que pueda escribir este artículo y enviarlo a través de internet.

Si la historia tecnológica explica parte de la locura que rodeaba cada conferencia de prensa que dio Jobs, su vida personal dice más acerca de su historia.

Después de que los periodistas con iPhones encontramos el auditorio donde Jobs revelaría la tableta de Apple, tomé asiento al lado de un formal analista de tecnología y noté que la música que sonaba en sus auriculares Like a Rolling Stone de Bob Dylan

“¿How does it feeeeeeeel….”, escribió Wired en su blog en vivo del evento, citando la letra. (En caso de que no estés familiarizado con este fenómeno, los blogueros de tecnología, incluido yo, publicábamos —de inmediato— casi todas las palabras que Steve Jobs pronunciaba en estas conferencias de prensa. Apple no permite video en vivo, por lo que los blogs instantáneos son la única manera de llevar información acerca de los nuevos gadgets de la empresa a la expectante opinión pública en tiempo real).

Cuando Jobs salió, el público lo recibió con una ovación de pie. Una vez más, todos los iPhones estaban en el aire.

Mientras se paseaba en el escenario, delante de una enrome y brillante presentación al estilo PowerPoint, con sus característicos jeans y su playera negra de cuello de tortuga, una barba desaliñada y gafas de Harry Potter, los escritores ‘colgaban’ cada palabra suya.

Nos dijo que la iPad sería “mágica y revolucionaria”, y hasta los escépticos le creyeron.

“Fui preparado para cuestionar”, me dijo Jacqui Cheng, de Ars Technica, después del evento. “Pero estaba impresionada”.

Sus presentaciones eran los conciertos de rock para el mundo de la tecnología. Su habilidad para conectar los gadgets con los deseos y necesidades humanas, su habilidad no sólo para hacer de ti un trabajador productivo, sino para conectarte con tus seres amados, lo llevaron a otro nivel.

Su carisma en el escenario es algo que todos —más notablemente Mark Zuckerberg, de Facebook— han tratado imitar, sin tener el mismo éxito.

Eso es en parte por estilo, pero también por historia.

Jobs, el geek rebelde

El estatus de Jobs como una figura de la contracultura —del tipo que ama a Bob Dylan, cuya compañía pide a los fans “pensar diferente”, y quien realizó un viaje a India para encontrarse a sí mismo, donde experimentó con drogas psicodélica— lo pone en un lugar más sagrado en la conciencia pública que cualquiera de los otros ejecutivos tecnológicos de corbata, que parecen fotocopias entre ellos, en comparación con alguien con una rica historia personal como Jobs.

Nadie graba en video el arribo a una conferencia de prensa ofrecida por Steve Ballmer de Microsoft, por ejemplo. He estado ahí también.

Ícono americano y “semidiós”

La historia de Jobs es dolorosamente estadounidense y se lee como un guión: Individuo de orígenes humildes vende camioneta de Volkswagen para fundar una empresa en el garaje de la casa de familia; en el proceso, revoluciona la música, el cine digital, la informática y la tecnología móvil.

“Para los geeks y fanáticos de la tecnología, se trata de un semidiós, cuyos lanzamientos de productos son asuntos aduladores similares a reuniones religiosas”, escribió el diario británico The Guardian en 2006. “La historia de vida de Jobs: nacimiento humilde, auge y caída, y posterior regreso milagroso, incluso ha sido comparada por los fanáticos de Apple con los mitos heroicos de Ulises, Jasón, Krishna y Cristo”.

Todo esto, en parte, explica por qué el formal analista de traje sentado junto a mi lado en el evento de la iPad, en 2010, literalmente gritó de alegría cuando Jobs anunció algunos detalles de la tableta, inlcuido el teclado desmontable que podría utilizar para enviar reportes sobre la marcha.

Los periodistas también eran sus fans

No pretendo comprender plenamente el caos que rodeab las conferencias de prensa de Steve Jobs. En junio de 2010, unos seis meses después del evento del iPad, asistí a la Conferencia Mundial de Desarrolladores de Apple (conocida por los participantes como WWDC) en el Centro Moscone de San Francisco.

El edificio de vidrio estaba cubierto por un gran logo de Apple, lo suficientemente enorme como para tener su propio código postal. Al interior, los sujetos de siempre esperaban una oportunidad para ver a Jobs presentar el iPhone de última generación, lo que resultó ser el iPhone 4.

Estaba con un grupo de blogueros de tecnología esperando detrás de una cuerda de terciopelo, a las afueras de la enorme sala de conferencias donde se realizaría el evento, cuando los guardias de seguridad levantaron la cuerda de terciopelo y nos dejaron entrar. Éramos alrededor de 100 escritores y fotógrafos los que cubríamos la conferencia, y nos iban a dejar entrar antes que a nadie, para elegir el asiento en un cuarto con al menos 2.000 sillas.

En pocas palabras: nos iban a tocar muy buenos asientos, no habría problema. Sin embargo, en el momento en que se levantó la cuerda, hubo una loca carrera.

No me lo esperaba en absoluto, y casi fui noqueado por la forma en que estos periodistas, cargando laptops y cámaras, literalmente corrieron hacia la sala de conferencias vacía.

En ese momento pensé que esto era completamente demente. Aún no lo apruebo, pero no lo condeno.

Se apresuraron a oír hablar sobre el iPhone 4. Querían la mejor oportunidad posible para acercarse a un hombre que ha sido descrito como el Thomas Edison de nuestro tiempo. Una leyenda.

Un hombre que, según sus propias palabras, “dejó su marca en el universo”.

Uno no recibe ese tipo de oportunidades todos los días.