Por Gustavo Entrala
Nota del editor: Gustavo Entrala es periodista y fundador y CEO de la agencia de Publicidad 101
And in the end the love you take is equal to the love you make. Con esta frase, incluida en el tema “The End”, los Beatles cerraron su carrera artística y dijeron adiós al mundo.
Esta semana se nos ha ido Steve Jobs. El fundador de Apple se ha despedido en la cúspide de su carrera profesional, después de haber llevado a cabo una gesta heroica propia de la literatura mítica griega.
Fundó Apple, fue despedido de su propia empresa, y volvió años después para convertirla en una de las mejores compañías de todos los tiempos. En el camino, Jobs ha convertido Apple en un icono cultural y ha cambiado nuestro modo de escuchar música, ver cine y comunicarnos con los demás.
La pasión de Jobs por la música está en el centro de lo que Apple es en el siglo XXI. Sin su amor por la música, Steve Jobs no habría lanzado al mercado el iPod en 2001. Y sin el iPod, Apple no habría dejado de ser una marca de culto, para unos pocos. El iPod fue el lanzamiento que sacó a Apple del cascarón geek en el que estaba sumida.
“La gente adora la música. La música que escuchamos configura la banda sonora de nuestra vida. Para mí es el núcleo a partir del cual quiero difundir un nuevo estilo de vida digital”. Son palabras de Steve Jobs recogidas durante la presentación del iPod en octubre de 2001. Ahora suenan a profecía: se han vendido hasta la fecha 300 millones de iPods en todo el mundo. Y sobre la piedra angular de la música, Steve Jobs ha regenerado nuestro ADN cultural.
Jobs amaba la música desde su adolescencia. Conocía las letras de Bob Dylan de memoria. No paró hasta conocer personalmente a Dylan años después de crear Apple, y le robó a Joan Báez, con la que estuvo conviviendo dos años. En 1983, cuando presentó al mercado el Macintosh, utilizó la frase The Times They Are Changing para declarar poéticamente la guerra a IBM, cuyo ordenador era el estándar del mercado.
Era fan de los Beatles. Pero los Beatles no sentían el mismo cariño por él. La primera compañía conocida a nivel mundial que utilizó el nombre Apple es propiedad de los cuatro de Liverpool. Cuando desde California irrumpió una empresa que hacía ordenadores en 1976, los Beatles obligaron a Steve Jobs a firmar un contrato en el que Jobs se comprometía a no entrar nunca en el mercado de la música. Ese gesto no disminuyó la admiración que Steve Jobs sentía por los Beatles. Y las relaciones se enmendaron a finales de 2010, cuando Paul McCartney y Ringo Starr enterraron el hacha de guerra y dieron su consentimiento para que sus canciones pudieran venderse en el iTunes Store de Apple.
Algo que muchas personas no entienden cuando hablan estos días de Apple y de Steve Jobs es que el alma de Apple no es puramente tecnológica. Steve Jobs no es un tecnólogo, es un humanista con una habilidad casi sobrenatural para adivinar cómo la tecnología puede hacer nuestra vida más humana.
La música tiene una deuda con Steve Jobs. Gracias a su empeño, las grandes discográficas accedieron en 2002 a vender sus canciones a través de Internet. Steve Jobs ofreció a la industria una alternativa legal a la piratería. Y los sellos decidieron fiarse. Hoy, el iTunes Store es la mayor tienda de música del mundo.
La música recibió un soplo de vida con esta decisión, pero nadie apuesta por una vuelta a los viejos beneficios de la industria. Comparando lo que Steve Jobs debe a la música y lo que la música debe a Steve Jobs, es razonable pensar que, por lo menos, se cumplió la promesa de los Beatles: And in the end the love you take is equal to the love you make.
(Las opiniones expresadas en este artículo corresponden exclusivamente a Gustavo Entrala)
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