(CNN) — Los últimos minutos en la vida de Steve Jobs estuvieron llenos de epifanías y momentos de inspiración que alimentaron la mente del inventor, según un retrato íntimo que hizo la hermana de Jobs y que fue publicado el domingo en The New York Times. El elogio fúnebre de Mona Simpson —que leyó originalmente durante el memorial de Jobs el 16 de octubre— es la celebración de una mujer por un hermano que conoció tarde, y un lamento por perder a un mejor amigo. Se teje con lo que ella creía que eran las bases del genio de Jobs: su humildad y su trabajo duro, además de su amor por el aprendizaje y su familia.
“Quiero decir algunas cosas que he aprendido de Steve, durante tres períodos distintos, a lo largo de los 27 años que lo conocí”, dijo Simpson. “No son periodos de años, sino de los estados del ser. Su vida plena. Su enfermedad. Su muerte”.
Simpson, que es escritora, y Steve Jobs no se conocieron hasta que fueron adultos. Su historia como familia se fragmentó muy pronto, pero sentó las bases para lo que más tarde se convirtió en una amistad profundamente arraigada entre dos hermanos.
Después del nacimiento de Steve Jobs, sus padres lo dieron en adopción. Simpson nació más tarde, y los padres se divorciaron posteriormente.
Un día, relató Simpson, cuando estaba en Nueva York escribiendo su primera novela, un abogado le llamó para informarle que su “hermano perdido” era rico y famoso, y quería comunicarse con ella.
“Porque éramos pobres y porque sabía que mi padre había emigrado de Siria, me imaginaba que se parecía a (actor) Omar Sharif”, dijo Simpson.
“El abogado se negó a decirme el nombre de mi hermano y mis colegas iniciaron un grupo de apuestas”, dijo Simpson. “El principal candidato: John Travolta. En secreto esperaba un descendiente literario de Henry James, alguien con más talento que yo, una persona brillante”, señaló.
El hombre que vino a su encuentro fue Steve Jobs, su hermano.
“Incluso como una feminista, toda mi vida había estado esperando a un hombre para amarlo, y que pudiera amarme. Durante décadas, pensé que ese hombre sería mi padre. Cuando tenía 25, me encontré con que ese hombre era mi hermano”, dijo Simpson en el discurso que se publicó en el Times.
“Cuando conocí a Steve, él era un chico de mi edad, en jeans. De aspecto judío o árabe y más guapo que Omar Sharif”, agregó.
Cuando se conocieron le comentó a su hermano que había considerado comprar una computadora, pero prefirió esperar.
“Steve me dijo que fue bueno que yo esperara. Dijo que iba a hacer algo que iba a ser increíblemente hermoso”, recuerda Mona.
La vida de Jobs no fue sencilla, dijo su hermana en la oración fúnebre. Él se deslizó a través de tiempos volátiles con los ejecutivos de Apple y, finalmente, fue expulsado de la compañía que había fundado.
“Cuando lo echaron de Apple, las cosas fueron muy dolorosas. Él me habló de una cena en la que 500 líderes de Silicon Valley se reunieron con el que era entonces presidente. Steve no había sido invitado”, dijo Simpson.
“Él estaba herido pero aún así fue a trabajar… Todos los días”.
Según Simpson, Jobs era un sentimental y pasó mucho tiempo hablando del amor. Se encontró con una pareja para la vida, Laurene Powell, con quien se casó en 1991.
Cuando la lucha de Jobs con el cáncer de páncreas dio un giro negativo, llamó a su hermana y le pidió que se diera prisa para llegar a su hogar en Palo Alto, California.
Su tono de voz, detalló Simpson, era el de “una persona cuyo equipaje ya estaba en el auto, que estaba ya en el comienzo de su viaje, aunque él lo lamentaba, realmente lamentaba profundamente”, el hecho de dejarnos.
Incluso mientras luchaba físicamente en sus últimas horas, contó su hermana, “también estuvo la dulce capacidad de asombro de Steve, la creencia del artista en el ideal”.
“Él estaba trabajando en esto, también. La muerte no le ocurrió a Steve, él la alcanzó”.
Con su familia a su lado, dijo Simpson, las últimas palabras de Steve fueron: “Oh wow. Oh wow. Oh wow”.