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(CNN) — Estados Unidos e Irán rompieron relaciones diplomáticas durante la crisis de los rehenes de 1979 y actualmente la relación entre los dos países solo puede ser descrita como tensa. Pero eso no impidió que un jugador estadounidense con buena puntería desplegara su carrera profesional en la República Islámica.

Kevin Sheppard —un base de 1.82 metros que compitió a nivel internacional durante 10 años después de jugar basquetbol en la universidad— fue uno de los 13 estadounidenses reclutados por la Súper Liga de Irán en el otoño de 2008.

Se unió al único equipo en Irán no patrocinado por el gobierno, en el centro cultural de Shiraz, fundamentalmente “por curiosidad”; inmediatamente se enamoró del país.

“Irán era hermoso”, cuenta Sheppard. “Vi algo que nunca había visto en las noticias, escuchado de las personas o leído en el periódico”.

Lo que vio fue la generosidad de la gente: lo invitaron a cenar, lo llevaron de visita a lugares de interés histórico y le dieron la bienvenida, a un no-musulmán de Occidente, en sus hogares.

Originario de St. Croix, en las Islas Vírgenes de Estados Unidos, Sheppard destacó en basquetbol y futbol en la Universidad de Jacksonville, en Florida. Decidió seguir una carrera en el basquetbol profesional en el extranjero, sobresaliendo como un tirador y creador de juego en equipos desde Cuba y Venezuela hasta Australia e Israel.

Sorprendió a su familia y amigos cuando decidió jugar en Irán, donde promedió 26 puntos por partido y ocho asistencias como el capitán del equipo. Ahora, tras su retiro, sus recuerdos se extienden más allá de la cancha de basquetbol.

“A veces tienes que ir allí y verlo por ti mismo”, dice el jugador de 32 años. “Pensé que, si era bueno, entonces vería una de las mejores cosas que mucha gente en este lado del mundo nunca verá”.

Sheppard se sorprendió del nivel de admiración y respeto que los iraníes mostraban hacia los estadounidenses. A pesar de ser el jugador mejor pagado, sus compañeros le dieron la bienvenida, introdujeron a Sheppard a su cultura y esperaban beneficiarse de su profesionalismo.

“Me trajeron aquí como a un hermano”, explica. “Y mi trabajo era enseñarles cómo jugar el juego de la forma mental. Tenían habilidades, podrían clavarla y los chicos podían tirar, pero carecían de disciplina mental”.

Él se convirtió rápidamente en la estrella indiscutible y capitán del Shiraz; regularmente era acosado por los jóvenes fanáticos de Irán en busca de su autógrafo. Cada jueves, las multitudes en el gimnasio, con más de 3,000 aficionados, lo animaban: “¡Kevin! Kevin!”.

Ese primer año en Irán, Sheppard, junto con otra importación, el serbio Zoran Majkic, llevó a su equipo a los playoffs por primera vez.

“Trajo un sentido de fe para ellos”, recuerda el basquetbolista. “Cuando llegué allí, no tenían aspiraciones de playoffs. Una vez que comenzamos a ganar, se dieron cuenta de que podíamos hacer algo especial”.

En ese momento, el cineasta estadounidense Till Schauder, intrigado por la aventura iraní de Sheppard, había comenzado a filmar un documental de su éxito con el equipo y la forma como se adaptaba a la vida en una tierra lejana.

Schauder y su esposa iraní-estadounidense, Sara Nodjoumi, dijeron que estaban fascinados con la idea de un estadounidense jugando basquetbol “en una tierra supuestamente llena de armas nucleares” y disfrutando cada minuto de ello.

Pero Sheppard, quien también jugó para la Universidad de Azad en la liga iraní hasta este año, no tenía idea que estaba a punto de convertirse en la estrella de lo que inicialmente le pareció un reality show de 24 horas al día.

Pero Schauder y Nodjoumi esperaban hacer la historia de Sheppard algo mucho más profundo que el basquetbol, porque estaba rompiendo las barreras culturales.

Por ejemplo, Sheppard se hizo amigo cercano de tres mujeres iraníes, algo raro en un país donde está prohibido que los sexos interactúen en público. El acercamiento se inició con Hilda, la terapeuta física del equipo, y dos amigas que se convirtieron en traductora y conductora de Sheppard.

Estas relaciones dieron a Sheppard su primer sentido de las cuestiones de derechos humanos en Irán, especialmente la desigualdad entre los sexos.

“Era realmente malo para las mujeres. Una vez llegué a conocer a algunas de las mujeres era tan… era aún peor”, dice. “La mayoría de las mujeres son altamente educadas y no pueden explotar todo su potencial. Fue muy triste”.

Sin embargo, los realizadores insisten en que su documental —The Iran Job— no pretende ser un documental político de mano dura sobre un país que lucha en Medio Oriente por su libertad. A su juicio, la personalidad ingeniosa de Sheppard atrae a coloridos personajes que traen alegría y humor a una historia inusual.

“A través del deporte queríamos entrar en una sociedad que es a menudo malinterpretada y malentendida”, dice Schauder. “Kevin tenía la misma percepción acerca de estos lugares, como muchos estadounidenses; simplemente va y rompe con ella”.

Schauder siguió filmando las discusiones y los intercambios culturales de Sheppard tanto dentro como fuera de la cancha, pero a medida que las elecciones presidenciales de 2009 y las violentas protestas callejeras se consolidaron, se hizo cada vez más difícil obtener imágenes de él en las calles de Teherán.

Trabajando como una banda de un solo hombre, Schauder se encontró filmando sin parar durante tres o cuatro horas cada vez. Con nada más que una mochila e interminables cintas, fue muy cauteloso en no llamar la atención, a menudo tratando de hacerse pasar como un turista.

Envió las imágenes a su madre en Alemania, quien las enviaría a su esposa en Nueva York.

“Envié 80 cintas y mantuve las diez que sentía que tenían las mejores pepitas de oro conmigo”, dice Schauder. “Las escondí en mi ropa interior y calcetines por miedo”.

Schauder, a quien se le había negado una visa de periodista, viajó libremente dentro y fuera del país antes de su último viaje planeado cerca del final de la temporada de basquetbol. Poco antes de las elecciones de junio fue detenido en Irán y pasó 24 horas en una celda antes de ser enviado de regreso a Estados Unidos sin ninguna explicación.

En la cancha de basquetbol, Sheppard no se inmutó por las protestas callejeras. Sin embargo, fuera de la cancha se vio enredado en la maraña de política, temas de actualidad y deportes.

“Lo podía ver en las caras de mis compañeros”, cuenta. “Sus familiares estaban heridos y secuestrados. Ahí es cuando realmente me di cuenta que esto era real, y que yo no podía escapar de ello”.

Sheppard se enfoca ahora en su programa de asesoría para niños después de clases en las Islas Vírgenes, en Estados Unidos. A los más talentosos se les da la oportunidad de conocer a los reclutadores de basquetbol con la esperanza de algún día seguir sus pasos.

Aunque todavía está interesado en visitar a sus amigos en Irán, admite que puede ser difícil.

“Después de que este documental sea estrenado, no creo que quiera volver: ¡me encerrarían!”