(CNN) — La antigua ciudad de Homs en estos momentos es una zona de guerra, en tanto el ejército del presidente Bashar al-Assad ataca violentamente el núcleo del levantamiento en contra del gobierno que desde hace 11 meses se desarrolla en Siria.
En Homs, cientos de personas han muerto desde principios de año a causa de cohetes, series de morteros y balas de francotiradores, comentan grupos de la oposición, mientras el régimen sirio intenta recuperar el control de la tercera ciudad más grande del país.
La crisis humanitaria en Homs se agrava, se reportan decenas de muertos casi todos los días, y activistas de oposición dicen que no cuentan con suficientes médicos o artículos para tratar a los heridos.
Homs, conocida como la capital de la revolución, ha presenciado lo peor de la violencia, la cual ha dejado por lo menos 6,000 muertos desde que comenzaron las protestas en Siria, en marzo de 2011.
Situada en el corazón agrícola del centro de Siria, la ciudad ha sido durante mucho tiempo un centro de transporte y de comercios de importancia estratégica.
La carretera que pasa por Homs conecta desde el sur a la capital, Damasco, con la ciudad más grande de Siria, Alepo, en el norte. Homs es sede de una de las dos refinerías de petróleo que hay en el país; el preservar ese suministro de petróleo resulta vital para los actuales intentos del régimen de Assad de aplastar el movimiento en contra del gobierno.
Los ciudadanos de Homs, conocidos como ‘homsies’, ocupan un lugar contradictorio en la conciencia nacional siria, según Chris Phillips, analista de Siria para la Unidad de Inteligencia de la revista The Economist.
“A menudo los ‘homsies’ son objeto de bromas en Siria”, comentó Phillips, “pero en realidad tienen una gran influencia cultural y educativa en el país”.
La ciudad, con un millón de habitantes, es una de las étnicamente más diversas en Siria. Tradicionalmente un pueblo comerciante musulmán sunita, un número considerable de musulmanes alauitas y una secta chiita se han establecido en Homs en los últimos 30 años, y también existe una pequeña población cristiana en la ciudad.
“Vivimos en una comunidad compleja, con distintas sectas y religiones”, dijo a CNN un portavoz de la oposición, que utiliza el nombre de Abu Rami para ocultar a las fuerzas de seguridad su verdadera identidad.
“Antes del levantamiento, todos vivíamos aquí como hermanos y no pensábamos en que hubieran diferencias entre nosotros”, comentó Rami, del centro de Homs, en donde muchos han sido asesinados este mes en combates sin tregua entre la oposición y las fuerzas del régimen.
Homs es en estos momentos más una zona de guerra que una ciudad, dice. Sectores de la ciudad no tienen luz; en otras partes, las fuerzas de seguridad cortaron la electricidad y las redes de telecomunicación debido a las redadas en la madrugada destinadas a acabar con los integrantes de la oposición.
“Si estás en un lugar donde ellos cortan la luz o la red telefónica, sabes que estás en problemas”, dijo Rami.
Hay escasez de todo, desde fórmula láctea para los niños hasta aceite para calefacción, y dice que las fuerzas de seguridad impiden que la ayuda médica llegue a los ciudadanos agonizantes.
Muchos de los heridos son atendidos en hospitales montados en casas de civiles, entre ellos algunos que murieron a causa de heridas que no hubieran sido mortales si se les hubiera tratado oportunamente.
“Todos los días hay asesinatos, francotiradores en las azoteas disparan contra todo lo que se mueve, impidiendo la llegada de suministros médicos y disparando contra las ambulancias. Es una situación muy difícil”, dijo Rami.
Con 26 años y proveniente de una familia de clase media en Homs, Rami dejó en marzo sus estudios en medicina, en la Universidad de Al-Baath, para ayudar a organizar las protestas en contra del gobierno de Al Assad.
Pero la ciudad y su alguna vez vibrante cultura de café en las aceras ahora está en modo restrictivo después de que se intensificaran los combates en el lugar.
Los desertores de las fuerzas armadas se han unido a los voluntarios para formar el Ejército Sirio Libre en Homs, y los habitantes de algunos barrios se han organizado en comités de defensa armados, según un informe de Human Rights Watch.
Con por lo menos 60 puestos de control establecidos en Homs y decenas de tanques que en estos momentos rodean la ciudad, la oposición teme que Al Assad esté planeando un ataque similar al perpetuado en 1982 en Hama, cuando los tanques y las tropas del régimen mataron a miles de personas y partes enteras de esa ciudad quedaron reducidas a escombros.
El presidente Al Assad, quien niega cualquier tipo responsabilidad por la escalada de violencia que se vive en Siria, se distanció de sus fuerzas armadas hace poco en una entrevista en televisión.
“Ellos no son mis fuerzas”, dijo Al Assad a Barbara Walters, de ABC. “Son las fuerzas del gobierno. No me pertenecen. Soy el presidente. No soy el dueño del país. Así que no son mis fuerzas”.
El derramamiento de sangre ha dejado en el borde a los habitantes de la ciudad. La vida pública está limitada a aproximadamente seis horas al día, de 9:00 a las 15:00 horas, dice Rami –las tiendas cierran después de esa hora y pocas veces se ve a gente en la calle.
El propio Rami se escondió durante días en el sótano de un amigo, en el relativamente tranquilo barrio de Al Ghouta, ya que no se sentía seguro de regresar a su casa.
“Mi barrio está rodeado por matones shabiha y tengo miedo de ser arrestado o asesinado”, dijo a CNN.
La milicia shabiha, favorable al régimen, y que según los informes trabaja conjuntamente con las fuerzas del gobierno, ha sido acusada por la oposición de tratar de avivar las tensiones sectarias en Homs.
Y mientras que Homs ha sido tradicionalmente un lugar en el que se practica la tolerancia religiosa, el experto en Siria, Phillips, comentó a CNN que “en estos momentos hay un verdadera sensación de que eso está cambiando, y de que está siendo manipulado por gente de ambos lados” del conflicto.
“La vieja clase comerciante sunita que siente que justamente la ciudad les pertenece, ahora se está poniendo en contra de los alauitas, a quienes ven como gente que llegó hace poco y que en realidad no pertenecen a la ciudad”, dijo Phillips.
“Los alauitas viven en las afueras de la ciudad; en realidad no son vistos como parte de la ciudad vieja. No entran dentro de los límites de la ciudad vieja, son migrantes desde no mucho tiempo atrás y [algunos sunitas] no están muy contentos con ellos”, detalló.
Mientras que a ciertos grupos de la comunidad sunita les gustaría derrocar a Al Assad, y retomar lo que ven como su legítimo lugar como líderes de Siria, Phillips dice que la comunidad alauita teme una posible persecución si cae el actual gobierno.
“El régimen intenta convencer a los alauitas de que si abandonan al gobierno, serán aniquilados en la venganza sin cuartel del periodo subsecuente”, comentó.
Según Phillips, aquellos que han estado todos los días protestando los últimos 11 meses en Homs temen que “si dejan de hacerlo, entonces sean aplastados”.
Rami comentó que a él le gustaría quedarse en Homs, siempre y cuando termina el levantamiento.
“Tengo la esperanza de que Homs estará bien”, dijo. “Tengo la esperanza de que en el futuro estaremos juntos en Homs”.
Mientras que el recuento de muertos sigue en aumento, y las perspectivas de paz no se ven cercanas, Rami cree que la guerra en Homs solo puede terminar de dos formas.
“O todos morimos”, dijo, “o al final conseguimos el triunfo”.