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(CNN) — Admirada en algunas personas, despreciada en otras, hay pocos rasgos de carácter tan confusos y de doble filo como la ambición. Generalmente aceptada como un requisito previo para el éxito, no deja de ser ampliamente vista como una mala palabra. Entonces, ¿es una virtud o un vicio?.

Según una nueva investigación, aunque la ambición puede ayudarte a conseguir una educación de mayor prestigio y éxito empresarial, puede que no te haga más feliz en el largo plazo. Muchos “vagos” sin tenacidad pueden ser igual de felices y, de hecho, vivir más tiempo.

El estudio fue dirigido por Timothy Judge, profesor de Gestión de la Escuela de Negocios Mendoza de la Universidad de Notre Dame.

Dijo que los científicos sociales tienden a hacer frecuentes referencias a la ambición, sin realmente tratar de explicar el concepto. En respuesta, él ha estudiado datos de seguimiento de las vidas de más de 700 personas durante más de siete décadas, en un intento por crear un mejor entendimiento de cómo la ambición moldea nuestras vidas.

Los resultados del estudio On the value of aiming high: The causes and consequences of ambition (Sobre el valor de apuntar alto: Las causas y consecuencias de la ambición) lo sorprendieron, dijo. Hubo una correlación más fuerte de lo esperada entre la ambición y el éxito educativo y profesional. Pero quienes llevaban vidas exitosas en este sentido no eran, a pesar de lo que cabría esperar, marcadamente más felices, ni vivían más tiempo. Y aquellos cuyos logros no correspondían con sus ambiciones vivían de manera menos feliz, y morían antes.

¿La lección? Por un lado, “si tienes grandes aspiraciones, es mejor que las cumplas”, dijo Judge.

La investigación, que se publicará en el Journal of Applied Psychology, analizó datos del estudio Terman Life-Cycle, una investigación que describe la vida de cientos de estadounidenses “altamente capacitados” a partir de 1922, cuando los sujetos eran niños y siguiéndolos hasta que tenían 70 años.

Algunos de los participantes estudiaron en las mejores universidades del mundo y tuvieron carreras impresionantes, mientras que otros tuvieron logros modestos.

Los participantes ‘ambiciosos’ —a juzgar por las descripciones proporcionadas durante su juventud por los propios sujetos y por sus padres— eran claramente más exitosos en lo material, asistieron a universidades destacadas, trabajaban en ocupaciones más prestigiosas y ganaban salarios más altos.

Pero a pesar de que parecían “tenerlo todo”, dijo Judge, no tuvieron éxito en términos de las que podrían considerarse las variables más importantes: la felicidad y la longevidad.

“A pesar de que la gente ambiciosa debería tener la vida más feliz del mundo debido a que consiguieron tanto, eran sólo ligeramente más felices que los ‘vagos’, y vivieron durante casi la misma extensión de tiempo. Pero cuando su ambición no consiguió traducirse en éxito laboral, en ese caso, eran significativamente más propensos a morir antes que las personas menos ambiciosas.

Si bien el estudio no analizó las razones de esto, Judge cree que, a pesar de su éxito material, los ambiciosos eran sólo insignificantemente más felices porque experimentan una constante insatisfacción.

“La ambición, por definición, hace que la gente eleve sus metas y sus aspiraciones”, dijo. “Si tienes las metas más altas del mundo siempre vas a percibirte como incapaz. Es como Sísifo empujando la piedra hacia arriba de la colina, una sed que no puede ser saciada”.

Una de las limitaciones que el estudio señaló fue que la muestra de la investigación consistió sólo en individuos inteligentes, inicialmente criados en California, Estados Unidos, cuya carrera laboral alcanzó su punto máximo hace medio siglo. El documento añade: “Es difícil saber si los resultados observados aquí se generalizan a otras muestras de individuos” (como otras generaciones).

El estudio dice mucho acerca de las consecuencias de la ambición, pero ¿qué hay acerca de las causas? La investigación sugirió que tenía fundamentos tanto de “naturaleza” como de “crianza”. “Encontramos ambición presente en niños que eran realmente conscientes e inteligentes”, dijo Judge. Pero también era frecuente entre los niños de padres con ocupaciones prestigiosas.

Entonces, ¿niños ambiciosos o no?

Sabiendo entonces que la ambición tiene sus inconvenientes, y puede hasta cierto punto ser “asesorada”, ¿debe ser alentada?

“Sí”, dice Judge, con ciertas salvedades. “No creo que debamos desenfatizar la ambición. Es muy importante tanto para los individuos como para las economías. Pero también tenemos que estar conscientes de los límites que tenemos”, dijo.

“Si queremos inculcar la ambición en nuestros niños, debe ser para bien, pero tenemos que darnos cuenta de que eso no va a completar su vida. No les va a dar todas las habilidades que necesitan y conducir a los resultados que más podrían interesarnos, que son: su felicidad, su bienestar y su longevidad”.

El contrapeso a la ambición era la gratitud por lo que se tiene, una cualidad que a menudo parecía olvidada por la sociedad, dijo Judge. “Esa sería la lección para los ambiciosos: recordar detenerse por un momento, hacer un balance de todo lo que han logrado y ser felices con eso”.