Por Gary Marcus
Nota del Editor: Gary Marcus es psicólogo y autor del libro Guitar Zero. Es director del Centro de Lenguas y Música de la Universidad de Nueva York.
(CNN) — La idea de que aprender habilidades nuevas como: malabarismo, cocinar o aprender a tocar la guitarra puede volverse una adicción no es una broma.
Yo sé de eso. Como profesor de la universidad y científico, quien ha escrito sobre la dinámica entre los narcóticos y el autocontrol, he pasado los últimos tres años y medio aprendiendo a tocar la guitarra de forma adictiva. A pesar de carecer de habilidades que se parezcan remotamente a un talento musical, para mí un día no está completo si no he pasado al menos un pequeño periodo de tiempo tocando la guitarra.
Incluso el escuchar música pudiera ser un poco como una droga. Un estudio de imágenes cerebrales que se publicó el año pasado reveló lo que los científicos ya sospechaban: escuchar música puede causar que el cerebro libere un neurotransmisor llamado dopamina. La dopamina es la señal universal en el cerebro para el placer, un sistema interno que le informa al cerebro, correctamente o erróneamente, que está haciendo lo correcto.
El consumo de drogas produce dopamina de manera artificial al engañar al cerebro, mientras otras actividades como: el sexo o comer la producen de forma natural. Escuchar música interviene en el sistema que produce la dopamina, en parte porque al hacerlo se aprende algo, y hemos evolucionado de tal manera que gozamos al adquirir nueva información.
Sin embargo, los atajos como las drogas son fugaces. Aunque los narcóticos pueden producir dopamina de forma muy directa, eventualmente se necesitará una mayor cantidad de dosis para obtener la misma sensación, lo cual puede llevar a la destrucción de familias, riesgos en la salud e incluso a perder la vida.
Aprender cosas nueves es mucho más seguro y gratificante.
Hay un mito sobre que los niños (y por consiguiente los adultos) no disfrutan al aprender cosas nuevas, pero como cada fabricante de videojuegos ha comprobado, la verdad es totalmente opuesta. Desde Space Invaders, Halo, Grand Theft Auto, hasta Zelda, prácticamente cada videojuego se trata en parte de dominar nuevas destrezas.
Así como los realizadores de videojuegos se dieron cuenta hace ya algún tiempo, si puedes mantener a un jugador embelesado en el filo de la navaja para conquistar nuevos retos (que no sea ni muy difícil ni muy fácil pero que cumpla con lo que el psicólogo Vygotsky llama Zona de Desarrollo Próximo) puedes mantener a los jugadores enganchados por horas. Mientras que nos sintamos constantemente desafiados sin llegar a sentirnos abrumados, continuamos regresando por más y constantemente mejoraremos nuestras habilidades.
Sin embargo, el problema con la mayoría de los videojuegos está en lo que enseñan, lo cual frecuentemente se queda en el juego una vez que se acaba. Un juego que te enseña a dispararle a los extraterrestres puede tener pocas aplicaciones dentro del mundo real.
Aprender nuevas habilidades que sean más duraderas como: tocar la guitarra o aprender otro idioma, puede hacer que aprovechemos la felicidad que siente el cerebro por aprender cosas nuevas. Además te dejan con una enseñanza de valor permanente, de una forma que ni las drogas ni los videojuegos lograrían jamás. Te deja con una sensación de aprovechamiento, que remonta a lo que el psicólogo Abraham Maslow definía como autorrealización.
Como Aristóteles demostró, hay una diferencia entre el placer del momento (hedonismo) y la satisfacción que viene de estar constantemente desarrollando y viviendo la vida a su máxima expresión (eudaimonia). En años recientes, los científicos finalmente han comenzado a estudiar la eudaimonia. Las investigaciones sugieren que el mayor sentido de propósitos y de crecimiento personal asociados a la eudaimonia está correlacionado con tener bajos niveles de cortisol, mejores funciones inmunitarias y un sueño más eficiente.
Desde el punto de vista estricto del Gen Egoísta —en el cual todo lo que hacemos está motivado por el interés de autoperpetrar los intereses de genes individuales— pasatiempos como la música raramente tienen sentido, especialmente para aquellos principiantes. Pero tal vez el arte de la reinvención y de la adquisición de nuevas habilidades, incluso en los adultos, nos da la sensación de tener una vida bien vivida.
De acuerdo con la encuesta Gallup de 2009, 85% de los estadounidenses que no tocan algún instrumento desearían hacerlo. ¿Por qué no empezar hoy?
Lo que detiene a muchas personas para empezar a aprender algo nuevo es la creencia que ya son demasiado viejos, no son lo suficientemente buenos o simplemente están muy ocupados. Si tomo mi propia experiencia como guía, nada de esto importa mucho. El haber comenzado a tocar un instrumento, a los 38 años de edad, ha sido una de las cosas más desafiantes, pero también de las más gratificantes, que he hecho en la vida.
Mientras tu meta sea el crecimiento personal en lugar del protagonismo, aprender algo nuevo puede resultar en ser una de las cosas más gratificantes que harás. Tu cerebro te agradecerá por ello.