Por Charles Garcia
Nota del editor: Charles García es presidente de García Trujillo, una empresa enfocada en el mercado hispano, y autor de “Leadership Lessons of the White House Fellows”. Oriundo de Panamá, vive en Florida. Puedes seguirlo en Twitter en @charlespgarcia
(CNN) — ¿Cómo es que el senador Marco Rubio pretende quedar bien con los votantes hispanos y al mismo tiempo lucir sus credenciales del Partido del Té?
Fácil. Diciendo una cosa y haciendo otra.
El 10 de mayo, Rubio, un republicano de la Florida, quiso restructurar su postura ante el DREAM Act, que tiene el proposito de otorgar visas especiales a los hijos de los trabajadores indocumentados si asisten a la universidad o sirven en el ejército. Él dijo, “Yo diría que este no es realmente un tema de inmigración; es un tema humanitario”. Ese mismo día, introdujo discretamente una ley que amenaza severamente la ayuda humanitaria para casi 4 millones de niños viviendo en pobreza. Estos son ciudadanos estadounidenses. Pero para Rubio son culpables por asociación. Aunque no sea su culpa que sus padres sean trabajadores indocumentados.
Actualmente, existe un crédito para trabajadores indocumentados que reporta sus ganancias al IRS a través del programa de Número de Identificación de Pago de Impuestos Individual, creado en 1996, para que así puedan ser candidatos a recibir un Crédito de Impuestos de Niños. Para muchos niños, este pago (de 1.000 dólares) es la diferencia entre la pobreza deplorable y la posibilidad de sobrevivir.
De hecho, el programa es la mejor idea conservadora. No es un regalo, sino una manera de darle e la gente trabajadora la posibilidad de subsistir. Es el tipo de programas que Ronald Reagan impulsó en la década de 1980 como una alternativa digna para el bienestar de los trabajadores pobres.
La propuesta de Rubio, la Ley de Verificación de Candidatos del Crédito del Impuesto de los Niños del 2012, complicará los documentos que se requieren para los que quieran aplicar en el sistema de Número de Identificación de Pago de Impuestos Individual. Esto se está haciendo, de acuerdo con el vocero de Rubio, como un intento de “impedir un fraude a expensas de los que pagan sus impuestos”.
El Centro para el Progreso Americano considera las contenciones de Rubio como exageradas, y dice que la legislación propuesta dañará duramente a niños inocentes que dependen de los cortes de impuestos para comer, para libros escolares y para cobijo.
No hay nada de humanitario en terminar con la ayuda para casi 4 millones de niños americanos que dependen de ese apoyo. Y no hay nada de humanitario en su “legislación DREAM sin el dream (sueño en inglés)”, una oferta paliativa sin un camino claro hacia la ciudadanía. Una propuesta como esta no son más que moronas aventadas a los latinos, a quienes Rubio parece no estarles haciendo caso.
Rubio se esconde detrás de sus compañeros en esta carrera a favor de Mitt Romney, candidato presidencial republicano, y lo ven como la clave para los votos latinos. Sin embargo el corazón de su apoyo republicano viene de la antinmigración de la extrema derecha, mientras que una mayoría abrumadora de hispanos apoyan la reforma migratoria. No puede ser fácil para este hijo de una sirvienta y un chofer de camión, ambos inmigrantes cubanos, reconciliar esas contradicciones.
La hipocresía de las acciones recientes de Rubio pinta una imagen real de la ambición desenfrenada de un individuo que juega en la política con el resentimiento y el miedo a expensas de los niños.
Imagina un paciente en condición crítica sangrando por varias puñaladas. Rubio habla de ponerle un curita al dedo, mientras que secretamente lo apuñala por la espalda.
En marzo escribí que el senador debería usar sus credenciales conservadoras para romper valientemente con el atolladero en la reforma migratoria. Fui el primero que lo animó para verlo enfrentarse a este debate, pero a diferencia del rabioso Nixon, anticomunista, quien viajó a China para promover entendimiento, Rubio, en cambio, viaja a estados del campo de batalla del Partido del Té, en Florida, Georgia, Carolina del Sur, Carolina del Norte, y Virginia, para promover su autobiografía.
Es desafortunado que dos de los mentores más cercanos de Rubio, Jeb Bush, exgobernador de Florida e Ileana Ros Lehtinen representante de los republicanos de Florida, quienes apoyan la reforma migratoria, no puedan sacudir a su protegido y enderezarlo.
A lo mejor puede sugerile que deje de promover su propio libro y se ponga a estudiar el de “El Pasaje al Poder”, de Robert Caro, el cuarto tomo de la biografía de Lyndon Johnson.
Caro describe una escena de la noche anterior al primer discurso a la nación de Lyndon B. Johnson como presidente, hacia una sesión conjunta del Congreso, en la que sus consejeros más cercanos le pedían que no hiciera que los derechos civiles fueran el tema principal de su presidencia.
Ellos argumentaban que antagonizaría con los conservadores sureños que controlaban el Congreso, y pondría en riesgo su presidencia. Caro escribe que un consejero le dijo “un presidente no debería de perder el tiempo en causas perdidas, sin importar qué tan valiosas puedan ser”.
El exsenador conservador de Texas contestó, “Bueno ¿entonces de qué se trata la presidencia?”. El liderazgo y genio político de Lyndon B. Johnson al aprobar la legislación de los derechos civiles trajo una medida de justicia para millones de personas a quienes se les había negado desde hacía mucho tiempo.
Conforme Rubio va abandonando a las familias hispanas, debería de preguntarse a sí mismo: “¿Para qué es el Senado?”.
Seguramente que no lo sabe.
(Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Charles Garcia).