(CNN) — Puede parecer una nave alienígena o una versión del siglo 21 del Nautilus que era tripulado por el capitán Nemo en el libro 20.000 leguas de Viaje Submarino de Julio Verne, pero es en verdad un laboratorio que puede explorar los mares a finales del año siguiente.

Llamado el SeaOrbiter, un híbrido entre un submarino y un vehículo de investigación, es el concepto del arquitecto francés Jacques Rougerie. Este es el centro de atención en el pabellón francés de la Expo 2012 en Yeosu, Corea del Sur, y pasó casi 12 años ‘a la deriva’ como un mero concepto. Pero recientemente completó su fase de diseño industrial y su construcción está programada para octubre de este año.

“Todos los problemas técnicos ya se resolvieron, todo el modelaje está acabado”, dice Ariel Fuchs, director de educación y medios del proyecto del SeaOrbiter. “Conseguimos apoyo institucional e industrial hace cinco o seis años y ha sido un proyecto institucional y financiero real desde hace dos años”.

Su creador espera que su costo será de unos 43 millones de dólares y cuando esté construido tendrá 58 metros de alto. Cuando se lance, cerca del 50% de la embarcación estará bajo el agua, permitiendo así un estudio submarino constante, dice Fuchs.

“Uno de los primeros usuarios será la comunidad científica”, dice. “Está diseñado para explorar el océano de una manera diferente, principalmente pasando tiempo debajo del mar, dándole a la gente la oportunidad de vivir bajo el agua por mucho tiempo para observar y llevar a cabo misiones de investigación, como biología marina, oceanografía y temas relacionados con el clima”.

La inspiración de Rougerie para el SeaOrbiter viene de exploradores del océano como Jacques Cousteau y el laboratorio de cápsula submarina experimental Tektite que usó la oceanógrafa Sylvia Earle en 1969.

Earle es una de las muchas entusiastas del proyecto SeaOrbiter; entre ellos también se encuentra Dan Goldin, exadministrador de la NASA y al astronauta Jean-Loup Chretien. La conexión espacial del SeaOrbiter también incluye el apoyo de la Agencia Espacial Europea y de otras organizaciones industriales que ayudan en el desarrollo de la tecnología necesaria para el ambicioso proyecto y sus sistemas a bordo.

Diseñado para dejarse llevar por las corrientes oceánicas, la nave generará a partir de fuentes renovables como la energía solar, del viento y de las olas, la mayor parte de su energía para los sistemas del soporte vital y de propulsión para evitar chocar con otras embarcaciones y tormentas, dice Fuchs. Un proyecto paralelo está en desarrollo en conjunto con EADS, el conglomerado de sistemas espaciales y de defensa de Europa, para crear un biocombustible que será la principal fuente de energía del barco.

“Cumple con los requerimientos de la filosofía de sustentabilidad del día de hoy”, dice Fuchs.

Cuando esté construida, se espera que el barco vaya a Mónaco, el mismo lugar en donde Jacques Cousteau empezó sus misiones:

“El princupal objetivo educativo es explicar qué tan importantes son los océanos para el balance del planeta”, dice Fuchs.