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Por Ruben Navarrette Jr.

Nota del editor: Rubén Navarrete Jr. es colaborador de CNN y columnista para otros medios. Puedes seguirlo en su cuenta de Twitter:@rubennavarrette

(CNN) — Regresaaaroooon. Ofrezco disculpas a Mark Twain, pero parece que los rumores sobre la muerte del Partido Revolucionario Institucional (PRI) eran muy exagerados.

De hecho, probablemente escribí ese obituario yo mismo, y más de una vez. Así parecía en el 2000, cuando el PRI perdió la presidencia ante Vicente Fox, del Partido Acción Nacional (PAN). Parecía aún más cierto en el 2006, cuando el PRI quedó en un distante tercer lugar en las elecciones presidenciales de entre los tres partidos mayores, detrás del conservador PAN y el izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD). Parecía que el PRI, que controló la presidencia durante 71 años y se convirtió en sinónimo de violencia y corrupción, estaba en vías de extinción.

Pero están de regreso. Como se esperaba, el candidato que obtuvo el mayor número de votos en la elección presidencial del domingo fue el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto. El exgobernador del Estado de México, de 45 años, con buena apariencia y cuya esposa es una estrella de los melodramas, obtuvo el 38% de los votos, según los resultados preliminares. El candidato del PRD Andrés Manuel López Obrador, ocupó el segundo lugar con un 31%. Josefina Vázquez Mota del PAN solo obtuvo el 25%.

El virtual triunfo de Peña ocurrió a pesar de que su imagen pública registró varios golpes durante su campaña. En diciembre, el candidato batalló durante una feria literaria para nombrar tres libros que lo hubieran influenciado. Cuando los intelectuales del país lo criticaron, su hija reencendió el fuego al señalar, en Twitter, que dichos ataques eran encabezados por quienes envidiaban su nivel socioeconómico. Más adelante, en una entrevista con un periódico de España, Peña Nieto admitió que no conocía el precio del kilo de tortilla. Cuando lo criticaron por no conocer detalles como ese, se defendió diciendo que él “no era la señora de la casa”. También admitió en otra entrevista que le había sido infiel a su difunta esposa y que tuvo dos hijos con dos mujeres distintas fuera del matrimonio.

Este tipo de hechos, normalmente, interesan a los medios. Pero la versión mexicana de los Big Media, encabezados por el gigantesco Grupo Televisa, ha sido un gran fan de Peña Nieto. Su cómoda relación fue una de las cosas que, en semanas recientes, impulsó a cientos de miles de estudiantes a protestar en las calles para mostrar su inconformidad en la elección del presidente y por el hecho de que las élites que dirigen a México parecían llevar a Peña Nieto a la presidencia. El movimiento Yo Soy 132 es la versión liberal en México del partido del té, que reta lo establecido, con la determinación de que sus ideas deben ser escuchadas.

Incluso el expresidente Vicente Fox cruzó las líneas partidistas y apoyó a Peña Nieto, en contra de la candidata del mismo PAN, Josefina Vázquez Mota. Esa maniobra únicamente solidificó la visión de muchos mexicanos de que el asunto estaba truqueado, y que los dos partidos más grandes son más bien parecidos que diferentes.

Aún así, muchos votantes lo apoyaron. Ahora, después de 12 años, los priistas están de regreso en el poder.

No es que estuvieran muy alejados. En varias ocasiones durante la última década, aunque no tuvieran la presidencia, el PRI seguía controlando el Congreso. El partido también usó este control para frustrar reformas impulsadas por Fox y por su sucesor, Felipe Calderón. Como lo ven muchos mexicanos, el PRI siempre estaba planeando su regreso a la presidencia, aunque tranformó su marca y trató de superar un legado de corrupción.

¿Ya superaron ese legado? Es difícil decirlo. Algunos mexicanos quieren creer que éste no es el PRI de sus padres y que el partido de hoy no se parece en nada al que sacaron de la presidencia hace 12 años.

Pero la visión más común parece ser que, a pesar de su transformación, el partido es tan corrupto como siempre, un hecho que los votantes podrían ignorar en caso de que el país navegue en aguas más tranquilas y seguras.

A juzgar por lo que dicen a los periodistas, los mexicanos desean contar con un líder que haga crecer la economía, convierta a México en un país de primer mundo y sobre todo, que ponga un alto la guerra contra los cárteles de las drogas, que en los últimos cinco años y medio ha dejado un saldo de más de 50,000 mexicanos muertos.

Esa es la promesa del PRI. El partido obtuvo grandes victorias en las elecciones del 2009 al insistir que podía ofrecer prosperidad y seguridad. Eso podría interpretarse como: “Vota por nosotros y detendremos la guerra contra las drogas”.

¿Pero lo podrá cumplir? Lo dudo. Lo que empezó hace casi seis años como una ofensiva del gobierno en contra de los cárteles de las drogas ahora se ha transformado en una guerra sin control entre bandas rivales que quieren apoderarse del país, ciudad por ciudad. Me parece que aunque quisiera, el PRI no podría acabar con esta guerra.

Además, si escuchan lo que Peña Nieto ha dicho en las últimas semanas acerca de combatir la violencia relacionada con las drogas, suena a lo que típicamente escuchamos decir a Calderón. En consecuencia, muchos expertos no esperan un cambio dramático en la guerra de las drogas o sobre cómo actuará el gobierno.

Poco después de ganar, Peña Nieto le dijo al Financial Times que aunque está comprometido a reducir la violencia, “No habrá pacto o tregua con el crimen organizado”.

Para quienes creemos que esta es una causa y una batalla que vale la pena llevar a cabo, una que afecta a muchas personas en ambos lados de la frontera, estas son buenas noticias.

Pero por lo pronto, tendremos que esperar y ver si la elección de Peña Nieto resulta ser una buena noticia para México.

(Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Rubén Navarrete Jr.)