Por Rafael Romo, CNN

(CNN) — Para estas dos primas de tan solo 14 años, que vivían en un pequeño pueblo en el centro de México, un viaje divertido a una feria local se convirtió en una pesadilla de drogas y prostitución forzada.

María y Lupe —CNN cambió sus nombres para proteger su identidad— esperan en la noche en una carretera el autobús para dirigirse a su casa cuando una camioneta se detiene justo frente a ellas y dos hombres bajan del vehículo.

No hubo conversaciones. Todo sucedió rápido, relataron. “Eran dos hombres que traían unas máscaras negras como de gorro. No se les veía la cara”, dijo María.

Lupe dice que ni siquiera tuvieron tiempo de reaccionar. “Solo sentí como me pusieron algo en la nariz y de ahí ya no me acuerdo. Lo último que hablé fue gritar auxilio”, señaló.

Drogadas y perdiendo la noción del tiempo, ambas despertaron en un cuarto oscuro donde permanecieron varios días sin comida, sin agua y pasando frío. Pero esto solo era el inicio del calvario.

Luego de varios días, dice María, una mujer se presentó con ellas y les hizo saber que, de ahora en adelante, iban a “trabajar para ella”. En ese momento no tenía idea de lo que estaba hablando.

Lupe fue sacada del lugar y María se quedó con la mujer. Después un hombre entró en la habitación y comenzó a golpearla. Dice que él la violó, y luego tanto el hombre y como la mujer la amenazaron de muerte si no cooperaba.

Esa noche, María dice que fue forzada a tener relaciones sexuales con 23 hombres. “Cuando se fueron, me quedé allí, tirada en el suelo, sangrando. Me dolía todo el cuerpo. La mujer me dijo que me levantara, que no había sido para tanto”, dijo María.

Y así fue el comienzo de varios meses de tortura que padecieron. Un padrote (individuo encargado de la explotación sexual) las obligaba a tener relaciones sexuales cada noche. Las menores tenían el cabello teñido y eran obligadas a usar trajes diminutos. Las amenazaban con golpearlas si no eran “amigables” con los clientes.

Mientras tanto, en su ciudad natal, sus familiares las buscaban. En un inicio creían que se habían perdido en la ciudad. Luego buscaron en zonas boscosas o en los alrededores de la ciudad, con el temor de que hubieran sido asesinadas o caído a un acantilado.

El padre de Lupe, un obrero, recuerda la desesperación de su familia cuando buscaban a las niñas. La familia organizó grupos de búsqueda, publicaron folletos en todas las partes donde se podía, se acercaron a hospitales, cárceles y otros lugares. En un momento dado, alguien sugirió buscar en los bares o a lo largo de las carreteras.

Francisco —CNN cambió su nombre— y un hermano suyo fueron a muchos bares en el estado de Morelos, vecino a la Ciudad de México.

Francisco relata que él estaba disgustado por lo que encontró en los lugares: niñas menores de edad, que deberían de estar en la escuela, trabajando como prostitutas.

“Mirábamos chiquillas. Hay bastantes chiquillas en el estado de Morelos. Había unas a las que les ponían antifaces, otras que tenían el cabello pintado” dijo.

En uno de los bares a donde fue llevada María fue obligada a trabajar desde las tres de la tarde hasta las seis de la mañana para volverse a levantar al mediodía y prepararse para otro turno de 18 horas.

“Me sentía tan sucia. Cada vez que me metía a bañar y cada vez que me volvían a pintar me sentía como una señora, como si nunca hubiera tenido una familia”, relata María.

Obligadas a usar drogas y beber alcohol, María dice que pensó en quitarse la vida. Ella se horrorizó cuando vio a una niña de muy corta edad en la misma casa donde estaban. Le preguntó qué edad tenía. La respuesta fue: ocho años.

María dice que trató de escapar en alguna ocasión. Una vez pudo salir del lugar y pidió a unos agentes de la policía que encontró en la calle que la ayudaran. Lo que no sabía era que los oficiales estaban en la nómina del encargado del burdel y la llevaron de vuelta al lugar, donde fue golpeada.

María y Lupe fueron secuestradas el 27 de enero de 2010. Casi tres meses después, cuando María dice que había perdido toda esperanza, finalmente vio la luz.

María dice que ella nunca olvidará la fecha: 14 de abril. Se despertó para ver un rayo de luz en la habitación que venía detrás de un armario. Cuando empujó el armario encontró una puerta abierta.

María dice que ella corrió tan rápido como pudo. Varias horas después encontró a un joven que le proporcionó asistencia. Él pertenecía a un grupo cristiano que le dio de comer, una habitación para pasar la noche y le compró un boleto de autobús.

Cuando María pudo llegar a su casa, los familiares de las niñas fueron con la policía y luego la autoridad allanó el burdel. 10 personas fueron detenidas y seis niñas rescatadas, entre ellas Lupe. La niña de ocho años no se encontraba con ellas.

El procurador de Puebla, Víctor Carrancá, dijo que este caso permitió a las autoridades aprender más sobre el submundo de la trata de personas y de las redes que secuestran a menores de edad para forzarlas a prostituirse.

“Primeramente la Procuraduría del estado empezó a trabajar para cortar fuentes de financiamiento de grupos criminales y esto nos llevó en su momento a que se cerraran más de 600”, aseveró Carrancá.

“Muchos de estos lugares no eran solo burdeles ilegales, eran los puntos de encuentro para que las bandas de delincuentes planearan los crímenes y las actividades ilegales”.

María y Lupe reciben ayuda financiera, jurídica, y psicológica por parte de Camino a Casa, una organización que lucha contra la trata que se centra en ayudar a las víctimas.

La fundación inició en 2005 a cargo de la legisladora del Partido Acción Nacional (PAN), Rosi Orozco, que ha puesto en marcha una cruzada contra este delito.

“Hay algunas personas que piensan que pueden comprar a otro ser humano”, dice Orozco. La legisladora es la autora de un proyecto contra la trata que se convirtió en ley en junio.

La nueva legislación tipifica la trata de personas como un delito federal con una pena de hasta 40 años de prisión. Y se dirige no solo a los involucrados en el tráfico sexual, sino también a otras formas de esclavitud moderna, incluyendo el trabajo forzoso y la pornografía infantil.

Orozco también está apuntando a aquellos que pagan por tener relaciones sexuales con menores de edad.

“Nosotros necesitamos cambiar esta situación empezando por llamarles a los clientes criminales, porque si no cambiamos aún nuestra mentalidad y vemos normal el comercio de seres humanos no vamos a detener la explotación que hay en nuestras naciones”, dijo Orozco.

Se estima que decenas de miles de niñas menores de edad son explotadas sexualmente cada año en México.

Con la ayuda de la fundación del Camino a Casa, tanto María y Lupe están aprendiendo nuevas habilidades que les ayudarán a tener un futuro más prometedor.

Ellas están de vuelta con sus familias. María dice que su madre todavía llora cuando piensa en lo que pasó su hija.

Como parte de su terapia, María habla con pequeños grupos acerca de su terrible experiencia. “Quiero que sepan todo lo que a mí me hicieron. No es que traiga coraje ni venganza. Es algo que quiero decirlo. La venganza no es buena. Ya perdoné a esas personas y soy feliz”, dijo María.

Un largo y doloroso camino de recuperación está en marcha, pero finalmente se encuentran en casa.

María y Lupe sueñan con un futuro mejor.