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(CNN) — Puede que Adrien Niyonshuti no gane una medalla olímpica, y hará un buen papel con solo terminar el evento, pero su historia seguramente es una de las más inspiradoras en la historia de los Juegos Olímpicos.

En abril de 1994, cuando solo tenía siete años, la familia de Niyonshuti fue víctima del brutal genocidio de Ruanda, que dejó aproximadamente a casi 800.000 personas asesinadas.

Se salvó de los asesinos del grupo étnico Hutu que fueron a su pueblo, pero seis de sus hermanos fueron asesinados y casi 60 miembros de su familia política también perecieron.

Milagrosamente se escapó con su madre y su padre, viviendo de desechos del campo. Casi mueren de hambre antes de que llegara ayuda del ejército rebelde Tutsi de los vecinos de Uganda.

“El recuerdo del genocidio es una época muy difícil para mí y para muchas personas en Ruanda”, le dijo a la serie “De humano a héroe”de CNN

“El ciclismo me da la oportunidad de alejarme de mi pasado y realmente enfocarme en lo que quiero hacer”.

No solo sobrevivió a una de las peores atrocidades en la historia moderna, sino que Niyonshuti superó las probabilidades de cargar la bandera de su país en Londres 2012.

Tendrá que esperar hasta el último día de los Juegos Olímpicos para poder competir, pero el hecho de que el atleta de 25 años del pueblo más pequeño de África haya calificado para la final del ciclismo de montaña varonil es todo un triunfo.

Una manera de seguir adelante

Los competidores africanos negros son pocos y alejados de esta disciplina de alta tecnología, la cual es dominado por ciclistas de las superpotencias tradicionales de ciclismo en Europa.

La falta de equipo especializado y la competencia de alto nivel, son barreras insuperables de igualar hasta para el atleta más físicamente talentoso como Niyonshuti, pero al terminar en cuarto lugar en los Campeonatos de Ciclismo de Montaña Africanos del año pasado, aseguró su lugar en la línea de salida en Hadleigh Farm.

Mientras crecía, inicialmente animado por su tío Emmnuel, quien le prestó una vieja bicicleta de acero, Niyonshuti usó el ciclismo como un escape de las realidades de su pasado.

Pero el entusiasmo de su juventud solo puede llegar hasta cierto punto en cualquier deporte, particularmente en un país destrozado por la guerra y con poca estructura para competir.

La vida de Niyonshuti cambió cuando lo vió un trío de ciclistas internacionales que fueron a Ruanda para ayudar con una carrera local: Jonathan “Jock” Boyer, el primer ciclista estadounidense que participó el Tour de Francia en 1981; Tom Ritchey, otro ciclista internacional y la leyenda suiza de montaña Thomas Frischknecht.

Todos observaron el talento natural de Niyonshuti y estuvieron de acuerdo en darle la oportunidad de alcanzar su potencial.

Equipo Ruanda

Boyer regresó, habiendo asegurado algunos fondos en Estados Unidos y con el apoyo del organismo que dirige el ciclismo a nivel mundial, la Unión Ciclista Internacional (UCI).

Su objetivo era formar el equipo Ruanda y con su sede en Ruhengeri, al noreste del país, probó las capacidades físicas de los jóvenes prospectos.

Como lo recuerda Boyer, Niyonshuti resaltó por encima de los demás.

“Sus resultados sobresalieron, pero todo su comportamiento era diferente, estaba realmente dedicado a lo que quería hacer”, dijo Boyer a CNN.

El retirado veterano profesional y la joven esperanza hasta compitieron juntos en Cabo Eric en el 2007 —el Tour de Francia del ciclismo de montaña— y terminaron en el lugar 33  general y como la mejor pareja de Ruanda.

Sin embargo Niyonshuti y sus compañeros de equipo estaban preocupados de que Boyer y los otros los abandonaran a la larga.

“¿Cuánto va a durar?” me preguntaron. En un país como Ruanda estaban muy acostumbrados a los proyectos de ayuda que duraban unos seis meses y después se iban”.

Pero Boyer se quedó, ayudando a Niyonshuti a alcanzar su potencial en un equipo profesional.

Contrato profesional

Él contactó a Douglas Ryder, el jefe de MTN-Qhubeka de África del Sur y después de una prueba, firmaron a Niyonshuti en el 2008.

Lo que siguió fue cosa de un sueño, y en el 2009 Niyonshuti se convirtió en el primer africano negro en competir en un pelotón profesional cuando el equipo compitió en el Tour de Irlanda.

No solo eso, le presentaron al siete veces campeón del Tour de France Lance Armstrong, quien también estaba en la carrera cuando regresó de su primer retiro.

Rápidamente Niyonshuti se dio cuenta de que aunque Armstrong era una leyenda, el estadounidese era de carne y hueso como todos los demás.

“Cuando lo vi en las noticias, ¡pensé que Armstrong era un hombre grande, grande!”, recuerda. “Pero cuando lo vi frente a frente, ¡estaba bastante pequeño!”

Niyonshuti es excelente en el ciclismo de ruta y en las pruebas individuales contra reloj, pero el ciclismo de montaña a campo traviesa le ha ofrecido la mejor oportunidad de una calificación Olímpica.

Después de ganarse su lugar, ha perfeccionado sus habilidades con Frischknecht en Suiza, permaneciendo en la casa del excampeón.

“Sus habilidades técnicas son pobres pero él era muy fuerte”, dijo Frischknecht.

En los Juegos Olímpicos, los punteros empiezan frente a la línea, dándoles así una enorme ventaja en el angosto y extremadamente técnico camino.

Meta Olímpica

Para los ciclistas como Niyonshuti, quien empezará casi al final, el objetivo de la competencia es evitar estancarse para no ser eliminado, lo que no es cosa fácil.

“Tenemos una gran meta: terminar la carrera”, confesó Frischknecht.

“Solo se puede dar el lujo de quedar 10 minutos por debajo del líder, pero tengo la esperanza de que realmente lo pueda hacer. Ha desarrollado mucho sus habilidades”.

Entonces no habrá gloria olímpica, solo sobrevivencia, pero la vida de Niyonshuti no ha sido justa y sus esfuerzos probablemente inspirarán a generaciones de ciclistas de su país.

Boyer no tienen ninguna duda.

“Cada país tiene su héroe y Adrien para Ruanda es la chispa de ignición, la  que hará que los niños entren al ciclismo”, aseguró.

A largo plazo, Boyer cree que Niyonshuti puede prosperar en el pelotón profesional y un día correr en el Tour de France con MTN, quien busca conseguir un estatus de equipo más alto en el UCI el próximo año.

“Tienen un plan de dos años para alcanzarlo”, dijo Boyer.

Portador de bandera

MTN ha firmado a Tsgabu Grmay, etíope de 20 años, al igual que a dos ciclistas eritreos, a Meron Russom y a Jani Tewelde, por lo que no es inconcebible que haya una representación africana de buen tamaño en la carrera de ciclismo más grande en el mundo.

Dado el pasado trágico de Niyonshuti, esto completará un viaje extraordinario para él, y si el único factor fuera la gran determinación, él seguramente tendría su lugar.

“Nunca me rendiré, haré lo mejor que pueda”, es la filosofía de Niyonshuti.

La estará poniendo a prueba contra los mejores ciclistas de montaña del mundo cuando los Juegos Olímpicos de Londres lleguen a su clímax el domingo.

Habiendo cargado ya la bandera de Ruanda en la ceremonia inaugural, este ciclista sabe que las esperanzas y sueños de su nación recaen en sus angostos hombros y seguramente no los decepcionará.